“¿Qué pasó en estos 18 años de democracia? Este sería quizás el momento del mea culpa de los antis. Es un mea culpa que tenemos que hacer todos, incluida yo. O sea, ¿a quiénes hemos elegido?”, sostiene Mc Evoy. (Foto: Lino Chipana/ El Comercio)
“¿Qué pasó en estos 18 años de democracia? Este sería quizás el momento del mea culpa de los antis. Es un mea culpa que tenemos que hacer todos, incluida yo. O sea, ¿a quiénes hemos elegido?”, sostiene Mc Evoy. (Foto: Lino Chipana/ El Comercio)
Jaime de Althaus

En esta entrevista, la historiadora  explica el rumbo que está tomando el país camino al bicentenario de la independencia y da su lectura sobre algunos temas de coyuntura política.

–¿Cómo se encamina el Perú rumbo al bicentenario de su fundación republicana? ¿Nos estamos acercando al ideal republicano?
Bueno, creo que esto es como un Jano de dos rostros. Por un lado, todos los aspectos negativos que estamos ahora confrontando, que son esta corrupción generalizada en las instituciones del país. O sea, el Poder Judicial tomado, el Poder Legislativo en estas pugnas internas, un Poder Ejecutivo que fue vacado dos veces. Bueno, la segunda fue una renuncia, pero ante una segunda vacancia. Entonces, es como que todo el sistema organizacional de la República ha sido confrontado, se ha puesto a prueba, pero creo que si vemos lo que está ocurriendo, no lo estamos haciendo tan mal. Esta es la otra cara de Jano: se ha dado una sucesión presidencial después de una renuncia y se ha hecho con calma. Hay estabilidad, esto es una novedad. Yo acabo de publicar “Tiempo de guerra”, en el siglo XIX estas cosas no ocurrían, era una constante lucha por el poder. Luchas violentas, sangrientas, montones de presidentes, una serie de constituciones. Entonces yo creo que, pese a todo, hay motivos para celebrarnos. Y si estas celebraciones están bien encaminadas, pueden hacerte ver tus errores y ver cómo enfrentamos el reto de los próximos 100 años. Y dejar las estructuras institucionales para que eso funcione.

— ¿El diseño constitucional que tenemos para el funcionamiento de la democracia es adecuado? ¿Funciona?
Es un tema para esta discusión sobre el bicentenario. Este sistema híbrido entre presidencialismo y parlamentarismo que tenemos tiene al Poder Ejecutivo algo constreñido con una serie de candados. No permite que el Ejecutivo despliegue su poder como debería. Esto se entiende porque lo que teníamos antes de la independencia era el poder virreinal, que era omnímodo, autocrático, eventualmente brutal. Entonces, ante ello la primera generación no quiere darle el poder absoluto al presidente. Eso determina que el Legislativo esté permanentemente en nuestra historia queriendo avasallar, controlar, y el Poder Ejecutivo esté tratando de sobrevivir.

— ¿Estás planteando un retorno a un presidencialismo propiamente dicho, eliminando los elementos parlamentaristas de nuestra Constitución?
No, no, porque ya el sistema está en funcionamiento, pero yo creo que los actores tienen que entender que en aras de la institucionalidad tienen que lograr acuerdos básicos de gobierno.

— Pero la historia de nuestras constituciones revela que hay un ‘corsi e ricorsi’ entre constituciones que le dan más fuerza al Congreso y constituciones que fortalecen más al Ejecutivo, al presidente de la República.
La Constitución de Huancayo, con Gamarra, fue una respuesta ante la Constitución liberal que creaba un Legislativo con mayor poder, mayor control, que incluso promueve el triunvirato, que es la dispersión del poder. En un país geográficamente tan complicado, los conservadores plantean que es preferible que haya un poder central que pueda controlar el territorio, las facciones, pero nuevamente vuelven los liberales con la Constitución del 56, con Castilla, pero Castilla después cambia. En 1860, el conservador Bartolomé Herrera llama a tener algo moderado, porque darle el poder absoluto al Congreso era establecer los fundamentos de la anarquía.

— Entonces, sería interesante plantear la discusión constitucional actual en términos de esa discusión histórica. Por ejemplo, no se entiende cómo Fuerza Popular no ha sido capaz de reciclar la experiencia de los 90, planteando fortalecer el Ejecutivo, para asegurar desarrollo y orden y establecer el Estado legal en el territorio.
Exacto, hay lugares como Madre de Dios donde el Estado no existe. O sea, los mineros ilegales tienen el control de su territorio, asesinan a la gente que quieren, tienen tráfico de mujeres. Entonces, hay lugares donde el Estado todavía no ha sentado sus reales.

