Choque y fuga de poderes en el Congreso [CRÓNICA]
Choque y fuga de poderes en el Congreso [CRÓNICA]
Fernando Vivas

La democracia aprende a golpes y no necesariamente de Estado. Por ejemplo, nuestro sistema electoral era de una sola vuelta hasta que en el primer gobierno de (1963-1968) sufrimos el trauma de un Congreso de obstruccionista mayoría opositora. Y esa fue una de las razones para instaurar la segunda vuelta en la Constitución de 1979.

Además de lograr un sufragio más meditado, el ‘wishful thinking’ de las dos vueltas es que, aun si el ganador mete una pequeña bancada en la primera y única vuelta parlamentaria, las alianzas que haga para la segunda vuelta se prolongarán en el Congreso, para bien de la gobernabilidad.

Pero la historia nos trajo otras sorpresas. La crisis de los partidos hizo bancadas tránsfugas que hicieron perder la mayoría al oficialismo en plena gestión como pasó a Toledo y hoy pasa a Humala. La única receta para salir del impasse es vieja y genérica: concertar.

REVANCHISMO
Belaunde ganó con poco margen, 39%, las elecciones de 1963. La pica aprista fue mayúscula y, en parte, comprensible, pues en el 62 Haya rozó el triunfo, pero AP alegó un fraude parcial por confusas razones técnicas y las Fuerzas Armadas antiapristas golpearon para convocar nuevas elecciones.

Entonces, el Apra se alió con el odriismo y dio dura batalla a Acción Popular. Para que no me acusen de pro AP, cito la autocrítica de Alan García en “90 años de aprismo” (Titanium Editores, 2013, pág. 137): “El partido, en una actitud equivocada, trabó alianza con el sector más conservador del Parlamento, la UNO [...], para enfrentar proyectos o censurar a los funcionarios de Belaunde. Este revanchismo no fue electoral ni políticamente afortunado, por cuanto la población dio sucesivos triunfos al gobernante [FBT] en las elecciones municipales, quien astutamente aprovechaba ese error aprista para victimizarse y declararse obstaculizado por el Congreso y los apristas”.

Un Gabinete entero, el de Óscar Trelles, fue censurado en 1963; acción de envalentonada oposición que no volvimos a experimentar hasta marzo de este año con la censura al Gabinete de . Muchos ministros fueron censurados individualmente, alegando cargos rebuscados, como pasó a Francisco Miró Quesada Cantuarias, entonces ministro de Educación, quien, tras responder al pliego interpelatorio, pronunció una frase que lo resumía todo: “Ahora, señores, cumplan con su consigna”.  

Busqué a Francisco Belaunde Terry, hermano menor del  ex presidente, hoy de 91 años. Su memoria es prodigiosa, pero me pide no citarlo. Tras la conversación, percibo la ironía de esos años 60 que pudieron ser políticamente maravillosos y no lo fueron: tras varias temporadas de bulla parlamentaria, el Gabinete de Oswaldo Hercelles y el ministro de Economía Manuel Ulloa por fin lograron un entendimiento con la oposición. Pues eso no fue obstáculo para que Juan Velasco, pretextando razones de dignidad ante la International Petroleum Company, y de gobernabilidad, perpetrara un golpe.

Tras la conversación con Paco Belaunde, que se extendió a otros períodos, me queda la lección de que el ruido opositor no es solo negativo como mero obstruccionismo, pues siempre hay posibilidad de pactar grandes acuerdos; sino que puede ser usado por terceros como pretexto para golpear o para azuzar el espíritu antipolítico.

DISOLVER, DISOLVER
El segundo gobierno de Belaunde y el primero de García tuvieron cómoda mayoría. Fujimori tuvo el respaldo aprista en un inicio, pero lo perdió rápidamente. El PPC tomó la presidencia de las dos cámaras. Su oposición no era tan dura –no había razón de fondo para que lo fuera– cuando Fujimori y Montesinos usaron la coartada de un Parlamento grande y destructivo, para disolverlo. El trauma de la oposición sesentera sirvió a esa dupla corrompida, para dar respaldo popular al autogolpe.

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