(Foto: Sepres)
(Foto: Sepres)
Juan Paredes Castro

Con el Perú en estado de parálisis, los votantes del 2016 deben estar preguntándose en qué país viven sus elegidos, aquellos en los que delegaron poder presidencial y parlamentario.

En efecto, dadas las circunstancias, y , ¿se reconocerán a sí mismos como quienes están, bajo supremas responsabilidades, a cargo del Perú?

Por si no lo saben, el Perú es un país que crecía económicamente a más del 6% y 7% y que, por ahora, crecerá apenas al 3%, con grave afectación de sus metas de desarrollo.

Es un país sin reformas institucionales porque quienes debían impulsarlas, el gobierno y la mayoría legislativa en el Congreso, se dan el lujo de vivir un prolongado ajuste de cuentas, al costo presupuestal de todos los peruanos.

Es un país sin Estado y, por consiguiente, también sin un real jefe del Estado alrededor del cual los peruanos podamos unirnos en lugar de desunirnos.

Es un país sin consenso en nada y para nada, porque se ha perdido el respeto y la confianza en el otro.

Es un país que no funciona y si funciona, lo hace en la informalidad, en la inseguridad, en la frustración, en los sueños que no cuestan nada, como el Mundial de Fútbol.

Es el país de las reconstrucciones que son peor que los desastres naturales, de las cruzadas anticorrupción con impunidad sobresaliente, de CADE de cada año que nos muestra la luz de turno al otro lado del túnel, para que, finalmente, nadie la vea.

Necesitamos que Kuczynski y Keiko Fujimori abandonen el limbo en el que se han metido por su propia cuenta y nos ofrezcan pronto un cambio de actitud en función del país. Sus piruetas de defensa legal frente a Odebrecht podrán ser importantes, pero no pueden estar alejadas ni contradecir el sentido de las responsabilidades fundamentales de ambos.

Estamos de acuerdo en que, en términos jurídicos, Kuczynski no está obligado a comparecer ante la Comisión Lava Jato. Pero en términos políticos y por su condición de presidente de la República y jefe del Estado tiene otra obligación: la de mostrar públicamente todas sus cartas. La evolución de las revelaciones del caso desde Brasil hace insostenible la posición presidencial inicial de solo contestar por escrito el interrogatorio parlamentario. Peor aun: su imagen de encarnación de la nación no resiste el runrún de la sospecha ni el blindaje político.

No sé de dónde tiene que sacar Keiko Fujimori las agallas para abandonar su ajuste de cuentas con el gobierno y pasar a encabezar decididamente la construcción del shock de reformas institucionales del que habla Carlos Meléndez. La privilegiada posición de poder de su bancada en el Congreso no es poca cosa: es el clavo que ella necesita sacarse de encima para reivindicar al fujimorismo de su pasado autocrático y para reforzar sus posibilidades presidenciales para el 2021.

En verdad, Kuczynski y Keiko escapan tanto de la realidad que provoca salir a buscarlos con una linterna en la mano.

MÁS EN POLÍTICA...