— En los 60 teníamos una especie de bipartidismo de cuatro partidos, pero eso fue interrumpido por la dictadura militar. Los partidos regresaron en los 80 ya golpeados, pero ese sistema se desintegró junto con la hiperinflación de Alan García. Ahora tenemos una multitud de partidos que no son partidos. ¿Cómo hacer para reconstruir un sistema de partidos?
¡Tenemos veinte candidatos para la Alcaldía de Lima! Debería abrirse la discusión de la construcción de partidos en serio y que esta fuerza ciudadana comience a encontrar sus espacios de expresión, porque vivimos un estado de paroxismo político permanente. Cuando surge el Partido Civil en 1871 con Manuel Pardo, él imagina un partido político nacional e innova todo cuando dice que este juego militar de golpes y de manipulación electoral ya no puede seguir, porque les hace mal a las instituciones. Entonces, lo que se necesita son esfuerzos consistentes en el tiempo. Manuel Pardo decía que un partido es algo que requiere trabajo.

— Paradójicamente, el único esfuerzo de construcción partidaria consistente en el Perú, en los últimos 15 años, ha sido Fuerza Popular. Pero es un esfuerzo que ha terminado perdiendo aceptación popular, que se ha arruinado en cierto sentido. ¿Cómo explicas eso?
Yo creo que ha perdido el norte y los problemas judiciales se le han cruzado. Hay una judicialización de la política, de modo que el poder no sirve para construir partidos, sino para defenderte de procesos judiciales. Y su problema es que carece de proyecto, de proyecto país. ¿Cuál es mi visión del país, cuáles son mis valores? Derrotar a la anemia o dar agua a todas las personas no es proyecto. Tener un proyecto ilusiona, entusiasma. No estás defendiendo al caudillo, estás defendiendo la idea.

— Pero la política peruana en general se ha convertido en un escenario de intercambio de ataques personales, de exclusiones mutuas, en lugar de intercambio de ideas. La trifulca es la excusa perfecta para no tener que pensar.
Exacto. La trifulca lo que te permite es evadir lo importante. En congresos anteriores se citaba a los clásicos, se debatía. Ahora están ensimismados con el celular y no se saben escuchar unos a otros. Hay que volver a inyectar ideas en la política.

— Para eso habría que recuperar para la política a la élite académica, empresarial, profesional del país. ¿Cómo?
El problema es que la trifulca en la política espanta, te denuncian por cualquier cosa. Uno de los símiles del siglo XIX es la idea del palo ensebado: poner un palo cubierto de grasa para que los que suban se caigan, y los espectadores aplauden a los que se van cayendo. El modelo de nuestra política es la trifulca y el palo ensebado. Es una política muy destructiva.

— Fuerza Popular ha decaído por su falta de proyecto, pero algunos advierten que el antifujimorismo es también visceral, quisiera eliminar al fujimorismo del escenario político.
Bueno, yo creo que el antifujimorismo es un sambenito, colgarle a un grupo disperso que se une por una serie de razones, entre las cuales está lo que hizo Alberto Fujimori en los 90. Se le quiere dar una personería que no tiene.

— Es una actitud…
Sí, es una actitud, pero tiene ideas que son notables. Como, por ejemplo, toda esta idea de ciudadanía, que ha recibido muchísimas burlas, la manera como se trata despectivamente a los cívicos, por ejemplo. Yo sería una cívica en ese esquema. ¿Por qué? Porque yo defiendo el papel de la ciudadanía, defiendo la idea de que si existe una situación que se puede resolver, tienes derecho a ir a la calle. Acuérdate que el protectorado cae en 1822 porque el cabildo de Lima sale a la calle para expulsar a Monteagudo, que quería manipular las elecciones. La opinión pública y la protesta en la calle tienen un papel importante en la construcción de la República. Entonces, yo defiendo los aspectos positivos de este antifujimorismo, que muchas veces va empujando el proceso político y social.

— ¿Fuerza Popular mantiene el autoritarismo de Fujimori? Ya ha participado en varios congresos y procesos electorales.
Lo que pasa es que el comportamiento de Fuerza Popular irrita. Irrita, por ejemplo, la defensa de Yesenia Ponce a como dé lugar. No la hubieran castigado si no hubiera habido presión. Y te muestra que no son capaces de realizar una crítica interna, porque se trata de tener el poder totalmente bajo tu control, porque si te sacan a Yesenia Ponce te están quitando un voto. No se piensa en la institucionalidad, sino en la defensa de la corporación. Yo creo que eso irrita a los antis muchísimo.

