La mamá grande, por Patricia del Río
La mamá grande, por Patricia del Río
Patricia del Río

No me quejo de la tecnología, en absoluto. Es lo que nos toca vivir y debemos adaptarnos a lo bueno (y lo malo) que trae a nuestras vidas. Pero hay un cambio que me resulta especialmente inquietante: la búsqueda de aceptación, que es un impulso natural en el ser humano, hoy se contabiliza a través de ‘likes’. Antes ni nos enterábamos si le caíamos mal a alguien; hoy el odio o el cariño de los demás se expresa en cientos de ‘me gusta’, se plasma en comentarios hirientes o en insultos anónimos. 

Y en ese mundo, donde los pensamientos ya no son más privados y donde estamos sometidos (casi condenados) a escuchar lo que los otros sienten, me pregunto: ¿cómo sobrevivimos? ¿Qué nos sostiene en este universo digital donde una foto inapropiada puede arruinar reputaciones antes siquiera de haber hecho algo realmente malo?  Y entonces recuerdo algo tan simple, tan cursi dirán algunos, como que este domingo es el Día de la Madre. Y la fecha me hace evocar que todas aquellas veces en las que a lo largo de mi vida me he sentido vulnerable o perdida lo único sólido que he tenido ha sido mi familia. En ellos he encontrado acogimiento, comprensión y apoyo; y también reproches, o llamadas de atención que me hicieron con el mayor de los afectos, para ayudar a convertirme en un mejor ser humano.

Por razones culturales y sociales que están cambiando, las mujeres son las grandes responsables de mantener a las familias unidas. A pesar de su incursión en la vida pública y profesional, el espacio doméstico es preferentemente femenino. Alrededor de las madres y las abuelas van creciendo los hijos, los nietos, los sobrinos, los ahijados que, al final, se convertirán en ese soporte con el que enfrentaremos el mundo. Es cierto que esa responsabilidad a veces nos resta independencia para asumir nuevos retos, pero también es real que la satisfacción que da formar una familia y mantenerla unida debe ser mayor a casi cualquier logro en el mundo. 

Soy hija, nieta, sobrina, ahijada, tía, prima de una familia enorme y querendona. Mi mamama Lucha de 102 años, cuya salud cada vez es más frágil, es la creadora de este universo de grandes sonrisas e interminables carcajadas. Es la que nos inculcó una ecléctica fe que nos mantiene siempre unidos.

Este domingo celebraremos una vez más el Día de la Madre y yo quería tomarme este espacio para rendirle homenaje a la matriarca de mi familia, a mi mamama. Para agradecerle, a través de ella, a todas aquellas mujeres que se atrevieron a construir ese andamio que nos recordará siempre quiénes somos; y que más allá de lo que piensen los otros, está siempre lo que sienten los nuestros.