Botón de muestra, por Marco Sifuentes
Botón de muestra, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

Hay una explicación al hecho de que la condena a Rafo León haya ocupado las primeras planas en estos días. Uno podría decir que la atención es francamente desmedida, habida cuenta de que no es la primera sentencia delirante de un juez peruano con un desconocimiento cabal sobre un derecho básico y fundamental como la libertad de expresión (y, sobre todo, estando frescos los también injustos casos de Fernando Valencia y Aldo Mariátegui). Sin embargo, este caso es peculiar y llamativo porque viene enmarcado por una serie de curiosas circunstancias que encienden todas las alertas en el cada vez más probable escenario de un nuevo gobierno fujimorista.

En primer lugar, la demandante, la señora Martha Meier Miró Quesada, ha sido candidata al Congreso por el fujimorismo, y no en cualquier año, sino en el de la re-reelección. Luego fue editora de fin de semana de este Diario y, desde esa posición, no ocultó su agresiva alineación con las posturas más representativas del fujimorismo. Cuando fue apartada de las áreas periodísticas de la empresa se refugió en su Twitter, donde sus simpatías políticas se han desbordado, particularmente durante la actual campaña.

De hecho, en Twitter ella y algunos otros periodistas se han convertido en difusores de lo que varios han detectado como una red de ‘fujitrolls’. Una docena de cuentas anónimas dedicadas a la difamación sistemática de cualquier periodista que consideren sospechoso ni siquiera de antifujimorismo, sino de no ser suficientemente profujimorista. 

Sus ataques xenófobos, homofóbicos, antisemitas, discriminadores y calumniantes han incluido al director de este Diario, “Perú21” y “La República”, los directores de noticias de América TV y Frecuencia Latina, y conductores, columnistas y analistas de distintos medios. Los condenados Faisal, Wolfenson y Bresani –artífices de la guerra sucia contra periodistas durante el fujimontesinismo– son madres superioras al lado de lo que se dice impunemente desde el anonimato digital.

En política no hay coincidencias y si algo aprendimos de los ‘vladivideos’, es que todas las paranoias pueden ser perfectamente reales. ¿Es casualidad que se haya programado para estas fechas de segunda vuelta la sentencia de un caso de una ex candidata fujimorista? ¿Es coincidencia que en esos mismos días la impresión de “Hildebrandt en sus Trece” haya sido amenazada por parte de la familia de uno de los principales financistas del fujimorismo? ¿Por qué Keiko no se ha pronunciado sobre el Caso León, como sí lo hizo PPK? ¿Por qué desde su Twitter solía recomendar que siguieran a las cuentas de la red ‘fujitroll’? ¿No tiene nada que decir sobre los ataques judiciales, empresariales y digitales a periodistas por parte de sus seguidores? ¿Cuánto de todo esto es solo una muestra de lo que se viene?