Gloria, dolor y emociones en el estadio de Matute

El estadio del Club Alianza Lima se llama hoy Alejandro Villanueva. El nombre es del crack “grone” que falleció en un cuarto del Hospital Dos de Mayo, el 11 de abril de 1944. Treinta años después de la desaparición física de “Manguera” Villanueva, el club de La Victoria inauguró su propio estadio, el 27 de diciembre de 1974. Pero no le puso desde el inicio el nombre que lleva hoy, se denominó “Monumental Estadio del Club Alianza Lima”, y solo lució en su frontis la figura de Villanueva, así como la de otros jugadores de su historia futbolística.

Ese viernes 27 de diciembre, de hace 45 años, el “Estadio de Matute”, ubicado en un sector muy populoso de La Victoria, abrió sus puertas con desfiles de ex jugadores y un show de niñas gimnastas del club, quienes, junto con alumnas de la G.U.E. Isabel La Católica (promoción “Alianza Lima”) y miembros de la escuela de básquet del club, formaron el escudo aliancista en la nueva cancha. Eran tiempos en que Alianza Lima era una marca que promovía no solo fútbol, gimnasia y básquet, sino también vóley, box, bowling y otras disciplinas.

Por Decreto Ley N° 19434, del 6 de junio de 1972, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado había adjudicado al club Alianza Lima el terreno de 39 mil 475 metros cuadrados. Allí ya se estaba construyendo el sueño del estadio propio y con el decreto militar todo se regularizó.

La prensa indicaba que la capacidad máxima del nuevo estadio era de unos 50 mil espectadores, pero era una cantidad exagerada. Lo que no era exagerado sino muy real es que el club inició una campaña publicitaria para hallar a “18 mil propietarios” de asientos. Estos serían “vitalicios, hereditarios y transferibles”; es decir, se buscaba asegurar casi un tercio de los asistentes.

Matute esperaba contar ese día histórico con el presidente Velasco Alvarado y su esposa, pero esto no ocurrió, pues solo estuvo presente su edecán presidencial, el comandante FAP Jorge Lastres para cortar las cintas rojiblancas y blanquiazules a las 3 y 35 de la tarde, dando por inaugurado así el estadio aliancista, entre el ulular de sirenas, globos multicolores y palomas blancas por los cielos. Las tribunas “grones” fueron abarrotadas por unas 37 mil personas.

Este monumento del fútbol victoriano había estado listo para ser inaugurado meses atrás, por un detalle u otro no se pudo concretar sino hasta poco antes de que acabara el año. El estadio era también conocido como el “Coloso de Matute” y su capacidad podía ampliarse hasta llegar, si se daban las ampliaciones del caso, a 75 mil asistentes. Un sueño que no se ha podido realizar hasta el momento.

La previa del choque internacional

Ese fin de semana laboral, el último viernes del año, fue una tarde de fiesta para todos los aliancistas. Desfilaron sus viejas glorias y a falta de un malogrado “Manguera” Villanueva, estuvieron abrazados y peloteando como unos muchachones, Juan Valdivieso y su colega en el arco Teódulo Legario, Óscar y Carlos Gómez Sánchez, “Chocolatín” Heredia, “Caricho” Guzmán, Adelfo Magallanes y José María Lavalle, entre otros. Don José María hasta se puso a bailar marinera con gracia y picardía, bajo los acordes de la banda de la Guardia Republicana del Perú.

Observar a esos jugadores y otros más que vistieron la blanquiazul fue lo más emotivo de ese día. Antes de la bendición oficial del cardenal Juan Landázuri Ricketts, se le rindió homenaje al ingeniero Walter Lavalleja, un uruguayo que hizo todo lo posible para terminar de construir el estadio de Matute, cuya primera piedra, aunque parezca increíble, se colocó en 1951, en tiempos de Manuel A. Odría, por los 50 años de club victoriano. Lavalleja era un especialista en la construcción de estas catedrales del fútbol, pues muchos años después trabajaría en la construcción del Estadio Monumental del club Universitario de Deportes.

El equipo que dirigía Rafael Castillo estuvo debidamente reforzado esa tarde. En el arco llamó al portero del Defensor de Lima, el argentino Néstor Verderi; al volante Pedro (“Pedrito”) Ruiz, del Unión Huaral; así como al goleador del torneo oficial, Pablo Muchotrigo, de Unión Cienciano. No obstante, solo jugó el huaralino Ruiz, quien se sumó al portero José Gonzáles Ganoza, José Velásquez, Víctor “Pitín” Zegarra, Jaime Duarte (muy joven) y Juan José Ávalos, entre otras figuras aliancistas.

