No es para juegos, pero uno no puede dejar de remitirse a esta rima cuando observa que ante los conflictos sociales, todos le sacan la nalga a la jeringa y, en una especie de berrinche, levantan el dedo acusador hacia el “bando contrario”. Para la izquierda, lo que vivimos hoy es consecuencia de un Estado que se ha negado a escuchar las demandas ciudadanas y de un gobierno sometido a los deseos de los grandes intereses económicos. Para la derecha, producto de un gobierno timorato, sin convicción sobre la relevancia de la minería y con cero capacidad de ejercer autoridad sobre grupos cuya única motivación es política (y, lentejas de por medio, ahora también económica). ¿Quién tiene la razón?
Es verdad que las evidencias son suficientes para reconocer que detrás de las protestas sociales no solamente hay insatisfacción, temor y desconfianza de las poblaciones potencialmente afectadas por las actividades extractivas. Y que la izquierda sigue sin poder deslindar sin medias tintas de personajes que se aprovechan de esa realidad con fines personales. Ya les había pasado con Santos en Cajamarca, les pasa ahora con Gutiérrez en Arequipa. Mientras acá se quejan del modelo, en paralelo pueden atreverse a defender regímenes extractivistas como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia.
Pero si bien a la izquierda se la puede criticar por falta de coherencia en el discurso, las evidencias también son suficientes para afirmar que ahí no radica el problema de fondo detrás de los conflictos. Más bien, que los grandes empresarios y sus socios ideológicos en los medios están siendo víctimas de ese pregón que, cual tarea escolar, han repetido durante más de dos décadas: que la clave del modelo estaba en reducir el Estado y dejar que la iniciativa individual-empresarial se encargase del resto. Y ahora, oh sorpresa, ¿de qué se quejan? De la falta de Estado.
Pensando en el mediano y largo plazo, debe preocuparnos que un sector importante del empresariado y de los líderes de opinión siga sin poder reflexionar y aceptar que se equivocaron. ¿Por qué debe preocuparnos? Porque podemos entrar en un callejón sin salida. Porque si usted cree que el problema es únicamente este gobierno, pregúntese si el escenario sería muy distinto hoy si Keiko Fujimori, PPK o Toledo hubiesen ganado las elecciones el 2011. Vamos más allá, pregúntese si alguno de los candidatos que la derecha ve con buenos ojos solucionará los conflictos sociales el 2016. A ese sector que añora a García, que le adjudica ser el artífice del crecimiento peruano y que ha olvidado que su gobierno recibió el país con 82 conflictos sociales y lo dejó con 214, ¿creen que él podría? ¿Hacemos una apuesta?
Es necesario bajar las armas, dejar de lado los dogmas y hacer una reflexión crítica de lo que está sucediendo en el país. Tal vez sea en el fondo una oportunidad.
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