“Si alguna vez Richard Javier Cisneros Carballido, el histriónico personaje que ahora todos los peruanos conocemos y reconocemos simplemente como Richard Swing, se propuso pasar el umbral de la fama a cualquier precio o a cambio del ridículo superlativo, puede estar seguro de que lo consiguió en el año de la pandemia. Y fue la pandemia la que visibilizó otro virus, uno silencioso, letal e incontrolable en el primer círculo de colaboradores de confianza del presidente de la república. Los síntomas de ese virus se empezaron a propalar sigilosamente, dentro y fuera de los pasillos de Palacio de Gobierno, ayudados por delaciones e impulsados por filtraciones desde adentro, hasta producir una crisis política y un escándalo mediático sin precedentes con epicentro en la cápsula presidencial. Martín Vizcarra incubó ese virus y no pudo tener la vacuna para controlarlo: el letal virus de la corrupción terminó arrasando con sus mujeres y hombres de más confianza, y erosionando su presidencia fáctica.
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Junto con las escenas de profundo dolor, miedo y desasosiego producidas por los miles de fallecidos y contagiados con el nuevo coronavirus, en el año de la pandemia, los peruanos hemos asistido también a un penoso espectáculo: el de conocer, casi semana a semana, los intersticios de un affaire que tiene ingredientes de todo tipo: políticos, judiciales y faranduleros. El affaire Swing acaparó muchas horas en los noticieros y programas de fin de semana de la televisión abierta y de cable, millones de caracteres en los medios digitales y redes sociales, y mucha tinta, a blanco y negro y a color, en los periódicos y revistas impresos. Capítulo a capítulo, como si se tratara de una telenovela mediocre o una serie mal hecha para Netflix, el protagonista de este obsceno caso de corrupción con fondos del Estado salía con una versión más estrafalaria que otra para intentar explicar lo inexplicable. O para inocular una narrativa inverosímil tratando de distraer la atención de lo importante. O simplemente para banalizar una grave denuncia hasta el paroxismo. Al presidente Vizcarra le pasaba lo mismo: nunca supo dar una explicación coherente y creíble sobre la naturaleza de estos servicios pagados con fondos públicos. Aunque la delación a Swing vino de lo que en política se llama «fuego amigo», fueron los periodistas de investigación de algunos medios los primeros en hallar los detalles indignantes de este extraño caso de tarjetazo por orden del más alto nivel del poder. Fue recién después del escándalo mediático que se sumaron a las pesquisas una fiscal anticorrupción, un equipo de auditores de la Contraloría y hasta la Comisión de Fiscalización del Congreso —que para suerte de Vizcarra estaba presidida por Edgard Alarcón, el excontralor general de la república, descalificado para liderar una acción de control político de esa naturaleza por sus antecedentes delictivos—. Antes que ellos, la prensa había informado que Richard Cisneros cobró, de los fondos de un sector con poco presupuesto y muchas carencias, 175 400 soles en nueve órdenes de servicio otorgadas por el Ministerio de Cultura entre los años 2018 y 2020 con la anuencia de seis sucesivos ministros. Quedó claramente establecido que la buena estrella de Swing en el sector público había empezado desde que Martín Vizcarra asumió la Presidencia del Perú en marzo del 2018. Los nueve contratos de servicios comprometían a Richard Cisneros a entregar 21 productos al Ministerio de Cultura; sin embargo, los auditores de la Contraloría encontraron que el afortunado y autodenominado artista, coach y deportista de alta competencia solo entregó el 5% de estos productos. El otro 95% nunca existió. Además, la revisión exhaustiva de los contratos descubrió que el cantante se había dado maña para apropiarse de productos culturales ajenos, presentar videos de sus canciones, previamente grabados por él, como parte del trabajo al Ministerio de Cultura y hasta se inventó eventos que nunca se realizaron para estafar al erario de manera grosera porque su tarjetazo venía de alguien muy poderoso.
