(Foto: Pixabay)
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Redacción EC

Gianni Cánepa recuerda que en ese momento era médico general y trabajaba en un servicio de atenciones de urgencia a domicilio. Un día, mientras estaba de turno, su celular respondió un llamado de una mujer que vivía en un apartamento. Lo que se encontró lo conmueve todavía hoy:

“Tenía papeles hasta el techo. Eran unos pasillitos estrechos por los que uno casi no podía pasar, una cosa realmente impactante –dice Cánepa, psiquiatra y director del Centro Médico Nevería, en Chile–. No me extraña que eso se pueda producir también en lo digital. Que alguien diga: ‘Voy a guardar esa foto, este enlace’. Así como guardo papeles, boletas, diarios, puede pasar con el material digital. Es lo mismo”.

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El llamado mal de Diógenes o “trastorno por acumulación” es una patología psiquiátrica recientemente reconocida por la literatura médica a través de su Manual Diagnóstico DSM-V (2013). Su manifestación en el mundo digital por estos días se estudia científicamente, porque acumular decenas de aplicaciones sin uso, cientos de correos sin leer, kilobytes de conversaciones pasadas, megabytes de fotografías y gigabytes de videos y terabytes de memoria en discos duros o en la nube es algo que para todos se volvió normal.

“Y esto puede hacer que las personas se sientan ansiosas”, dice Elizabeth Sillence, profesional del departamento de Psicología de la Universidad de Northumbria (Inglaterra), quien participó en el primer estudio cualitativo sobre este desorden en 2018. Junto con tres colegas, acaba de publicar este año uno cuantitativo para crear una escala que permita medir si la ansiedad llega a ser patológica. Si se puede transformar en un trastorno de acumulación tal como está descrito en el DSM-V.

“No creo que las personas consideren siempre su bienestar mental cuando interactúan con el computador –comenta desde Inglaterra Elizabeth Sillence, quien desde el 2004 comenzó a investigar sobre salud y mundo virtual–. Muy pocas personas dedican tiempo a la limpieza activa, pero sí invierten muchas horas en buscar archivos, documentos, fotos, etc. Con frecuencia, la gente se siente abrumada por el material que ha almacenado y no está segura de cómo abordar el problema. Las personas no tienen certeza de lo que es seguro eliminar ni de lo que deberían mantener, por lo que a menudo se dan por vencidas y se quedan con todo ‘por si acaso’ ”.

Con quince años de especialización en el mundo de las adicciones, el psiquiatra Gianni Cánepa dice que el trastorno por acumulación, ya sea de cosas reales o digitales, corresponde a la lógica del trastorno obsesivo-compulsivo. Lo compulsivo es algo que está más allá de la voluntad. Yo soy compulsivo cuando termino haciendo algo que no quería. Como evitar pisar las líneas de la calle, lavarme las manos muchas veces al día o acumular cosas que en realidad no necesito. El trastorno obsesivo-compulsivo se dice que es la enfermedad de la duda, es como una duda eterna. El obsesivo está siempre en un espacio de cavilación respecto de si “lo hago o no lo hago”, “voy o no voy”, y desarrolla rituales para calmar esa angustia. Y esos rituales pueden ser múltiples. Por ejemplo, acumular. En el fondo, lo que está en la base de la acumulación es el temor. El ‘no vaya a ser que lo necesite’.

(Foto: Pixabay)
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Desde su experiencia, el médico proyecta una posible adicción conductual. Lo compulsivo está muy cerca de lo adictivo también. La diferencia es que el compulsivo hace cosas que trascienden la fuerza de su voluntad, y lo adictivo le suma a eso la búsqueda activa. Es como ‘no solo no puedo dejar de lavar mis manos, sino que ando buscando cómo lavármelas más’. Es lo que sucede en las adicciones a sustancias. Como el alcohólico, que anda buscando la ocasión para tomarse otro traguito. “Acá es difícil verle lo adictivo, pero si estiras un poquito los criterios diagnósticos, muchos de nosotros cumplimos como para decir que estamos al menos con conductas de uso abusivo de tecnología; es un fenómeno que nos toca a todos porque andamos con un celular en el bolsillo”.

Estigma real y virtual

El primer caso de acumulación digital aceptado en la literatura médica es de 2015, y se trata de un paciente holandés de 47 años. Según se describe, tomaba un promedio de mil fotografías al día, generalmente paisajes. Admitió tener problemas para deshacerse de ellas porque pensaba que podía usarlas en el futuro. Se trataba de un hombre soltero, sin hijos y desempleado. También tenía antecedentes de salud mental: desde 1994 presentaba episodios depresivos, había sido diagnosticado con desorden del espectro autista y manifestó padecer trastorno de acumulación: en su casa se apilaban papeles y piezas de bicicleta.

