¿Qué diría Raimondi?, por Richard Webb
¿Qué diría Raimondi?, por Richard Webb
Richard Webb

La conquista del territorio peruano no ocurrió en un día. La hazaña de los españoles que llegaron en 1527 se limitó a la costa y sierra del Perú, apenas un 40% del territorio peruano actual. La conquista del otro 60% –la selva peruana– ha sido extremadamente lenta y aún incompleta. Pero a pesar del contraste en sus velocidades, existe una triste similitud en cuanto a la cultura rapiña y violatoria de ambos procesos.

Durante los tres siglos del Perú colonial, la selva permaneció como un espacio casi teórico en los mapas, comparable quizás a la pretensión peruana a un territorio en la Antártida. En la selva el dominio se manifestaba en las visitas de misioneros y aventureros, y en la Antártida en las expediciones científicas. Recién en el siglo XIX se inicia la verdadera conquista de nuestra Amazonía. Según el historiador Franklin Pease, esos primeros esfuerzos para aprovechar las riquezas del territorio amazónico, “con la presencia de pobladores de otras regiones del país … significó la inauguración de diferentes procesos de conquista, de efectos tan devastadores como los ocurridos en el siglo XVI de la región andina”. 

Antonio Raimondi nos dejó una reveladora imagen de lo que significó la primera ola de pobladores de costa y sierra hacia la selva realizando dos viajes de exploración a mediados de ese siglo, en 1862 y en 1869. Luego de su segunda visita a Tarapoto escribe: “Desde que se estableció la navegación a vapor en el río Amazonas, la población de Tarapoto ha ido progresando a grandes pasos”, augurando un despegue económico de esos pueblos. Refiriéndose al vapor Pastaza que encuentra en Yurimaguas, escribe: “No puedo dar una idea del placer que experimenté al ver ese mensajero de civilización”, describiéndolo como una “admirable invención del hombre que acorta las distancias … llevando la civilización y las comodidades de la vida social a los más recónditos lugares”. Llegando a Iquitos, comenta su transformación, admirando el progreso traído por las sierras mecánicas, impulsadas por máquinas a vapor. No obstante, Raimondi también observa que “la civilización se establece a costa de la raza indígena, la que disminuye o se retira más al interior”.

En su biografía de Raimondi, Giovanni Bonfiglio comenta la contradicción de la modernización en contextos tradicionales que ya empezaban a manifestarse: “En esos años se vivía una actitud optimista del progreso en el Amazonas, también debido a la necesidad de incorporación efectiva de ese vasto territorio a la nación peruana”. Un siglo más tarde, el médico y científico Maxime Kuczynski vivió en distintas comunidades de selváticos dejando otro testimonio que documenta el lado oscuro del “desarrollo” de la Amazonía. 

Basados en la demografía, podríamos afirmar que la conquista ha avanzado mucho: nueve de cada diez habitantes de la selva son colonos, casi todos llegados durante el último siglo. Tristemente, además de la marginalización del nativo, el proceso se ha basado en una cultura de arrebato, esclavitud y destrucción. Ello constituye un pasivo para cualquier proceso de desarrollo humano, cuya base necesaria es una cultura de solidaridad, legalidad y de procesos económicos sostenibles. Hoy, cuando nos quejamos de la falta de institucionalidad, sería bueno recordar que se trata de un déficit que tiene raíces en la historia.