Si bien el escándalo Swing se inició por la indignación de ver cómo la gestión de Vizcarra se había convertido en un fondo inacabable para dar trabajo a los amigos y a la parentela palaciega, terminó provocando una crisis política. La impericia delatora con la que se manejó este affaire en Palacio de Gobierno fue tal que no solo provocó la detonación del primer círculo de confianza de Martín Vizcarra, sino que generó una fallida vacancia presidencial por «incapacidad moral permanente». La investigación fiscal arrastró a una decena de funcionarios públicos de menor rango que perdieron su libertad por algunos días. Algunos servidores públicos, quienes no supieron negarse ante tanta felonía o se vieron obligados a firmar documentos avalando el timo, perdieron su empleo y fueron sometidos al escarnio público con allanamientos a sus moradas y exhibidos con chaleco de detenido y manos esposadas. Los viejos adagios de «justos pagan por pecadores» o «la pita se rompe por el lado más débil», materializados en una sorpresiva acción fiscal, abrieron la posibilidad de que los imputados levantasen la mano, contasen la verdad y dejasen de perjudicarse por seguir con ese pacto tácito y perverso de la administración pública de no cuestionar las decisiones de los poderosos por temor a sufrir represalias. La fiscal Janny Sánchez-Porturas Ganoza de Curotto, quien diligentemente investiga este escándalo, no solamente tiene confesiones sinceras de los trabajadores de carrera embarrados por las tropelías de Swing, sino también pedidos de funcionarios de más alto rango para acogerse a la legislación de colaboración con la justicia para decir la verdad a cambio de reducir sus penas. Un escenario que ni Swing ni su poderoso cómplice y protector imaginaron nunca, ni en sus peores noches de pesadilla.
Por esas confesiones en la investigación preliminar de la fiscal Sánchez-Porturas, ahora sabemos que Swing es un avezado personaje capaz de llegar al entorno más alto del poder de turno como sea, que no tiene miramiento alguno en mentir, apropiarse de propiedad intelectual ajena, sorprender a experimentados funcionarios públicos y saber enrollar a los más débiles y angurrientos para administrar secretos que lo conviertan en privilegiado, protegido o incluso intocable. Su poder emana de sus secretos, de sus diligentes servicios, de lo que hizo o sabe o comparte; de su complicidad, que puede convertirse en delación. Solo así se puede explicar por qué un personaje de estas características pudo ser contratado por seis sucesivas gestiones en el Ministerio de Cultura. Por qué su caso era un secreto de Estado en los pasillos de Palacio de Gobierno mientras Vizcarra era el inquilino mayor. Por qué pertenecía al círculo exclusivo de personas que podían ingresar con teléfono celular a la cápsula presidencial, el lugar reservado única y exclusivamente para el presidente. Por qué hay sospechas fundadas de que partidas secretas para la inteligencia policial terminaron en sus bolsillos a través de un hombre de confianza de Vizcarra. Por qué se ordenó borrar miles de correos electrónicos del servidor del Despacho Presidencial para desaparecer las evidencias de sus ingresos subrepticios, negados pero reiterados a la oficina del jefe del Estado. Era tan importante resguardarlo para que el presidente citara a los principales colaboradores a su oficina en una reunión, de la que quedó un registro sonoro, donde se acordó cómo iban a engañar a la Fiscalía y al Congreso mintiendo para blindar a Swing y al presidente. Pudo ser tan importante como para desatar los celos y enconos de la incondicional Mirian Morales, apodada la «Elena Iparraguirre» del presidente Martín Vizcarra. Era verdad que Vizcarra lo conocía apenas desde la campaña electoral del 2016. ¿Qué hay detrás del extraño caso del doctor Swing y el señor Vizcarra?
El affaire Swing está siendo investigado por el Ministerio Público y está descontado que terminará judicializado. Hay una serie de artículos del Código Penal que varios funcionarios públicos han violado flagrantemente, empezando por el expresidente Vizcarra, y otros delitos que calzan en la actuación de Richard Cisneros, que no es funcionario público. Sin embargo, el cúmulo de interrogantes que flotan entre los ciudadanos no necesariamente son de interés de la justicia, aunque su esclarecimiento podría explicar mejor un patrón de conducta del vacado expresidente. Una indagación pormenorizada en muchas fuentes, en Lima y Moquegua, nos ha permitido reconstruir la relación siamesa entre Richard Cisneros y Martín Vizcarra.
