¡Que viva la impunidad!, por Juan Paredes Castro
¡Que viva la impunidad!, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

Ollanta Humala convocó recientemente a la prensa para sostener, enfáticamente, que su esposa Nadine Heredia nunca usurpó ningún poder: ni presidencial ni ministerial. Es cierto. Ella no necesitó usurpar el poder. Lo tomó de facto, como quien toma al toro por las astas. Así de sencillo.

La presidencia en el Perú está hecha para que el elegido en este cargo no sea ni débil ni descuidado ni tonto. Espacio que el presidente deja, por cualquiera de estas tres razones, espacio que es ocupado. Recuérdese a Montesinos.

Es más: no hay penalidad alguna contra la esposa que ayuda a su esposo en funciones de Estado. Por qué habría que castigársele a Heredia si de su manejo del poder dependía la salud de libertades, democracia, economía de mercado y hasta de la defensa nacional. Se temía que con Humala pasara cualquier cosa.

No nos tiene que sorprender entonces que ella haya estado detrás de la compra del satélite francés, que ella haya acelerado el contrato del gasoducto sur y que ella se haya preocupado por el Vraem. Ella representaba los desvelos patrióticos del presidente.

Si estando en el poder Ollanta Humala no podía vivir sin Nadine Heredia, ahora prefiere verla lejos, mejor si en el puesto de la FAO, que su amigo Luiz Inácio Lula da Silva, el engreído de Odebrecht, gestionó para ella. Pero Heredia, aunque haya recuperado su derecho a salir libremente del país y moverse por el mundo como desee, no quiere dejar solo a Humala, en manos de su abogado Wilfredo Pedraza, que parece más un capellán de cuartel que un avezado penalista como Eduardo Roy Gates, que hace poco abandonó la defensa legal de la pareja. Una mala defensa de Humala puede representar la cárcel para él y su esposa.

En medio de todo, la suerte acompaña a los Humala-Heredia. El presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, ha relajado el ímpetu investigativo y sancionador de fiscales y jueces, con opiniones doctrinales que en el fondo, así no lo quiera Rodríguez, constituyen influyentes mensajes perdonavidas hacia el interior del Ministerio Público y de los tribunales. Así, las prisiones preventivas resultan un exceso, las agendas de Heredia no llegan a ser pruebas, tres millones de dólares al cash recibidos en campaña electoral no configuran delito, así no se declaren; en fin, si Ollanta Humala y Nadine Heredia se volvieron ricos con solo postular dos veces a la presidencia y no ser funcionarios, simplemente ¡envidiémoslos!

Hemos descubierto que vivir en estado de anticorrupción es demasiado estresante para el país. No hay como el sedante estado de impunidad, que prácticamente no molesta a nadie. El país necesita, además, reservas políticas. Cuidemos nombres y dignidades. Mejor si no los tocamos. El doctor Duberlí Rodríguez cree que se alborotan en exceso las conciencias inocentes. La izquierda celebra sus declaraciones porque tiene entre sus reservas comprometidas a Verónika Mendoza y Susana Villarán. Las quiere sanas y salvas el 2021.

Para ese tiempo no sabemos si el escudo de la impunidad de hoy nos permita enfrentar la encubierta corrupción de hoy.

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