Hace un par de semanas me encontré con una activación fabulosa: en las calles de la sorprendente Berlín se instaló una máquina dispensadora de productos como cualquiera que podamos ver en un centro comercial, las afueras de un grifo, en los pasillos de la universidad. Lo novedoso era que en vez de estar cargadas de latas de soda, agua o demás placebos edulcorados, encontrabas un polo de algodón que costaba 2 euros. Vaya tentación. No exagero con la oferta.
Ni absortos en sus móviles ni leyendo la conversación más banal de sus chats, los transeúntes pudieron dejar pasar esta oportunidad. Todo estaba siendo grabado. Cuando uno se acercaba a la máquina y daba clic en el botón para comprar, aparecía inmediatamente un video contando la historia de una de las personas que seguramente hizo el polo, con imágenes y datos reales sobre sus condiciones laborales: 16 horas de trabajo diario por un salario ridículo. Una vez que el video acababa, el desanimado potencial comprador del polo de 2 euros tenía la opción aún de comprarlo o de donar el dinero para la causa: ¿Cuál causa? La revolución de la moda. La mayoría de personas apretaron el botón de donar, aun sin saber que estaban siendo grabadas.
Sucede que ahora existe tanta información y tanta facilidad para acceder a ella que uno puede estar al tanto de las condiciones laborales de quienes se encargan de hacer nuestra ropa. Así sabemos que muchas marcas cometen atropellos con su mano de obra. Así que si después de estas palabras, les provoca poner de su parte para mejorar la situación de miles de trabajadores de la industria textil, la próxima vez que se pongan algo, pueden ser parte activa de la campaña de Fashion Revolution y la Asociación Moda Sostenible: solo tienen que tomar una foto de la etiqueta de la prenda y escribir «Quiero agradecer a las personas que hicieron mi ropa. #quiénhizomiropa », además de etiquetar también a la marca.
Leí que la iniciativa la retomó una señorita Sonia Flotats Álvarez dirigiéndose hacia Zara, el gigante de Inditex. Contra lo esperado, ella obtuvo respuesta y finalmente llegó a dar con las personas encargadas de hacer un suéter que ella tenía. Si esta idea tampoco las llama, y aún no se convencen de cómo ayudar, aquí algunas otras sugerencias que encontré en The Guardian:
1. Compren prendas solo si se comprometen a usarlas más de 30 veces. Resistirnos a tener la moda de manera inmediata, disminuye nuestra presión sobre el mercado y la obligación de la industria a cumplir con la demanda.
2. Compren inteligentemente: busquen prendas que puedan usarse también durante las transiciones de climas y solo las absolutamente necesarias para cada estación.
3. La moda ensucia: la industria de la moda es una de las que más contaminan. Existe un tratado que ha obligado a que grandes marcas retiren de sus materiales sustancias tóxicas. Fíjense qué marcas tienen en su clóset y ya saben qué hacer con las que no les sirven.
Con tanta información a la mano, el camino es que cada vez seamos más conscientes de lo que usamos. Dime cómo vistes y te diré quién eres. Eso.