El inicio del Swing
El abogado Freddy Manuel Valdivia Valdivia recuerda que, en noviembre del año 2012, cuando era secretario general del Gobierno Regional de Moquegua, le llamó la atención el nombre de un artista en el paquete de cantantes que ofrecía el periodista Oscar Vásquez Zegarra para el gran evento artístico que todos los años se organiza en Moquegua el 25 de noviembre, el día de la ciudad. Lo recuerda nítidamente porque su nombre artístico era inusual: Richard Swing. Valdivia dice que no se aceptó la propuesta de Vásquez de llevarlo ese año a Moquegua como cantante porque el género musical que ofrecía interpretar Swing era criollo, mientras que sus paisanos siempre preferían las baladas del recuerdo para el espectáculo central por el día de la ciudad. Ese año, el 2012, los más solicitados fueron los imitadores de los mexicanos José José y Juan Gabriel del exitoso programa de Latina Yo soy, quienes fueron aplaudidos efusivamente en la plaza principal de Moquegua. Valdivia afirma que para el presidente regional Martín Vizcarra era muy importante el éxito de este show, porque de la calidad del espectáculo que organizaran dependía el cariño o las simpatías que le granjeaban sus paisanos. El mismo Vizcarra le había dado la instrucción de que todo lo coordinara con Oscar Vásquez, el periodista moqueguano residente en Lima que, años más tarde, se convertiría en uno de los pocos integrantes de la «Muralla Moqueguana», una suerte de guardia pretoriana de Vizcarra en la Presidencia de la República; pero que desde aquella época formaba parte de su primer círculo de confianza, aun viviendo en Lima.
Freddy Valdivia nunca más volvió a saber de Swing porque al poco tiempo dejó de trabajar en el Gobierno Regional de Moquegua. Tuvieron que pasar ocho años para que Valdivia escuchara nuevamente ese peculiar nombre artístico, esta vez no en una propuesta de espectáculo, sino como protagonista de una trama rara que involucraba a su exjefe Vizcarra y al hombre de confianza de este que hacía ocho años fungía de manager de cantantes e imitadores, además de entusiasta defensor radial de Vizcarra.
Valdivia colige que Vizcarra conoció a Swing a través de Oscar Vásquez, un exlocutor de radio que se fue ganando poco a poco la confianza de Martín Vizcarra, dando muestras de su lealtad durante los cuatro años de su gobierno en la región. Vásquez tenía un espacio reservado de lunes a viernes en Radio Americana, la emisora radial de mayor sintonía en la zona, para dar opiniones de coyuntura política regional. Obviamente, siempre sus comentarios eran elogiosos para el gobierno que presidía Vizcarra. No solo defendía su gestión, también atacaba a sus eventuales detractores, de ser necesario. Las loas radiales diarias de Oscar Vásquez no eran gratuitas; todos los meses se le hacía llegar hasta Lima un sobre con dos mil soles en efectivo. Fue la única condición que puso, recuerda Valdivia, cuando trae a colación el papel de este enigmático narrador de fútbol radial, editor de video en un canal de señal abierta en Lima y esporádico columnista, que en el año de la pandemia terminó enmarrocado por el affaire de su amigo Richard Swing, pocos meses después de someterse a una operación de alto riesgo al corazón, a pecho abierto, que casi le cuesta la vida.
Vásquez acompañó a Martín Vizcarra en la campaña electoral del 2016, cuando el expresidente regional se convirtió en jefe de campaña del partido PPK en la segunda vuelta disputada con el fujimorismo. Los testimonios de los que participaron activamente en la campaña de PPK coinciden en señalar que, siendo anecdótica la presencia de Swing en la segunda parte de la campaña, esta solo fue posible porque Vizcarra lo llevó e insistió para que cantara en los mítines finales. Ha quedado registrado para la posteridad la intervención menor de Richard Swing en los últimos actos proselitistas de Pedro Pablo Kuczynski, especialmente en Arequipa. Los selfies colgados profusamente en sus cuentas de redes sociales demuestran que, en esa campaña, Swing no perdió la oportunidad de retratarse con todos los personajes importantes del partido que disputaba el gobierno central: selfies en los pasillos de un avión, arriba de la tarima antes y después de su empalagosa presentación, abajo confundido con el público. El autoproclamado «Doctor Honores Causa» (sic) no perdía la menor oportunidad de acumular retratos que, pensaría, después iba a mal utilizar. Como, de hecho, lo hizo.
