Presidente peruano Martin Vizcarra
Presidente peruano Martin Vizcarra
Fernando Cáceres Freyre

No fue el obstruccionismo del Congreso sobre la reforma política lo que causó que Vizcarra planteara el adelanto de elecciones. El Congreso ya había aprobado cinco de seis proyectos, respetando su esencia, y sobre el último (inmunidad parlamentaria) la decisión del Ejecutivo se tomó antes de que el Legislativo adopte una decisión, como apuntó Fernando Vivas.

Es probable que haya habido más de una causa, pero hay una que ha pasado desapercibida. El preocupante enfriamiento de la economía convirtió los temas económicos, como el desarrollo del proyecto Tía María, en medulares. En ausencia de razones técnicas para oponerse a este proyecto, ¿por qué nunca salió el Ejecutivo a comunicar masivamente a la población que Tía María usaría agua del mar y que no se contaminaría el río Tambo?

La respuesta puede encontrarse en lo que dijo Vizcarra el fin de semana: “Si no tiene la aprobación de la población [Tía María], no se da”. Una declaración muy parecida a la que –en su momento– dio frente a las protestas por el alza del ISC al diésel: “Somos un gobierno que va a estar siempre del lado del pueblo, y si vemos que alguna medida afecta, haremos cualquier ajuste”.

De hecho, en sus 16 meses de gobierno Vizcarra se ha caracterizado por pechar al Congreso y retroceder frente a los conflictos sociales (salvo que la población apoyara el proyecto, como en el Caso Chinchero cuando fue ministro). Así ha pasado con los transportistas, los pescadores artesanales, los comerciantes moqueguanos, etc.

Vizcarra piensa y siente como moqueguano. Se siente incómodo fuera de Moquegua, y lo último que le interesa es ‘limeñizarse’, dice Rafaella León en el libro “Vizcarra”. Y agrego, posiblemente, no quiera ser un presidente más, como Toledo o Humala, que llegan de la mano de la población para luego ser absorbidos por el ‘establishment’ limeño.

Por eso al presidente le cuesta tanto trabajo ejercer el principio de autoridad en los conflictos sociales, y es tan proclive a otorgar concesiones (ganarse a sus interlocutores mediante la ‘empatía provinciana’, dice León). Así, en vez de enfrentarse al gobernador de Arequipa, quien lo tildó de traidor, le concede revisar el estudio de impacto ambiental y una nueva Ley General de Minería, contra nada a cambio.

Para mí es claro que los conflictos sociales sobrepasan al presidente, y que Tía María ha servido para que tome conciencia de que gobernar el Perú no es gobernar Moquegua en grande.

Pero Vizcarra aún tiene vocación política futura, y necesita un legado. Si este no va a ser nuevas reglas de juego políticas para que en las siguientes elecciones haya menos corrupción, será el llevar al abismo al fujimorismo, a quien él –y muchos– empatan con la corrupción.

Lo que Vizcarra no puede permitirse, es que parte de su herencia sea que en el sur del país lo tilden de traidor.