En 1984, las familias Cuadros Huamán y Castro Huamán, emparentadas por generaciones de matrimonios y parientes políticos, perdieron en un solo día a 16 de sus miembros. Sin aviso, ni mucho menos resistencia, acusaciones de una supuesta vinculación con Sendero Luminoso propició que presuntas patrullas militares entraran a sus chacras en el distrito de Kimbiri, provincia de La Mar (Cusco), y los mataran.
Treinta años después, dentro de las investigaciones sobre excesos cometidos en aquel entonces en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), a cargo de la Fiscalía Penal Supraprovincial 1 de Ayacucho, sus restos fueron exhumados en los parajes de Paqcha y Chillihua. Y ayer, en medio de la nostalgia, los remordimientos por las palabras no dichas y, sobre todo, la necesidad de superar el dolor, finalmente volvieron a los campos que fueron su hogar.
“Perdí a mis padres, a mis cuatro hermanos, a mis nueve sobrinos. De un solo golpe me quedé sin toda mi familia. Hasta ahora sigo sin saber por qué, qué hicieron para que terminen así”, comentó Cipriano Huamán Contreras, tío de las 16 víctimas exhumadas, durante una misa celebrada en la Plaza de Armas de Kimbiri.
Autoridades distritales y vecinos participaron en la ceremonia de recibimiento póstumo de las víctimas. Su congoja se hizo sentir durante la breve marcha de los restos –acondicionados en pequeños féretros de color blanco– por los barrios que frecuentaron en vida.
Para que cierren las heridas
Según contaron los deudos, aquella fatídica mañana del 14 de julio de 1984, los Cuadros y los Castro, hermanos, sobrinas, tíos y abuelos, se encontraban trabajando en una chacra de Chillihua. La faena se desarrollaba sin novedad, pese a que las amenazas de Sendero Luminoso se sucedían desde hacía meses. Querían forzarlos a que se sumaran a sus filas, situación que los comuneros rechazaban como podían.
De pronto, un contingente de hombres que parecían militares irrumpieron en el área, los reunieron a empujones en un descampado cercano y los mataron por considerarlos terroristas.
Con el paso de las horas, la noticia de la matanza llegó al resto de los familiares en Kimbiri. La decisión, entonces, fue unánime: había que huir de la zona para sobrevivir.
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