— Después de Fujimori, a partir del 2000, las fuerzas democráticas montaron un proyecto de reconstrucción institucional. Por ejemplo, eliminaron la reelección presidencial, descentralizaron el poder e instalaron la Ceriajus para planificar la reforma judicial, que finalmente no se hizo. Pero el resultado de todo esto ha sido, por el contrario, una suerte de descomposición institucional.
Exacto. ¿Qué pasó en estos 18 años de democracia? Este sería quizá el momento del mea culpa de los antis. Es un mea culpa que tenemos que hacer todos, incluida yo. O sea, ¿a quiénes hemos elegido? Primero a Toledo y el hombre simplemente se fue, desapareció, luego de recibir una coima enorme. Después a Alan García, que le toca el pico económico global. Y después a Humala y vemos lo que ha pasado con Humala. Es un problema de liderazgos. Lo que pasa es que estos antis no crean su propio partido. ¿Por qué ellos no crean su propia democracia interna y eligen a sus candidatos en lugar de coger al primero que aparece en el escenario?

— Con tal de que no gane Keiko...
Exacto, y lo que crean es una enorme frustración al país, ¿no? Porque la vergüenza de un presidente que se escapa por el Jorge Chávez y luego el juicio contra Ollanta Humala por Madre Mía, que es grave. Entonces, esa energía hay que volcarla en crear partidos con democracias internas y no endosarle tus votos a un aventurero para que tengamos que seguir diciendo que todas estas reformas, que se inician luego de la autocracia, no nos han conducido más que a este disparadero, que es descubrir que el Poder Judicial está secuestrado por una banda de hampones.

“Lo que el Perú necesita es una burocracia profesional”

–Ahora seguimos en cierta medida con lo que Basadre llamaba un Estado empírico. ¿Cómo construimos un Estado en forma? El paradigma que se ha impuesto en la reforma del CNM es la meritocracia, que habría que aplicarlo en el Estado a todo nivel. Es difícil porque la tradición colonial era patrimonialista. Recién la Constitución de 1856 establece que los empleos no son en propiedad, pero no se repite en la de 1860.
Exacto, bien colonial, bien virreinal, ¿no? Es bien interesante que esta discusión camino al bicentenario nos traiga un vocabulario y un conjunto de conceptos que son del siglo XIX, entre ellos el mérito. Porque los primeros constituyentes están luchando contra la sociedad de privilegio. Toribio Rodríguez de Mendoza, Faustino Sánchez Carrión representan el mérito. Ellos son abogados del Convictorio de San Carlos, pero son los desplazados del sistema. Hipólito Unanue es otro ejemplo de excelencia. Entonces, en el 56 se replican conceptos que se han discutido en el 22. Significa que 34 años después “el sistema virreinal sigue en nuestras cabezas”, como decían muchos de los actores del siglo XIX. Dueños del cargo eran el corregidor, todas estas autoridades coloniales. No eran los mejores, sino los mejores amigos, como diría el juez sinvergüenza. Volver al mérito es clave, al mérito republicano. Porque yo creo que aquí en el Perú hay mucha inteligencia, hay gente muy preparada, pero no tiene oportunidad porque hay un sistema de copamiento. Los audios de la vergüenza son una fotografía de cómo funciona el sistema: contrato al amigo para que vote como yo quiero. Ahí se acabó el currículum vitae, ahí se acabaron los doctorados.

Mérito republicano, buena frase.
Y eso supone también implantar la evaluación permanente, como ocurre, por ejemplo, en el caso mío en la universidad. Cada cierto tiempo miran qué publico, qué cosa estoy produciendo. Esa evaluación permanente te hace competitivo. Tienes que estar permanentemente innovando.

–Sí pues, ese es en realidad el gran cambio. Ahora, vinculado a esto está el asunto de que no hemos terminado de construir un Estado legal implantado en el territorio, no hay imperio de la ley.
Lo que el Perú necesita es una burocracia profesional, que la máquina del Estado logre seguir funcionando a pesar de los cambios presidenciales. La Guerra del Pacífico no la gana el Estado Chileno, la ganan sus burocracias, sus burocracias de expertos, en la diplomacia, en el ejército. La burocracia es la savia del Estado. Pero esa burocracia no puede ser de mis mejores amigos, tiene que ser de los expertos, pero burócratas que tengan los valores insertados en la cabeza: que al Perú no se le roba, al Perú se lo respeta, se lo quiere, se cuida su presupuesto. Elementos de la tradición republicana que significan que el bien común se sobrepone a los intereses personales.

–Necesitamos una gran capacitación en valores republicanos.
Exacto. Necesitamos revivir los valores republicanos.