Una vez que el Gabinete obtenga la confianza del Congreso, y sobrevengan los primeros roces, Vizcarra y Villanueva necesitarán operadores y escuderos con convicción (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Una vez que el Gabinete obtenga la confianza del Congreso, y sobrevengan los primeros roces, Vizcarra y Villanueva necesitarán operadores y escuderos con convicción (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Fernando Vivas

El primer ministro juró su altísima responsabilidad el lunes 2 y recién se reunió el jueves 12 con la bancada de Peruanos por el Kambio para confirmar, entre otras cosas, si el nuevo gobierno contaba o no con una bancada oficialista.

El tiento de Villanueva, antes de empezar su gira por las otras bancadas en pos de su voto de confianza, era indispensable porque, a decir verdad, la ppkbancada (su nombre en Twitter) está imbuida de un doble tufillo opositor. Por un lado, tirria hacia el statu quo fujimorista en el Congreso; por el otro, dudas ante el propio gobierno y, especialmente, ante el primer ministro, al que perciben muy atento con los fujimoristas. Celos y a la vez mutua displicencia.

Eso sí, la bancada ya se había reunido con el recién ungido presidente el miércoles 28. Con él sí limaron las asperezas causadas cuando lo pecharon reclamándole lealtad a PPK. Tras un pedido de aclaración hecho por Juan Sheput sobre qué michi sería desde ahora la bancada a ojos del presidente, este les dijo que los quería de su lado, que su gestión sería la nueva etapa de un mismo gobierno y que el plan con el que ganaron en el 2016 seguía vigente. Eso de la nueva etapa les encantó, y lo han repetido desde entonces.

Faltaba, pues, el careo con Villanueva, con quien, a diferencia de Vizcarra, ningún pasado los une. Por el contrario, su activismo vacador lo enfrentó con ellos y, tras jurar, hizo declaraciones que sacaron roncha: “Nuestro gobierno no se va a caracterizar por clichés, nombrecitos de ‘Gabinete de lujo’, sino trabajo, trabajo y trabajo […]. El escritorio del ministro puede empolvarse porque no está allí, porque tiene que estar donde las papas queman”, había dicho Villanueva. Y sucede que en la bancada hay 5 ex ministros –Meche Araoz, Carlos Bruce, Ana María Choquehuanca, Pedro Olaechea y Jorge Meléndez– que consideran que se fajaron, ensuciaron los zapatos y, algunos, saltaron acequias y montaron ‘peque peque’ sin andarlo proclamando.

Por todo esto, no sorprendió que Gilbert Violeta, portavoz de la bancada, colgara una foto del encuentro del 12, con este texto: “Reunión cordial y, aunque intensa, sincera y transparente”. ¿Intensa? ¿Quién alzo la voz o golpeó la mesa? He conversado con tres congresistas presentes en la cita y los tres coinciden en que la intensidad la marcaron dos mujeres: Ana María Choquehuanca y Mercedes Araoz.

—Si no me invitan, no voy—
Choquehuanca, ex ministra de la Mujer, se sentía ofendida por lo que le tocó en las arengas a los nuevos ministros. Y se lo espetó a Villanueva. Araoz, ex primera ministra, compartió el mismo reclamo y añadió uno mayor: la transferencia de la PCM se hizo sin que ambos se vieran las caras, a pesar de que ella hizo saber de su buena disposición a verlo. Mayúscula descortesía a la que se agregó, en la queja de Meche, que no tuvo ocasión de entregar a su sucesor el paquete de facultades delegadas que ya tenía armado y que la coyuntura de la vacancia impidió discutir en el Parlamento. Villanueva cogió el guante, prometió revisar el paquete y replicó a su predecesora que, en efecto, sí recibió su mensaje pero entregado por una tercera persona. Hubiera preferido que ella lo llamara. Intensos.

El reclamo de Araoz fue compartido por otros presentes, como el portavoz Violeta, que puso de ejemplo una sesión en la Comisión de Presupuesto, en la que se dio con la sorpresa de un proyecto de modificación de la ley de presupuesto, del que no tenía idea, pero que ya había sido coordinado con los fujimoristas. Su pregunta era tácita: ¿a quién quieres más, a tu bancada o a los fujis?

A pesar de los reproches, o gracias a que fueron explícitos, mis fuentes me cuentan que la cita acabó bien. Pero las relaciones distan de ser óptimas. Tras las reuniones con Vizcarra y Villanueva, la bancada no ha vuelto a pisar Palacio, al menos en grupo. Es cierto que un congresista de Peruanos por el Kambio, Salvador Heresi, es ministro de Justicia, pero la bancada y el partido no lo toman como un lazo orgánico con el Ejecutivo.

Tras el primer y único encuentro con Vizcarra, acordaron verse las caras semanalmente con el presidente y quincenalmente con el primer ministro. Cuando Violeta intentó gestionar la nueva cita, le dijeron que esta se postergaba hasta después de la Cumbre de las Américas. La bancada no ha sido convocada en los días que siguieron. Se juntaron el miércoles pasado y acordaron no insistir. Si los quieren de su lado, que los llamen. Así están las cosas en el nuevo y reticente oficialismo.

El mismo día de la reunión, como para poner a prueba a Villanueva, Violeta le dio un par de proyectos para que la PCM los hiciera suyos: la creación del delito de financiamiento ilegal de campañas que no está tipificado y la propuesta de código electoral y código procesal electoral, elaborada por la comisión multipartidaria que presidió la ex fujimorista y hoy ppkausa Patricia Donayre. En realidad, sería extraño que el Ejecutivo asuma como proyectos puntuales, o en un pedido de facultades, iniciativas de reforma política que suelen quedar en la cancha del Legislativo. Pero es parte del pulseo entre el primer ministro ex vacador y la bancada que no se repone del todo de la debacle del hombre que les dio nombre.

Puede que, por ahora, hacer consultas a la cúpula keikista para que esta ordene a sus más de 50 puntas resulte más fructífero para el Ejecutivo que fidelizar a la ppkbancada; pero una vez que el Gabinete obtenga la confianza del Congreso, y sobrevengan los primeros roces, Vizcarra y Villanueva necesitarán operadores y escuderos con convicción. Y ahí están Sheput, Violeta, Bruce, la propia Meche cuando regrese de la licencia que se ha tomado, con experiencia y habilidades para hacer de lo uno y de lo otro. Pero el cariño no es automático, se gana con el tiempo y con las coyunturas.