César Caro Jiménez, un experimentado sociólogo, periodista y analista político, que fue parte del equipo de asesores de Martín Vizcarra en el Gobierno Regional de Moquegua y en los primeros meses de su gestión como primer vicepresidente, recuerda un encuentro casual con Richard Swing y Oscar Vásquez. Sucedió una noche de junio del 2016, cuando Peruanos Por el Kambio ya era el partido electo. Caro regresaba caminando al hostal donde se hospedaba en Lima por esos días, previos a la toma de mando del gobierno de PPK, a la altura del Centro Comercial Risso, en Lince, vio a un atribulado Oscar Vásquez, al que conocía y era su paisano, amigo y colega, en compañía de un personaje que le llamó la atención por su cabello teñido, su vestir andrógeno y sus movimientos de manos. Nunca antes lo había visto con su amigo. Ambos, Vásquez y el extraño acompañante, se detuvieron frente a Caro y el locutor se lo presentó simplemente como Richard. Vásquez le confesó a Caro que esa noche iban a hacerle un homenaje a Martín Vizcarra por su elección como primer vicepresidente, con peña criolla y entrega de recuerdos; que el personaje que acababa de presentar era uno de los cantantes del espectáculo. Lo invitó a quedarse porque le dijo que al rato llegaba Martín Vizcarra. Le enseñó unos diplomas firmados por Vizcarra que, supuestamente, se iban a entregar a los asistentes. Caro dice que no se quedó para el show ni para confirmar si Vizcarra llegaba o no. Sí le llamó la atención no solo el acompañante de su amigo Oscar, sino el evento mismo, organizado para agasajar a una autoridad electa con diplomas y recuerdos de por medio. Cuando Swing salió a la palestra, descubiertos sus contratos, la prensa de investigación pudo reconstruir eventos parecidos al que César Caro se encontró por casualidad. El programa dominical Punto final de Latina reconstruyó otra actividad similar, organizada por Richard Swing y Oscar Vásquez, en las Fiestas Patrias del 2016, a pocas horas antes de que Vizcarra jurara como primer vicepresidente. Se llamó «Serenata al Perú con Richard Swing» y se anunciaba como invitado de honor a Martín Vizcarra, además de alardear que, supuestamente, todo lo recaudado en el espectáculo iría a favor de los niños enfermos de cáncer en extrema pobreza. El local era el «MK Rumba», ubicado en la avenida Arenales 1746, Lince, el mismo lugar al que César Caro vio ingresar a Swing y Vásquez unas semanas antes. Al igual que el anterior, se ofrecían a los participantes diplomas firmados por Vizcarra. El reportaje de Punto final presentó el testimonio de Yamandú Blaka, director de la orquesta Kallao Salsa, que esa noche animaba el show organizado por Swing. Se les prometió la presencia de Vizcarra, pero este nunca llegó. Sí se les entregó un diploma firmado por Swing y supuestamente por el entonces primer vicepresidente. La versión oficial del despacho presidencial para ese reportaje fue que Vizcarra nunca había firmado certificado alguno para este tipo de espectáculos, pero no se pronunció sobre la participación del asesor presidencial Oscar Vásquez en las raras actividades de Swing en el 2016. El portal digital de periodismo de investigación El Foco consiguió el diploma en original y lo sometió a un peritaje grafotécnico con el experto Augusto Arbaiza Ramírez, quien concluyó que la firma no era de Vizcarra, sino de Oscar Vásquez. Este tipo de eventos inusuales, que pueden constituir la comisión de delitos como tráfico de influencias y contra la fe pública, refuerzan la teoría de la pretérita amistad o sociedad de Vásquez con Richard Cisneros. Y que también ha sido Vásquez el que ha presentado a Cisneros con Martín Vizcarra por lo menos desde el 2012, año en que Vásquez lo ofrecía como artista para la gala de Moquegua. Swing y Vásquez se conocieron cuando el periodista fungía de representante o manager de imitadores y cantantes que buscaban presentaciones en provincias.
Richard en Palacio
Una vez en el gobierno el partido Peruanos Por el Kambio, nadie recuerda haber visto a Richard Swing merodeando por Palacio de Gobierno mientras Kuzcynski fue presidente. Sin embargo, exhaustivas revisiones periodísticas a los portales de transparencia del Ministerio de Transportes y Comunicaciones han encontrado visitas del personaje al entonces ministro Vizcarra. Todo indica que ha sido una relación propiciada por Oscar Vásquez e iniciada cuando Vizcarra era presidente regional, continuada en campaña con cierta participación del personaje, pero afianzada desde el 2016 en adelante. El mismo Salvador del Solar ha recordado que, cuando era ministro de Cultura, en el año 2017, Vizcarra en su condición de primer vicepresidente le pidió que atendiera a Swing para que le explicara probablemente sus exóticas ideas de inútiles servicios que, finalmente, materializó después que Vizcarra se ciñera la banda presidencial. Del Solar ha explicado a la prensa que lo atendió por breves minutos y le recomendó que estuviera atento a las convocatorias del Ministerio de Cultura, para que postulara a ellas. Por supuesto, Swing nunca se presentó a trabajos meritocráticos: estaba esperando el momento oportuno del tarjetazo.
