Escribe: Juana Avellaneda
Frida Vaccari Saettone (24) había intentado de todo para perder peso: dietas estrictas, ejercicios, cremas reductoras. Cansada de no conseguir resultados optó por realizarse una manga gástrica, la cual le permitiría perder hasta 60 kilos (ella pesaba alrededor de 135). El único que nunca estuvo de acuerdo con esta drástica decisión fue su padre. Y el tiempo le dio, lamentablemente, la razón. Tras 13 días de haber salido aparentemente bien de sala de operaciones, Frida falleció.
El mismo dolor comparte Rosa Urquizo Dueñas (50), quien no pudo impedir que su hermana Nancy (47) se hiciera una lipoescultura, tras la cual murió. “Ella era delgada, pero quería que le retiraran la grasita del abdomen para colocársela en el ‘pompis’”, afirma entre lágrimas esta mujer que denunció al doctor por mala praxis. Sin embargo, el caso se archivó.
Su historia no es distinta a la de Ingrid Court Pérez (30), una joven empresaria a la que nadie, ni siquiera su prometido, podía quitarle de la cabeza que tenía que hacerse una ‘lipo’ para verse regia. Ninguna imaginaría que un edema cerebral acabaría con su vida el día de la cirugía. “Mi muchachita era una niña sana. ¿Cómo pude aceptar que se opere?", se lamenta, inconsolable, su madre Maritza Pérez (64).
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