Una granada de guerra detonó a dos cuadras de una comisaría y una balacera dejó dos heridos durante el estado de emergencia que ya cumplió su quinto día en el Callao. Según reportes oficiales, gracias al estado de excepción la policía ya capturó a 230 delincuentes. Pero estos parecen no inmutarse con la medida.
¿Cuántos saldrán libres en las próximas horas? En realidad nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que padecemos la complicidad e inacción de jueces y fiscales que están corrompidos o amenazados por las bandas del narcotráfico, esas que se enfrentan entre ellas para tomar el poder del primer puerto del país.
La situación que viven los chalacos es extrema. La balacera, a plena luz del día, que acabó con la vida de Wilbur Castillo –el prontuariado que denunció la red de espionaje telefónico que integraban miembros del partido Chim Pum Callao y a funcionarios de la comuna chalaca– fue la gota que derramó la paciencia de la opinión pública. Y sin ningún plan integral que involucre a inteligencia de la policía, a la Dirección Antidrogas, a la Unidad de Inteligencia Financiera, a la fiscalía y al Poder Judicial, el presidente Humala decretó el estado de emergencia en el Callao.
La salida propuesta por el gobierno se asemeja a la que se tomó en 1982 en Ayacucho, cuando el gobierno de entonces –sin conocer la organización ni la estrategia del enemigo– decidió la intervención de las Fuerzas Armadas para acabar con el senderismo.
El Callao no está desbordado por la delincuencia. El intento de asesinato del mafioso Oropeza y la decimotercera, y última, emboscada sufrida por Wilbur Castillo, ordenadas por alias ‘Caracol’, son la manifestación de la lucha por el control del puerto y el aeropuerto por donde sale la droga que se produce en el Vraem. Y que también pasa por Trujillo, otra de las ciudades más peligrosas y violentas del país.
En este momento los delincuentes le llevan la delantera a la policía en el uso de la tecnología y los sistemas legales: utilizan buzos para colocar la droga en los barcos y usan a las empresas de almacenaje y embarque del puerto y del aeropuerto. También hacen sus transacciones por Internet, son expertos en el uso de las comunicaciones móviles y han infiltrado a la policía, al Ejército, a los fiscales y a los jueces. Así como el senderismo se movía al comienzo en las zonas más olvidadas de la serranía, el narcotráfico se mueve hoy en el puerto del Callao.
La estrategia para enfrentarlos debería de ser la misma que se aplicó contra Sendero Luminoso después de años y de miles de muertos: la inteligencia policial aplicando esa máxima de Sun Tzu que dice “conoce a tu enemigo como a ti mismo”, y la organización de la sociedad chalaca, como sucedió con las rondas campesinas. Sin un conocimiento profundo de las bandas delincuenciales y su relación con los dueños de la droga, y sin la colaboración de los vecinos que los ven hacer sus transacciones y pasar sus cargamentos, jamás se los doblegará.
El estado de emergencia sin un plan estratégico para el Callao no nos conducirá a la victoria. Se necesita liderazgo y un plan nacional contra las mafias del narcotráfico que se mueven y enfrentan, a través de sus sicarios en todo el país, contaminando la justicia, la sociedad y la política. ¿Qué candidato tiene un plan?
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