Otro signo inequívoco de la relación fluida que tenía Vizcarra con Swing es el grado de confianza que había logrado con su secretaria personal Karem Roca Luque, la mujer incondicional de Vizcarra hasta que llegó Mirian Morales. Hay una escena relatada por uno de los asesores más cercanos de Vizcarra que describe el poder que había llegado a tener Swing con el presidente de la república. Y que, todo indica, es la génesis de las delaciones y puñaladas en el primer círculo de confianza de Vizcarra, que terminaron con los latrocinios de Swing, con los asesores presidenciales y, finalmente, incubaron la vacancia del presidente fáctico. Todo se inició con fuego amigo, con un mortero para ablandarlo. Pero terminó siendo un mísil que acabó con todos.
Esta trama, que parece el desenlace de una telenovela venezolana con guionista alucinado, empezó el lunes 18 de mayo cuando Ricardo Cisneros, con esa seguridad que le daba ser el dilecto amigo del presidente, visitaba en su despacho a la ministra de Cultura Sonia Guillén Oneeglio. Recuerda una asesora de la ministra que ella estaba preocupada porque, a más de dos meses de haberse iniciado el confinamiento obligatorio, el MEF no le aprobaba su plan de apoyo y subsidio a las industrias culturales, tan afectadas en las primeras semanas de la pandemia. Las críticas que recibía la ministra Guillén por esta aparente pasividad en reaccionar frente al cierre total de las actividades culturales eran intensas y cada vez más subidas de tono en medios y en los círculos de las industrias culturales. Ella estaba preocupada.
Como Cisneros alardeaba de su supuesta amistad entrañable y de confianza con el presidente de la república, la ministra Guillén se atrevió a comentarle su preocupación y le pidió que interpusiera sus buenos oficios para que el presidente agilizara la ayuda a la cultura peruana en tiempos de pandemia. Hizo referencia a su condición de artista y compositor. Le pidió, concretamente, que el presidente hablase con la ministra de Economía, María Antonieta «Toni» Alva, para que aprobara su plan de mitigación, que significaba una asignación presupuestal adicional de 50 millones de soles. Richard Cisneros, no se sabe si por querer demostrar su poder con Vizcarra o para ganarse la confianza de la ministra que, finalmente, era la que aprobaba y pagaba por sus inexistentes servicios, cogió su teléfono celular y llamó inmediata y directamente al presidente de la república. La testigo relata que, para sorpresa de los presentes, este le contestó y se trataron con mucha confianza, de Martín a Richard. La asesora de la ministra presente en la conversación sostiene que, aunque la llamada telefónica fue rápida, silente y parca de parte de Vizcarra, Swing le explicó que estaba en el despacho de la ministra y le pidió que se apoyara lo antes posible al sector cultura con argumentos demagógicos. Antes de concluir esbozó una sonrisa. Colgó el teléfono y le dijo a la ministra Guillén:
—El presidente dice que hoy mismo lo firma la ministra Toni.
Y así fue.
Tratándose de una ampliación presupuestal, la norma que autorizaba este desembolso para el Ministerio de Cultura tenía que ser un Decreto de Urgencia. Esta norma excepcional debería ser aprobada por el Consejo de Ministros, previa sustentación de las ministras de Cultura y de Economía y Finanzas. Esa misma tarde del 18 de mayo le informaron del MEF a la ministra Guillén que debía preparar su sustentación para la mañana del miércoles 20 de mayo, el día del próximo Consejo de Ministros. Guillén entendió el poder real, fáctico y directo de Richard Javier Cisneros Carballido, alias Richard Swing. En parte, ese mismo poder fue el que lo hizo caer.
Como se lo prometió a Richard Cisneros el presidente Vizcarra, el Decreto de Urgencia N.° 058-2020 [1], que aprobó una partida extraordinaria de 50 millones de soles para mitigar las industrias culturales afectadas por la pandemia —entregando subsidios directos a artistas, artesanos, compositores, entre otros—, fue publicado en el diario El Peruano el jueves 21 de mayo del 2020, al día siguiente del Consejo de Ministros en el que se aprobó por unanimidad. La resistencia de la ministra de Economía, María Antonieta Alva, que sostenía que había necesidades más urgentes que atender en la pandemia, fue diluida con una sola llamada del jefe, el presidente Vizcarra.
