(Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Diana Seminario

Tras la tormenta política que trajo consigo la censura al Gabinete que hasta el jueves presidió Fernando Zavala, es bueno reflexionar sobre las causas que nos llevaron a todos los peruanos a presenciar una crisis política que tuvo desde el origen un enfoque equivocado y un equipo que jugó solo para la tribuna, con el aliento de la barra brava que lo llevó a perder un partido que, al menos, pudo empatar. Desde hoy se abre un nuevo camino, imposible decir que se puede empezar de cero, porque las heridas son muchas, y profundas, pero al menos se puede hacer el esfuerzo de no cometer los mismos errores e intentar voltear la página.

Para empezar, sería bueno que, de una vez por todas, desde el Ejecutivo se deje de echar mano del término “políticas de Estado” para defender la presencia de un ministro en su puesto. No hay que ser un opositor radical o un fujimorista rabioso para afirmar objetivamente que Martens no estuvo a la altura de la huelga de maestros, y el ex primer ministro que con tanto ardor la defendió en el pleno del Congreso nunca estuvo presente cuando las papas quemaban con la dirigencia magisterial. ¿O ya nos olvidamos de quiénes estuvieron al frente de la frustrada negociación?

Si bien estos detalles ahora son historia, conviene recordarlos para nunca más prestar oídos a cantos de sirena, o a gritos de asesoras diciendo “al choque”, “no se atreven a censurarte”. Ya lo dijo Juan de la Puente en su cuenta en Twitter al día siguiente de que al Gabinete se le negara la confianza: “¿Alguien piensa todavía que la confianza fue una gran idea, que asunto es de valientes /cobardes y que punto central es cómo ‘parar’ al Congreso?”.

Se arriesgó demasiado por muy poco. Martens no valía un Gabinete, y mucho menos una crisis como la que se generó. Bastaba con pedirle su renuncia y aprovechar su salida para recomponer la estructura del equipo ministerial e incluso dejar a Fernando Zavala como ministro de Economía y nombrar un primer ministro de consenso.

Pero eso no ocurrió y la realidad nos dice que Mercedes Aráoz es la nueva presidenta del Consejo de Ministros y que, por el bien del país y la necesaria estabilidad, deseamos que le vaya bien. Confiamos en su capacidad política y que sabrá subsanar aquellos errores que en el pasado la llevaron a enfrentarse con el fujimorismo. Ojalá se entienda que esto se dio en el fragor de la campaña, y que se tenga la madurez de pedir las disculpas del caso, y la grandeza de aceptarlas.

También es sabido de sus públicas desavenencias con los miembros de Peruanos por el Kambio Gilbert Violeta y Salvador Heresi. Confiamos en que la relación entre el Ejecutivo y su bancada entre a una nueva etapa.

Esperamos que el Gobierno entienda que la confrontación no es el camino, que a los fujimoristas no les asusta la amenaza del cierre del Congreso, que si se fuerzan elecciones parlamentarias, el oficialismo podría tener menos parlamentarios de los que actualmente ostenta. También confiamos en que la mayoría parlamentaria pueda escuchar sin prejuicios y con madurez las propuestas que traiga Aráoz.
No estamos en guerra, aunque muchos quisieran.

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