En medio de una sociedad neutralizada en su desarrollo y de un sistema político resquebrajado, cada cinco años los peruanos asistimos a la irremediable creación electoral de un nuevo Frankenstein.
Convertida la ficción en realidad, el riesgo vuelve a ser el de siempre: el de asomarnos a una nueva aventura gubernamental y legislativa que no sabemos qué forma monstruosa de poder político va a adoptar, pero que será el poder político que gobernará el país por otros cinco años.
Acostumbrados a que esto sea así y con intentos partidarios demasiado débiles para impulsar grandes cambios y reformas, no hay manera de inyectar fortaleza en la sociedad ni de robustecer el sistema político.
Es una pena que el Frankenstein del humalismo gubernamental y parlamentario, causante de tanta incertidumbre económica, inestabilidad política e inseguridad interna, no haya dejado lección suficiente como para encontrarnos con un panorama electoral distinto.
El grotesco muñecón que recibirá su primer soplo de vida el 10 de abril y que lo veremos puesto de pie a las pocas horas de los resultados de la segunda vuelta electoral, en junio, ya empezó a construirse con las piezas, rellenos y costuras de las primeras cinco candidaturas presidenciales, pero también con los cables, amarres e hilachas de las demás.
Todas las candidaturas presidenciales han dedicado casi todo enero, y bajo fuertes tensiones internas, a la definición de sus listas parlamentarias, de la cabeza a la cola. El apremio responde al hecho de que en la votación de la primera vuelta deberá estar configurado el nuevo Congreso y también configurados los pesos de poder de cada bancada. Serán los primeros signos vitales del nuevo Frankenstein que deberá salir del laboratorio electoral entre abril y junio del 2016.
De ahí que los candidatos presidenciales se hayan desconectado absolutamente del electorado y que ahora, a la luz de los resultados de las encuestas de enero, vean en febrero una oportunidad para reactivar sus mensajes y campañas, y manejar mejor sus pleitos internos por quién va más arriba que quién en las listas al Congreso.
Salvo César Acuña, con su tendencia a desplazar a un estancado Pedro Pablo Kuczynski del segundo lugar, y Julio Guzmán, con su inesperado salto al quinto lugar, más como beneficiario de las redes sociales que como expresión de una intención de voto nacional, Keiko Fujimori sigue sólida en el primer lugar, aunque sin la viada que le asegure contrarrestar el voto en contra. Alan García, entretanto, sostiene nervioso su cuarto lugar, con un 8% de promedio y con la terca esperanza, basada en su experiencia de remontar números adversos, de que así andaba Ollanta Humala en el tablero de enero del 2011.
El nuevo Frankenstein gubernamental 2016-2021 está pues en plena elaboración. Será peor que todos los que hemos conocido hasta hoy o quizás mejor. Pero no dejará de tener las características de un muñecón armado al paso que reflejará la sociedad que no hemos llegado a ser y el sistema político que no hemos llegado a construir.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 17, 2016