Todo hubiera estado bien para la ministra Guillén —quien a los pocos días se vio obligada a renunciar al cargo, en fecha 29 de mayo del 2020— si no fuera porque a la que no le gustó nada la intermediación de Swing con el presidente fue a Mirian Morales, la poderosa secretaria general del Despacho Presidencial y, para todo efecto práctico, la lóbrega presidenta del Consejo de Ministros a la sombra. Morales no podía soportar que alguien pasase sobre su autoridad y sobre su control del presidente de la república, el hombre más poderoso del país, con el que tenía una relación muy cercana y de absoluta confianza. Ese celo la había llevado a cambiar el sistema de acceso al despacho presidencial a finales del 2019, aprovechando los cambios de fin de año. Hasta ese entonces, tenían acceso a la llamada cápsula presidencial Oscar Vásquez, el imprescindible asesor argentino Maximiliano Aguiar, Iván Manchego (quizá el único asesor moqueguano que se atrevía a contradecir con argumentos al presidente), Karem Roca y Mónica Moreno, su discreta jefa de prensa. Pero desde que Mirian Morales cambió los accesos, colocando un aparato electrónico de última generación marca Samsung, las huellas digitales de todos, excepto las de ella y de Mónica Moreno, ya no servían para abrir la primera puerta del Despacho Presidencial. En términos simples, la poderosa e inexpugnable secretaria general de Palacio había logrado aislar a Vizcarra de su primer círculo de confianza, que pasó a ser un dúo conformado por ella y su fiel complemento Mónica Moreno, la jefa de los diecinueve directores de comunicaciones de los ministerios, incluida la PCM. El cambio de acceso a la cápsula presidencial coincidió con el alejamiento definitivo del asesor presidencial Iván Manchego —uno de los pocos funcionarios palaciegos que tuteaba al presidente, que lo podía cuadrar con palabras coloquiales y hasta groserías— y con el descanso médico obligatorio de Oscar Vásquez, convaleciente de una operación delicada al corazón en el Incor de EsSalud.
Toda esa movida, el aislamiento de Vizcarra y el empoderamiento absoluto y sin control de Morales, estaba provocando mucho resentimiento y deseos acumulados de venganza de la llamada «Muralla Moqueguana». Y todo esto con anuencia de Vizcarra.
En ese contexto es que Mirian Morales se entera de que Swing había pasado sobre su autoridad fáctica al interponer «sus buenos oficios» para lograr hacer que la joven ministra de Economía, María Antonieta Alva, le aprobase una partida de 50 millones de soles para ayudar a las industrias culturales. Para Morales era inaceptable, era un acto de abuso de confianza, y un antecedente que no podía permitir. Atentaba contra su autoridad como la nueva mandamás de Palacio de Gobierno. Entonces, decidió darle un escarmiento al entrometido Swing. Pensó en algo que lo tranquilizara, que le hiciera entender cuáles eran sus límites. Sabía que no podía exponerlo demasiado porque esa exposición alcanzaría a su jefe. Hacerlo bailar, por un momento, al swing que ella tocaba era suficiente. Hacerle saber que la que cortaba el jamón en el entorno presidencial era ella y nadie más. Era un asunto de supervivencia.
Por información entregada por un exasesor muy cercano del expresidente Vizcarra, cuya identidad no estamos autorizados a revelar, corroborada en la producción del programa de Magaly Medina, se ha establecido que, por orden de Mirian Morales desde Palacio de Gobierno, se hizo llegar un sobre cerrado al programa Magaly la firme de ATV la misma tarde del lunes 18 de mayo del 2020. Ese sobre lacrado contenía el último contrato de Cisneros, aquel como conferencista en un extraño taller de «liderazgo transformador sapiencial» impartido a sus trabajadores a través de una plataforma virtual en días de confinamiento obligatorio a cambio de 30 mil soles.
Se ha afirmado erróneamente desde algún sector de la prensa que la denuncia salió originalmente en la revista cultural Lima Gris. Sin embargo, una revisión exhaustiva de la línea de tiempo de los destapes periodísticos en este affaire muestra categóricamente que el programa dirigido y conducido por la periodista Magaly Medina fue el primero en ventilarlo. Fue la noche del mismo lunes 18 de mayo. Si bien lo hizo en los últimos minutos del programa y solo se mostró la cuestionada y escandalosa orden de servicio, en la que le pagaba 30 mil soles, a Medina le llamó la atención el monto cobrado por este extraño taller virtual con nombre estrafalario. Para la experimentada periodista de farándula, Richard Swing no era un completo desconocido. Si bien era un personaje de reparto de Chollywood, en el pasado había protagonizado, en el mismo set de Magaly, un escándalo con la periodista Lourdes Sacín y su pareja Andy V, y otro con la colombiana Milena Zárate. Ambos antecedentes del sinuoso personaje sirvieron para que Magaly Medina criticara duramente ese primer contrato hecho público, información confidencial entregada por un periodista de la Secretaría de Comunicación Estratégica y Prensa del Despacho Presidencial. El dato fue confirmado por otros dos profesionales de dicha secretaría; no obstante, cuando recibieron la orden de Mirian Morales de filtrar la orden de servicio de Swing a la prensa, no tenían información exacta sobre de qué personaje se trataba. No lo conocían. Hicieron una búsqueda en Google y lo primero que saltó fueron sus escándalos en el programa de Magaly Medina. Es por esa razón que tomaron la decisión de filtrar el documento a ese programa. Estaban seguros de que ella lo iba a reconocer de inmediato, sacaría del archivo los programas en donde participó y comentaría al respecto. Era, según su apreciación periodística, el mejor lugar para filtrar el documento.
