Recreando a PPK, por Marco Sifuentes
Recreando a PPK, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

“Se acabó el recreo” es el confuso eslogan de la campaña de relanzamiento de PPK. El lema viene acompañado con una imagen del candidato Kuczynski remangándose la camisa con el gesto severo del director de un colegio de película adolescente.

Viendo el panel, resulta inevitable preguntarse por qué este señor quiere que se nos acabe la diversión. Debido a la frustrante y soporífera rutina educativa peruana, el recreo tiene una connotación positiva para cualquier joven, que es, precisamente, el público que PPK ha perdido a manos de su álter ego calichín: Julio Guzmán.

Las idas y venidas del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) con el candidato de Todos por el Perú (TPP) han creado, en teoría, la coyuntura perfecta para impulsar la campaña de PPK. Guzmán saldrá naturalmente desgastado de esta situación y, además, en los 40 días restantes, terminarán por evidenciarse aun más sus ya clásicas contradicciones, sus múltiples indecisiones y, especialmente, la ausencia de cualquier asomo de equipo de gobierno. 

Guzmán ha crecido a costa de PPK, pero no debería ser descabellado pensar que, en estos días, podría iniciarse el fenómeno inverso.

Sin embargo, la oportunidad se ve cada vez más lejana. Al margen de los dramas internos reportados en este Diario (el ex asesor cubano tirando barro, el chocolateo de Fernando Rospigliosi, el desorden de los candidatos al Congreso), existe un tema de fondo: Kuczynski ‘himself’. Como se explica hoy en un post de Laura Grados en Utero.pe, en los cuarteles ppkausas saben que la imagen misma de su líder es un problema. Dos factores claves: su edad y su aura de gringo.

Se han aventurado las estrategias más ridículas para combatir este problema: el matrimonio del PPKuy y la PPKuya (confundiendo lo infantil con lo joven), la cuenta de Snapchat de PPK (el equivalente de tu viejo metiéndose al tono) y hasta una bajada de pantalones (intentando recrear la famosa ‘pesada’ que lo lanzó a la fama internetera en la elección anterior). Nada de esto tuvo en cuenta lo que, en realidad, es la situación más difícil de superar: que PPK es un meme pasado de moda.

En estos tiempos acelerados, lo que hoy es una novedad, mañana ya no lo será. Es probable que pronto Julio Guzmán empiece a comprobarlo en carne propia. Y si PPK 2.0 puede sufrir los estragos de la inmediatez, con mayor razón los viene sufriendo la versión original. 

PPK 1.0 gastó toda su imagen de renovación jugándosela por Keiko Fujimori en la segunda vuelta del 2011, asociándose a rostros de los gobiernos de candidatos/ex presidentes que hoy ni siquiera logran pasar la valla y, peor aun, manteniendo la misma iconografía de hace cinco años. Adiós a la novedad.

PPK, entonces, enfrenta la difícil tarea de convencer a la gente de que un iPhone 1 es mejor que un iPhone 6S. Por la similitud de sus electores y sus posiciones en las encuestas, a PPK no parece quedarle otra más que enfrentarse a Julio Guzmán. El problema es que ese curso de colisión podría perjudicar a ambos y beneficiar al próximo depositario de la imagen de renovación. La nueva campaña de PPK tendrá que ingeniárselas para recrear por completo al candidato y escapar de ese destino fatal. No hay otra. O lo consigue o no solo acabará el recreo, sino que habrá llegado la hora de salida.