Aldo Saavedra, el cocinero de la Antártida
Aldo Saavedra, el cocinero de la Antártida
Oscar Paz Campuzano

Los trozos de salmón y lenguado los había cortado la noche anterior. En la mañana, Aldo Saavedra se encargó de cocinarlos en limón y servir la fuente con camote, cebolla, choclo, lechuga y rocoto en rodajas. El ceviche estaba listo. Afuera de la estación, la temperatura llegaba a menos 1 grado bajo cero, y nevaba.

La primera vez que vino a la Antártida fue en diciembre del 2006. Un cuñado suyo era el cocinero de la base Machu Picchu, pero por un asunto familiar ese año no podría ir. Entonces, le hizo la propuesta a Aldo.

“Al principio dije que no, porque tenía miedo de venir”, cuenta Aldo, que por entonces tenía el primero de sus dos hijos, y cocinaba para los altos mandos del Ejército, en el sexto piso del Cuartel General, en San Borja.

Nació en Cotahuasi (Arequipa) hace 47 años. A los días de nacido su familia se mudó a Villa María del Triunfo, en Lima, donde su papá tenía una casa. Aprendió a cocinar a los 12 años, porque su mamá estaba enferma.

Trabajó como soldador y panadero hasta que a los 23 consiguió su primer trabajo de cocinero en una chifa de la Av. Petit Thouars,en Lince. En 1997 postula como cocinero para el Ejército y el paladar de los generales fue su primera gran conquista.

–Sus pasos en el hielo–
Su segunda conquista fue en la Antártida. Aldo o ‘Cookie’ –como todos lo llaman de cariño– ha sido clave en 11 de las 26 expediciones científicas que el Perú ha emprendido desde 1989 a este lejano continente.

Aldo Saavedra, el cocinero de la Antártida
Aldo Saavedra, el cocinero de la Antártida

En los casi tres meses que dura cada expedición, a la hora del ‘rancho’ no falta un lomito saltado, un ají de gallina o un arroz con leche. Para las reuniones de camaradería se invitan a las bases vecinas Arctowski (Polonia) y Ferraz (Brasil). El brindis se hace con pisco sour.

Cocinar para las más de 40 personas que viven en la base antártica tiene sus complicaciones a las que Aldo se adaptó. Cuando no había refrigeradoras suficientes, cavaba hoyos de un metro y medio en la nieve y ahí guardaba carnes y verduras. El clima a veces lo ayudó y otras veces le dejó sinsabores.

El presidente Ollanta Humala llegó a la base Machu Picchu en febrero del 2013, luego de que su vuelo se cancelara cuatro días seguidos por el mal tiempo. ‘Cookie’ todos esos días preparó buffets para recibirlo. Al quinto día, cuando se había descartado el arribo de mandatario, el cielo se despegó repentinamente y la visita fue posible. Ya no hubo buffet, pero sí pancitos calientes.

Era mediados de febrero del 2019, a pocos días de que los científicos y militares de la última campaña dejen la base y empiecen el retorno a casa. En el mismo comedor que le sirvió al ex mandatario, hay una cola de expedicionarios con sus platos en la manos a la espera de poder servirse el ceviche de lenguado y salmón que ‘cookie’ preparó. Aldo les sonríe a todos y luego me cuenta que, en este mismo lugar, cuando terminaba su primera expedición en la Antártica hace 13 años, él pensó con tristeza que nunca más volvería. 

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