Stephanie Byrd

Tenía 17 años y caminaba por un mall con una amiga, cuando de repente nos encontramos frente una niña de 5 años que lloraba y gritaba descontroladamente, sin ninguna razón aparente. Mi amiga, en plan medio de bruja, se agachó y le dijo “¿Es tu cumpleaños, linda?”. La niña detuvo su llanto y, con los ojos todavía brillando por las lágrimas y la boca abierta de fascinación, solo atinó a asentir con la cabeza indicando que sí. Yo tenía la misma cara de sorpresa que ella (solo que sin las lágrimas, obvio). Mi amiga le dio un abrazo y le dijo a la madre de la niña que se identificaba plenamente con la pequeña, porque desde que recordaba, siempre lloraba en su cumpleaños también. Me puse a reflexionar sobre las implicaciones del revelador hallazgo de la psicología que permitió a mi amiga predecir con acierto la causa de un llanto tan particular de un ser desconocido: la distorsión cognitiva. Las distorsiones cognitivas han sido definidas por el psicólogo y profesor Matthew McKay como “fallas del pensamiento que el ser humano utiliza constantemente para interpretar la realidad de forma irreal. Están basadas en procesos emocionales en vez de racionales”. Me di cuenta de que yo también soy más propensa a llorar en mis cumpleaños, en Navidad, en Año Nuevo, en San Valentín... y todos esos días festivos. ¿Pero por qué tantos sentimientos encontrados justo en esos días? Como dicen los famosos memes de la actualidad, son “la expectativa vs. la realidad”.

De cierta manera, las fiestas recurrentes llevan un especie de benchmark, ya que son momentos fijos del año cuya recurrencia nos facilita la comparación con sus predecesores. Por lo tanto, tienden a traer a la superficie mental muchos recuerdos que generan, de por sí, una suerte de “cóctel de emociones”, y si a ello le sumamos la idealización que abunda debido a la sobrecomercialización de dichas fiestas, tenemos una yuxtaposición que da lugar a un escenario poco ideal para nuestra salud mental y emocional.

Navidad y Año Nuevo son especialmente delicados, ya que abordamos, además, temas religiosos (o hasta políticos, dependiendo del entorno), vemos a la familia o los amigos que no hemos visto en hace mucho tiempo, extrañamos a los que ya no están con nosotros, participamos en los varios intercambios de regalos, aquí, en el hemisferio sureño, estrenamos los esfuerzos (o fracasos) de la dieta del verano, y encima revisitamos los propósitos del año anterior y formulamos los del siguiente. Cada cosa con su correspondiente expectativa y realidad. No es por nada que una de las obras clásicas sobre esta época, Canción de Navidad, de Charles Dickens, trata sobre la visita de tres singulares ánimas en la víspera de la Navidad, en plena Nochebuena: las fantasmas del pasado, del presente y del futuro.

Grosso modo, la depresión y la ansiedad son las manifestaciones de estar con la mente en el pasado o en el futuro, rumiando entre diversas expectativas, ninguna de las cuales pertenece al presente, que es la única realidad. Frente a ello existe como herramienta el “mindfulness”, o la atención plena, que consiste en prestar atención a nuestra experiencia interna y externa sin juzgarla; reconocer situaciones difíciles como transitorias, con las diversas sensaciones corporales, emociones, pensamientos, imágenes mentales, que las acompañan; y además expresar la curiosidad genuina hacia el momento tal y como es, sin pretender eliminar lo que percibimos como “negativo”.

Estar en un momento delicado de salud mental o emocional durante las fiestas no solo es normal, sino que tampoco es razón para autoflagelarnos más. La expectativa adicional de que “No debemos sentir así o asá” en medio de “tanta felicidad” que supuestamente deberíamos experimentar solo nos provoca un doble perjuicio. En su lugar podemos aplicar la autocompasión, que en el mundo del “mindfulness” se reconoce como un componente indispensable para la resiliencia emocional.

Así que en estas fiestas te invito a ser bueno contigo mismo, dándote el mejor presente de la Navidad: el presente.

*Stephanie Byrd es MBA con más de 10 años de experiencia en Marketing Digital y Ventas Corporativas. Emprendedora de Bienestar y Iniciativas Filantrópicas.


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