No puedes dormir. Te duelen las articulaciones. La comida es (en el mejor de los casos) insípida. El aire está demasiado caliente. Y ahora demasiado frío. No sabes dónde poner las rodillas. Y un bebé acaba de romper en llanto.
¿Te resulta familiar? La mayoría de nosotros hemos experimentado ciertos niveles de incomodidad en un avión. Y si viajas en clase turista en un vuelo transatlántico, no suele ser algo placentero.
Hay razones detrás de ello, por supuesto.
Los aviones modernos suelen volar a una altura de entre 1.828 y 2.438 metros, lo cual equivale a la altura de una montaña pequeña.
Por eso hay menos oxígeno y los gases se expanden en nuestras cavidades corporales.
También hay otros factores de estrés, como los retrasos en el vuelo, los controles de seguridad, el ruido y las vibraciones a bordo, los cambios de temperatura, la humedad, la falta de espacio y el jet lag.
Pero hay formas de hacer que el viaje mucho más llevadero. Te contamos algunas.