“La hoguera de las vanidades”, el título de una de las novelas del famoso periodista norteamericano Tom Wolfe, le cae siempre, como anillo al dedo, a lo que se conoce como la clase política peruana. Antes de Fiestas Patrias, el próximo 26 de julio, los parlamentarios deberán elegir la última Mesa Directiva del Congreso que acompaña el período gubernamental de Ollanta Humala.
A pesar de la peligrosa debilidad que ostenta el gobierno, sectores de la oposición insisten en ir divididos, dejándole espacio al oficialismo para que vuelva a ganar.
Hace más o menos un mes, en un esfuerzo destacado, congresistas independientes agrupados en pequeñas bancadas, los del PPC, los del Apra y los de Fuerza Popular, se reunieron para ponerse de acuerdo y postular a Luis Iberico a la presidencia del Congreso. Los fujimoristas, incluso, se mostraron dispuestos a renunciar a su derecho –son actualmente la fuerza mayoritaria en el Parlamento– de ocupar alguna vicepresidencia.
Para los que pensamos que la política es el arte del consenso, creemos en la reconciliación después de que la justicia haya hecho lo suyo, y apreciamos la voluntad de avanzar anteponiendo envidias y rencores; la negociación traía consigo mucho valor. Iberico, el parlamentario que hace 15 años consiguiera el primer ‘vladivideo’, y pusiera en jaque a Montesinos y a la re-reelección de Alberto Fujimori, se sentaba ahora a conversar con los fujimoristas a los que tanto había fustigado, con tal de encontrar una alternativa que le diera al Congreso y al país viabilidad política.
Una semana después, sin embargo, la bancada de Yonhy Lescano, los toledistas y los seguidores de Castañeda Lossio, propusieron a Víctor Andrés García Belaunde y a una mesa directiva que, de ninguna manera, incluyera ni al Apra ni a Fuerza Popular. Y, hace dos días, Martín Belaunde Moreyra de Solidaridad Nacional, simplemente se lanzó solo.
Ahora la oposición tiene tres candidatos y ninguna posibilidad, porque si va fraccionada, el nacionalismo y sus diezmados aliados le volverán a ganar. Una vez más, la vanidad que consume algunas de las cabezas de las fuerzas que están en el Parlamento se antepone a la responsabilidad que cada congresista debe tener con el Perú y con la democracia.
Si el año pasado la oposición se hubiera unido, le hubiera evitado al país un año entero de Solórzano y sus billeteras y su genuflexa actitud palaciega y su protección a ‘Pinocho’ Yovera. Gracias a la elección de la favorita de Nadine Heredia en julio del 2014, el Congreso ha ganado el último año más desprestigio y se ha vuelto todavía más impopular; pero sobre todo ha dejado de discutir en el pleno y derivar a la fiscalía informes fundamentales como el que arrojó la Comisión López Meneses.
En tiempos corruptos y violentos, como los que atravesamos, el Congreso debe servir de pararrayos para garantizarle a la ciudadanía una transición serena hacia la etapa electoral. La inversión y hasta el consumo interno aguardan la estabilidad política que promete la elección, en paz, de un nuevo gobierno.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) julio 1, 2015