Una solución obvia, por Enzo Defilippi
Una solución obvia, por Enzo Defilippi
Enzo Defilippi

La semana pasada, la comisión encargada declaró desierto el concurso para elegir a los presidentes de Ositrán, Osinergmin y Osiptel. Solo hizo recomendaciones para seleccionar al de Sunass. Algo similar ocurrió en los procesos para nombrar miembros de sus concejos directivos: solo recomendó uno para Osiptel. 

Lamentablemente, con cada vez más frecuencia se declaran desiertos estos concursos. El problema de fondo es que para ocupar estos puestos se requieren profesionales de primer nivel con competencias específicas y escasas, y es cada vez más difícil captarlos con las condiciones laborales que ofrecemos. 

Empecemos por el sueldo. Una de las primeras decisiones que tomó Alan García al asumir su segundo mandato fue poner un tope arbitrario a las remuneraciones de los funcionarios públicos. Esta medida, que aún sigue vigente para los reguladores, impide ofrecer compensaciones acordes con la responsabilidad de tomar decisiones sobre inversiones millonarias y la calidad de los servicios públicos que queremos gozar los peruanos.

Por otro lado, la característica más importante que deben tener los directores de un regulador, y sobre todo su presidente, es buen criterio, puesto que gran parte de las decisiones regulatorias tienen un importante componente discrecional. Y es especialmente difícil atraer profesionales con buen criterio (lo que implica tanto experiencia relevante como conocimientos específicos) con las condiciones ofrecidas. 

Pero no solo eso. Como hemos visto en el caso de la adenda del aeropuerto de Chinchero, un presidente de organismo regulador debe ser capaz de tomar decisiones con autonomía y enfrentarse, de ser necesario, a un gobierno que quiere, por motivaciones estrictamente políticas, hacer lo que le da la gana con un contrato de concesión. 

Además, al dejar el cargo, estos funcionarios están impedidos de trabajar, por un año, en el sector regulado. Una restricción razonable pero que debería ser compensada con una remuneración mayor, no menor, a la del mercado. Y si a esto le sumamos que estos concursos exigen revalidar estudios hechos fuera del Perú (un proceso engorroso que ninguna empresa exige y que desmotiva la candidatura de mucha gente calificada), es fácil entender por qué se ha vuelto usual declarar desiertos los concursos de selección. 

La solución obvia es hacer más atractivos estos cargos para profesionales calificados y repensar el proceso de selección. Para empezar, es necesario establecer una escala salarial acorde con el mercado para la alta dirección de los reguladores. En principio, esto no debería ser problema, ya que sus presupuestos se financian con los aportes de las empresas reguladas (no con transferencias del tesoro público), y dudo mucho que estas se opongan a que las regule personal mejor calificado. 

Por otro lado, para reforzar la autonomía regulatoria y darle mayor legitimidad a los procesos de selección, estos no deberían estar a cargo de una comisión nombrada por el Ejecutivo, sino de una institución técnica y autónoma como el Banco Central, con requisitos exigidos por este. Si bien la regulación de monopolios no es su especialidad, el Banco Central conoce más de autonomía, institucionalidad y capacidad técnica que cualquier comisión ad hoc. 

Son medidas relativamente simples que resolverían un problema que se ha vuelto cada vez más serio. O podemos no hacer nada y dejar que siga empeorando. El gobierno tiene la palabra.

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