Es verdad que, al día siguiente, martes 19 de mayo del 2020, el portal Lima Gris descubrió que no solo se trataba de un contrato, sino que esta modalidad de estafa al erario se venía repitiendo periódicamente desde mediados del año 2018, al poco tiempo de que Vizcarra asumiera la Presidencia de la República, al punto de acumular pagos de 175 mil soles.
Después vendría el huracán incontrolable para el expresidente Vizcarra: el allanamiento de las comunicaciones en Palacio de Gobierno por un fiscal anticorrupción y el audio de la vergüenza, grabado subrepticiamente por Karem Roca. También el show montado por Edgar Alarcón en el pleno del Congreso al escuchar el registro clandestino de una conversación comprometedora, vergonzosa, con alcance delictivo del presidente y sus más cercanos colaboradores. Las renuncias y destituciones en cascada de su primer círculo de confianza. La delación de Karem Roca, el sinceramiento obligado de una exministra y varios exfuncionarios. En suma, un cúmulo de evidencias que han abierto una verdadera caja de Pandora que exhibirá, aunque se intente hacer todo lo posible por evitarlo, el verdadero rostro de Martín Vizcarra Cornejo.
La Primera Fiscalía Provincial Corporativa Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios de Lima ha recibido la versión de un testigo protegido —uno de los diez funcionarios a los que se les ordenó detención preliminar— que ha desvelado una trama que explicaría el origen del poder de Swing. En ella está involucrado Oscar Vásquez Zegarra, quien se vio obligado a renunciar a su cargo el 25 de setiembre del 2020, pero que continuó cerca de Vizcarra trabajando para «voltear» el caso Swing en la Fiscalía.
Hay dos departamentos sobre los cuales podría tomar interés en investigar el Equipo Especial Lava Jato del Ministerio Público, para desentrañar la razón por la que el expresidente Vizcarra solía visitarlos con suma discreción, incluso de su propia seguridad personal. Uno está ubicado en un edificio que lleva el número 1430 de la avenida Mariano Cornejo, en Pueblo Libre, muy cerca de la plaza de la Bandera. Y el segundo es un departamento que está en un edificio de reciente construcción cerca de la sede del Ministerio de Transportes, en la zona fronteriza entre Lima Cercado y Breña, comprado por Oscar Vásquez Zegarra en minuta privada sin inscripción en Registros Públicos a nombre de su hermana de madre, Ruth Marlene Zeballos Zegarra, donde ahora él vive con su nueva pareja, la joven abogada María Lourdes Rojas Aguilar. Un equipo periodístico de un canal de televisión sorprendió a Oscar Vásquez saliendo de uno de los estacionamientos del edificio. Entonces, visiblemente nervioso, no supo qué contestar ante las preguntas del reportero. La trama se complica porque el testigo protegido le ha dicho a la fiscal Janny Sánchez-Porturas que, después que se anularan los contratos de Richard Cisneros con el Ministerio de Cultura, Oscar Vásquez le ha seguido entregando dinero a través de dos cuentas bancarias, una del Banco de Crédito y otra del Interbank; se tratarían de entregas mensuales de aproximadamente diez mil soles. El testigo ha dado un dato adicional que el Ministerio Público investiga: el dinero entregado a Swing habría salido del presupuesto asignado a la División de Búsqueda de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior (Digemin), cuyo jefe es el coronel de la Policía Martín Gonzáles Sánchez, conocido en la comunidad de inteligencia como El Conejo, premunido de un poder insospechado e insustituible en su estratégico puesto desde que Vizcarra llegó a la presidencia.
