Kuczynski y Zavala hubieran evitado llegar a la actual situación de entrampamiento político del gobierno y del Estado si es que comenzaban por hacer un firme deslinde del desbarajuste heredado de Humala. (Foto: Sepres)
Kuczynski y Zavala hubieran evitado llegar a la actual situación de entrampamiento político del gobierno y del Estado si es que comenzaban por hacer un firme deslinde del desbarajuste heredado de Humala. (Foto: Sepres)
Juan Paredes Castro

Que Ollanta Humala termine en la cárcel, prácticamente comiendo del plato de Kenji Fujimori, es un ridículo más de quien ahora es acusado de la misma corrupción que condenó y prometió liberarnos desde el Gobierno.

Pero que y insistan en comer del plato que Humala y Nadine Heredia les dejaron el 28 de julio del 2016, con su contenido tóxico de déficit fiscal y desgobierno, es un ridículo de marca mayor que lo primero que nos hace ver es que no tenemos la menor estrategia política para enfrentar las grietas coyunturales y estructurales que se ensanchan cada vez más.

La alerta del 43% de anemia en menores de 3 años en el Perú, puesta dramáticamente en blanco y negro en los últimos días por Carmen Burbano de Lara, representante del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas e impulsora de Hambre Cero, también de la ONU, pone sobre el tapete un problema de salud pública gravísimo, que no se esconde solo detrás de la pobreza, sino de capas sociales inclusive económicamente favorecidas.

Cuántas cosas más ignoramos, tales como la real dimensión de la impune infiltración terrorista en el aparato estatal.

Solo Kuczynski y Zavala saben por qué tuvieron que ser tan políticamente ingenuos y complacientes con la mesa servida de los Humala-Heredia, en la que el plato de fondo (mantener programas, ministros, viceministros y demás funcionarios, al margen de que fueran o no eficientes) no pasado por refrigeración adecuada, acabaría en el horroroso ‘calentado’ que ahora explota en el estómago del gobierno y también del país.

La huelga magisterial es parte del plato descompuesto de los Humala-Heredia. Recuérdese que con su ministra Patricia Salas (a la que después echarían a la calle) desarmaron cinco años de experiencia educativa meritocrática y salarial del gobierno de Alan García. El ministro Jaime Saavedra, eminentemente tecnócrata, se encargaría, tiempo después, de atar los cabos sueltos que pudo, mientras que las dirigencias sindicales radicales, en la narices de su sucesora, Marilú Martens, también tecnócrata, pasaban a controlar políticamente los humores, intereses e insatisfacciones magisteriales, como hasta ahora.

Kuczynski y Zavala hubieran evitado llegar a la actual situación de entrampamiento político del gobierno y del Estado si es que comenzaban por hacer un firme deslinde del desbarajuste heredado de Humala. Luego tenían que haber reemplazado los cuadros tecnocráticos y políticos del régimen anterior por los suyos propios y convertido el Gabinete Ministerial en un ámbito de trabajo: 1) menos propio de amigos del presidente difícilmente removibles de sus puestos y 2) más ducho en el manejo de la política y en el trato, más inteligente que confrontacional con el fujimorismo.

Lamentablemente, hemos llegado a un punto crítico, insostenible, en que gobernantes y gobernados, aunque tengamos vergüenza de reconocerlo, seguimos comiendo del plato de Humala.

No tenemos estrategia de salida a la crisis política actual porque, entre otras cosas, el presidente, al negarse a cambiar su Gabinete, como sí lo haría en su caso cualquier mandatario civilizado del mundo, se niega a que el gobierno pueda gobernar. Así de sencillo.

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