Acabado el reciente congreso peruano de ‘retail’, que congrega al comercio minorista del país, conviene resaltar que el comercio es uno de los pioneros del crecimiento y del acercamiento del Perú de hoy. Como lo fue Marco Polo para Europa y Asia en su época.
Cuando pensamos en Marco Polo, generalmente imaginamos al viajero veneciano que describió, en “El libro de las maravillas”, para los europeos del siglo XIII el entonces mundo desconocido de Asia. Muy pocos pensamos que la razón de sus viajes era conseguir los preciados productos de esas regiones, y así la mayoría olvidamos que Marco Polo era, por encima de todo, un comerciante, quien con su oficio abría el camino al conocimiento y unión de las sociedades.
Los mayores recuerdan que hace algunos años las modas, tanto musicales como de vestir, llegaban a las provincias con varios meses de retraso. Incluso ocurría que cuando un ‘hit’ musical o un estilo de vestir comenzaban a pasar de moda en la Lima tradicional, recién se empezaban a conocer en Piura, en Iquitos e incluso en la periferia capitalina. Felizmente, el desarrollo de las comunicaciones cambió la situación de manera radical, y en los años 80 la información llegaba al mismo tiempo a todo el Perú.
Pero si bien se conocía de su existencia, quedaba aún el problema de conseguir los productos, pues solo se vendían en el centro limeño y tardaban mucho en llegar a otros mercados. Los consumidores de provincias y de las periferias tenían así dos opciones, esperar que algún comerciante les lleve los productos o venir ellos al centro de la capital a comprar lo que necesitaban. En ambos casos les resultaba complicado, costoso y lento.
Esto cambia radicalmente cuando en el nuevo siglo las empresas comienzan a ver el potencial de periferias y provincias, y empiezan a llevarles directamente sus productos. Llegan entonces los centros comerciales modernos y los supermercados, y con ellos los cines, los ‘fast foods’ y otra oferta moderna. Y, contra lo esperado, gracias a la competencia, también mejoran los comercios tradicionales, bodeguitas y galerías, que crecen en número, calidad y especialización. Así los tradicionales ajustan su servicio, aprovechan mejor sus ventajas de cercanía y conocimiento del vecino, y hoy tienen más variedad, dan servicios bancarios, llevan pedidos a domicilio, y se preocupan de la calidad más que del precio.
Y eso no solo incrementó el bienestar de los consumidores, sino que disminuyó además las diferencias de acceso que imperaban antes. Quien afirme lo contrario, que pregunte a los ciudadanos de esas zonas, y le dirán que merecen la comodidad y los puestos de trabajo que antes solo tenían las zonas tradicionales de Lima.
Por cierto, las cosas no son fáciles para los ‘retailers’ peruanos, pues chicos y grandes deben lidiar con más competencia (72% piensa que esta ha aumentado, frente al 46% en empresas manufactureras. Arellano Marketing, 2015). Pero en compensación tienen un mercado cada vez más grande (un rombo de clase media creciente, como señaló Apoyo Consultoría en el congreso), que deben explorar y conocer, como Marco Polo, para integrarlo al beneficio de la comodidad en el consumo. Situación, sin duda, mucho más simple y prometedora que la de su ilustre ancestro veneciano.