Escribe: Jimena Villavicencio
Desde su creación, en el s. XVI, la capital de la samba y del carnaval narra su historia de una forma peculiar; y el centro de la ciudad es la mejor forma para comenzar a entenderla.
Si escucha nombrar la ciudad de Río de Janeiro, ¿en qué piensa? Seguramente en extensas playas donde el relajo es la única filosofía. Quizás, una música de fondo acaparará su mente cuyo estribillo será “Mira que cosa más linda más llena de gracia es esa chiquilla…”, y este se torne incesante. Y sí, ciertamente así es el mundo carioca. Sin embargo, ¿sabía que esta urbe también cuenta con uno de los centros más impresionantes de América? De hecho, cada esquina de esta área, ubicada a solo veinte minutos de la zona más frecuentada por los turistas, se encuentra plagada de más de una decena de edificios que datan –algunos de ellos- del inicio de su fundación, en 1565.
Para empezar la ruta solo debe pasar el Parque del Flamenco, conocido popularmente como Aterro, para luego llegar a la llamada Plaza XV, una de las zonas más antiguas de la urbe, que fuera sede del gobierno de Brasil durante todo el Imperio y donde se proclamara la república del país. Hoy en día es un eje nuclear de buena gastronomía y de cultura. Una vez ahí se dará cuenta que todo el centro puede ser visitado a pie. Solo debe separar -al menos- una media mañana para ello. Dentro del plan a seguir conocerá el impactante Teatro Municipal –ubicado en la llamada Cinelandia-, inspirado en la Opera de París pero con un toque en estilo eclético brasileño. Desde su fundación, en 1909, ha recibido las principales puestas en escena del país así como importantes artistas internacionales. Lo mejor es llegar para las visitas diarias (se dan de martes a sábado, desde las 12 p.m. hasta las 4 p.m.). Solo de esa manera podrá entender el proceso de restauración y la importancia de dicho edificio en la modernización de Río.
A unos pasos verá también la Biblioteca Nacional, el Ayuntamiento de Río de Janeiro y el Museo Nacional de Bellas Artes, todas con un marcado estilo francés. Luego de tanto recorrido histórico, en donde el legado portugués sale a relucir, ya será tiempo de saborear la cocina local. Qué mejor que hacerlo en la Confitería Colombo, icono de la llamada “belle epoque” de la ciudad, y que posee más de un siglo de tradición. Ahí, en un espacio en donde el mármol italiano y el mobiliario hecho de jacaranda se tornan protagonistas, se reunían los políticos y artistas a pensar en hacer de Río una ciudad moderna. Dependiendo del día y la hora que vaya podrá probar su clásica feijoada o su hora del té en donde destacan sus “salgados” (pasteles fritos). Una vez recuperadas las fuerzas, diríjase a la iglesia de Candelaria para luego acudir al monasterio de San Benito. Si bien, actualmente esta última se encuentra siendo remodelada igual es posible ver su impresionante arquitectura, muestra de un Río histórico e imponente.
Más información:
El imperdible: Visitar el Museo de Arte de Río de Janeiro (mejor llamado como MAR) es una experiencia única. Se inauguró recién el 2013 y se encuentra en la zona portuaria, en el Centro, donde habrá una serie de remodelaciones y una zona que está inspirada en las ramblas de Barcelona. Abierto de martes a domingo. Precio: US$ 3 aproximadamente. www.museudeartedorio.org.br
En ruta: Desde Lima existen vuelos diarios a Río de Janeiro. El tramo dura 5 horas y puede conseguir boletos desde US$ 500. Lan, Avianca y Tam ofrecen la frecuencia.
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