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A la par del desarrollo de la tecnología necesaria para enviar humanos a Marte, también se están realizando estudios para determinar cómo afectaría al cuerpo humano estar expuesto por mucho tiempo al ambiente extremo del espacio. La respuesta no sería agradable.
De acuerdo a un estudio publicado en la revista "Scientific Reports" y realizado en ratones, los rayos cósmicos (llamados también radiación cósmica) que bombardean a los astronautas en el espacio pueden generar –a largo plazo– un considerable daño cerebral y provocar alteraciones cognitivas y demencia.
El estudio indica que lo que genera el daño es la prolongada exposición a las partículas altamente cargadas de energía que están en los rayos cósmicos, y agrega también que esta exposición puede interferir con la "extinción del miedo", un proceso por el cual el organismo supera situaciones de mucho estrés y miedo.
"Esta no es una noticia positiva para los astronautas que hagan una misión de dos o tres años a Marte", dijo el profesor Charles Limoli, experto en oncología radiactiva de la Universidad de California (EE.UU.) y autor principal del estudio.
"El entorno espacial plantea peligros específicos a los astronautas. La exposición a estas partículas puede conducir a una serie de posibles complicaciones en el sistema nervioso central que pueden ocurrir durante el viaje espacial y persistir luego de este, como una disminución del rendimiento, déficit de memoria, ansiedad, depresión y problemas para la toma de decisiones", agrega Limoli.
Para demostrar estos efectos, Limoli y su equipo bombardearon a ratones con partículas cargadas (oxígeno totalmente ionizado y titanio). Luego de seis meses de ser expuestos, se detectó niveles significativos de inflamación en el cerebro de los roedores y daño neuronal.
En el 2015, Limoli ya había dado a conocer los efectos de estas partículas, pero en este reciente estudio se amplió su investigación y comprobó el daño cerebral con el pasar del tiempo.
Asimismo, en el 2013 una investigación publicada en la revista "Science" aseguraba que un viaje de ida y vuelta a Marte –sin tomar en cuenta la estancia– equivale a hacerse 33.000 radiografías.