Carlos Araos, doctor en comunicación de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del Observatorio de la Cibersociedad, actual profesor de la Escuela de Psicología de la UAI, dice que es habitual que un trastorno de personalidad que se presenta en el mundo real se exprese en el virtual: “Es un principio en ciberpsicología que cuando existe una patología preexistente en el plano real, se proyecta en mayor grado en el plano digital. Entonces, claro, un mal de Diógenes se va a manifestar con mayor fuerza en lo digital, precisamente por la sensación de incontinencia que tiene lo digital. No hay espacio físico que limite”.

Araos postula que las personas van desarrollando paulatinamente una “psiquis digital” desde que crean un ‘nickname’ para su correo hasta que eligen una imagen como avatar, pasando por la selección de cada archivo, compra e interacción con la red.

“Es decir, es tan significativa la vida en lo digital para las personas hoy en día que lo adquirido y la experiencia asociada a esa adquisición empiezan a ser incluso más importantes que lo conseguido a un nivel real –explica–. Mientras más cosas tienes y mientras más cosas juntas, tu contacto con el plano real se desplaza al plano de lo fantasmagórico que es el mundo de lo digital. Entonces, probablemente, la experiencia de control significativa, donde yo creo estar, será allá: diré ‘tengo 500 amigos en Facebook’, pero en realidad no tengo 500 amigos. Empieza a tener consecuencias en tu mente como si fueran reales. Ese tipo de efecto, de sobrevaloración de lo digital, también puede presentarse en un Diógenes digital. Todo adquiere más valor”.

Trastorno invisible

El punto en el que coinciden los especialistas es que el trastorno por acumulación es difícil de dimensionar porque está invisibilizado. Se oculta en la privacidad del hogar o se diluye en el infinito espectro digital.

“Es muy raro que alguien consulte porque tiende a acumular –dice el psiquiatra Gianni Cánepa–. De hecho, a mí me ha tocado atender a un par de acumuladores, pero han consultado por otras cosas, en general comportamientos compulsivos, y son los familiares los que terminan trayendo esta información. Ellos lo viven con cierto grado de vergüenza. Y lo minimizan. Lo tratan de esconder”.

Elizabeth Sillence, autora del primer estudio cualitativo sobre conducta de acumulación digital, cuenta que en los cuestionarios que hicieron responder a cuarenta y cinco voluntarios sobre sus conductas digitales del entorno personal y laboral, expresamente se cuidaron de no usar las palabras ‘acumulador’ o ‘acumulación’.

“Dentro de la literatura de acumulación física ya se había descrito un cierto estigma asociado al título de ‘acumulador’. No sabíamos si este sería el caso en el acumulador digital, así que decidimos evitar la frase”, explica.

De los resultados de su estudio, Sillence dice: “Fueron cinco los participantes que se identificaron como un ‘acumulador’, y lo hicieron de una manera alegre. No pensamos que las personas se definirían como tales, pero nuestros últimos trabajos han mostrado una identificación similar”.

La académica Elizabeth Sillence explica que aunque en el mundo virtual los efectos no son tan tangibles como en el físico, sí llegaron a detectar síntomas claros y medibles de la acumulación de archivos digitales en el mundo laboral: “La acumulación física puede generar la incapacidad para realizar tareas diarias, en casos extremos, por el desorden. En lo digital se da el no poder localizar archivos, una reducción de la productividad, una sensación de estar mal organizado. Sentirse abrumado. Algunas preocupaciones de ciberseguridad. En nuestro trabajo más reciente, también descubrimos cierta preocupación en torno al almacenamiento de datos personales: dónde estaban y cómo deberían manejarse.

Una de las medidas que recomienda es instalar una aplicación que muestre la última vez que se tuvo acceso a un archivo o carpeta. “Es importante clasificar las cosas que usa y las que no. En el lugar de trabajo, intente extraer documentos de un espacio compartido en lugar de guardar siempre una copia local. Y dedique siempre un poco de tiempo a eliminar. Esto es una tarea en sí misma. No es una pérdida de tiempo”.

Según cuenta Sillence, su equipo académico trabaja, por pedido de empresas, en un estudio sobre ciberseguridad para evitar ataques relacionados con el manejo de servidores seguros, ya que precisamente, el excesivo número de archivos sin borrar, correos y ‘spam’ constituye en la actualidad un riesgo.

La ética empresarial en esta área es clave. Coinciden Carlos Araos y Gianni Cánepa en que “en este mundo se generan productos para que se genere el consumo, y el almacenamiento es el negocio". Y agregan: “Por supuesto, esto está estimulado por el sistema, hay una cierta presión. Años atrás nos dijeron ‘te voy a dar un correo en que no necesitas nunca más borrar un mensaje’. Pero pasaron los años y se llenaron los e-mails. Y después de esto te vendieron espacio en la nube, que se agotó y luego por cinco dólares al mes te triplicaron la capacidad. De esta manera, quien tiene la vulnerabilidad más compulsiva cae más fácilmente”.

Emo, GDA

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