Algo que le trajo problemas al Conejo fue la experiencia del experimentado policía José Gil Becerra, cuando fue nombrado director nacional de la Digemin en octubre del 2018, en la gestión del ministro Carlos Morán. Gil, conocedor de las perversidades que puede generar el entornillamiento de un oficial de inteligencia en un solo puesto, decidió cambiar al coronel Martín Gonzáles Sánchez, a pesar de que este se ufanaba de tener un «padrino» de altísimo nivel que no permitiría que lo movieran de su puesto. Sin hacer caso de la advertencia, José Gil Becerra lo llamó y le informó que estaba cambiado. Sin embargo, no pasaron ni treinta minutos después de conversar con El Conejo cuando sonó su teléfono celular con una llamada del ministro, su amigo Carlos Morán. El ministro del Interior le dijo que no podía cambiar a Gonzáles Sánchez, que tenía órdenes del más alto nivel para que se quedara en su puesto. Con mucha tranquilidad, Gil le respondió que él «no tenía una pelotita roja en la nariz», y que su renuncia era inmediata. Que en los siguientes minutos la iba a formalizar a través de una carta sin poner la razón real; en cambio, pretextaría «motivos personales». Con la misma tranquilidad, Morán le dijo que podía renunciar, pero que también él, como ministro, estaba en la facultad de aceptar su renuncia o no. En pocas palabras, le dijo que esperara un tiempo más, hasta que encontrara otro hombre de su confianza para ese puesto. Se tomaría unas semanas en hacerlo. Ese día no llegó porque antes, desde la División de Búsqueda de la Digemin, lograron grabar a la esposa de José Gil Becerra usando a un policía de seguridad como chofer personal de ella. Gil es un policía amenazado por el terrorismo desde que era pieza importante del GEIN. Los senderistas le han jurado venganza porque fue uno los policías que interrogó a Abimael Guzmán desenmascarando su asesina doctrina y sus órdenes genocidas. Probablemente, Gil, pensando en la seguridad de su familia, no se percató de esa falta administrativa que fue permitir que el policía que custodiaba a su esposa también manejara el carro de ella. Las imágenes de ese seguimiento hecho por personal de la división que lideraba El Conejo fueron filtradas al programa Cuarto poder de América TV por Oscar Vásquez Zegarra, quien conocía a varios periodistas de ese canal porque había trabajado como editor de video en el área de prensa durante nueve años, desde el 2007 hasta el 2016. Gil se vio obligado a renunciar antes que el ministro Morán le aceptase su renuncia. Hay una información que circula en la comunidad de inteligencia que explicaría el súbito poder del coronel Martín Gonzáles, «El Conejo»: este oficial de la policía tendría copia de la grabación de una conversación entre Martín Vizcarra y Antonio Camayo, el empresario mecánico tres veces negado por el expresidente.
La otra información que ha dado el testigo protegido a la fiscal Sánchez-Porturas es que los diez mil soles entregados por Vásquez a Richard Cisneros vendrían de las partidas secretas, entregadas para acciones de inteligencia a la División de Búsqueda de la Digemin, la que lidera el inamovible Conejo.
*
Gabriel García Márquez, el creador de Macondo, decía que todos los seres humanos tenemos una vida pública, una vida privada y una tercera, que suele ser más intensa y a veces más interesante, a la que él la llamó vida secreta. Esa vida secreta solo le incumbe a esa persona o, eventualmente, a su familia. Pero, en el caso de altos funcionarios públicos, esa vida secreta puede llegar a cruzar la línea del interés público. La historia lo ha demostrado sobremanera. El problema es que, si eres funcionario público con capacidad de manejar fondos del Estado, nunca debes financiar tu vida secreta con el dinero de todos. Quizá por eso ahora entendemos mejor el viejo adagio popular: «El avaro experimenta a un tiempo todas las preocupaciones del rico y todos los tormentos del pobre».
[1] El Decreto de Urgencia N.° 058-2020 aprobó «mecanismos de amortiguamiento para mitigar los efectos económicos, originados ante la emergencia sanitaria, sobre las actividades que se desarrollan en el sector de las industrias culturales, las artes, así como las tradiciones o expresiones vivas». La norma asignó 50 millones de soles para (i) el otorgamiento de apoyos económicos a favor de personas naturales y jurídicas que realizan actividades culturales y (ii) la adquisición de contenidos culturales. Los beneficiarios serían personas naturales o jurídicas que realizan actividades culturales que han sido afectadas, priorizando a artistas (artesanos, músicos, danzantes, pintores, entre otros), gestores culturales, emprendedores y agrupaciones o asociaciones de portadores de las expresiones inmateriales culturales del país. El 11 de junio del 2020, el Ministerio de Cultura publicó la Resolución Ministerial N.° 151-2020-MC, llamada los «Lineamientos para la aplicación del Decreto de Urgencia N.° 058-2020».
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