El primer partido en Matute

Alrededor de las cuatro de la tarde, luego de las ceremonias y actos protocolares, empezó el plato de fondo: el choque entre Alianza Lima y el Nacional de Montevideo, el primer partido del cuadrangular “Señor de los Milagros”, que incluía a Independiente de Avellaneda (Argentina) y Universitario de Deportes (Perú). Al día siguiente, el sábado 28 de diciembre de 1974, Universitario jugaría contra Independiente al que ganaron 3 a 0. Finalmente, la “U” ganaría el cuadrangular al vencer en la final 1 a 0 al Nacional y dar la vuelta de campeón en Matute. Por eso se dice, con razón, que el primer campeón en Matute fue crema.

El partido Alianza-Nacional terminó 2 a 2. Un empate con poco brillo, en donde el pundonor contagió a ambos equipos. Los empeñosos aliancistas no pudieron anotar primero, lo hicieron más bien los uruguayos a los 18 minutos del primer tiempo. El centro delantero Hebert Revétria fue quien anotó en el arco de “Caico” Gonzáles Ganoza. Alianza se repotenció con los aportes en la media cancha de “Pedrito” Ruiz y Víctor “Pitín” Zegarra. Con pase de este último a Juan José Ávalos, Alianza igualó a los 29 minutos. Los “grones” intentaron voltear el partido, pero la muralla de los charrúas se los impidió.

Nacional sorprendió apenas al medio minuto del segundo tiempo. El centrocampista Carlos Rodríguez, con fuerte disparo, sorprendió a “Caico”. Un gol de camerino. Alianza Lima se volcó al empate que consiguió a los 5 minutos por medio de un cabezazo de Juan Rivero, tras un centro preciso. El equipo “íntimo” procuró la victoria, pero en base a un juego de fuerte marca Nacional lo controló hasta el final de los 90 minutos.

Un estadio para el futuro

Al año siguiente, en 1975, Alianza Lima consiguió su objetivo de hacer una excelente campaña y gritar el 25 de febrero de 1976, por primera vez en su estadio, “¡Campeón del Descentralizado!”. El estadio de Alianza Lima albergó durante seis años solo partidos bajo luz natural. Sus potentes luces recién llegarían al estadio el 14 de marzo de 1980, en una prueba informal del nuevo sistema de iluminación, sin públicos y poca publicidad. Fue una prueba exitosa que se efectuó a las 7 de la noche de aquel día.

Cuatro torres en cada esquina del estadio, con 132 potentes focos funcionando al unísono, marcaron ese acontecimiento. Un paso adelante en la mejor presentación del equipo “íntimo” en su propio estadio. Los testigos directos fueron dirigentes, periodistas y un grupo de hinchas “grones” que aplaudieron el avance tecnológico con el que arrancaba los años 80.

Matute quedó mucho mejor iluminado que el Estadio Nacional y, en ese entonces, se convirtió en el estadio mejor alumbrado de Sudamérica. La inauguración oficial fue una semana después, el 21 de marzo de 1980, con otro cuadrangular internacional en el que participaron Universitario de Deportes, Olimpia de Paraguay y el Strikers de Miami (EE.UU.). En 1981, el club victoriano se hizo un auto homenaje al darle un nombre propio a su estadio y llamarlo desde ese año “Estadio Alejandro Villanueva”.

Otros hechos anecdóticos

Antes de que llegaran las luces al estadio, Matute había sido testigo de partidos de la selección peruana por la Copa América (1975), además de los cotejos del equipo victoriano. Luego, ya con las luces nocturnas en su lugar, el coloso "grone” fue utilizado para la exhibición no solo de partidos de otros equipos nacionales e internacionales, sino también para conciertos de salsa y rock y otros sucesos televisivos.

Uno de los más recordados ocurrió en octubre de 1991, en el cuarto aniversario del programa televisivo “Aló, Gisela”. Esa vez, la conductora de televisión Gisela Valcárcel transmitió en vivo desde el Estadio Alejandro Villanueva, en cuya cancha aterrizó desde un helicóptero de la FAP. La recibió en el escenario armado, nada menos que Pablo de Madalengoitia, quien con su maestría en la conducción manejó todos los imprevistos de una transmisión en vivo de la época.

Pero todo no fue glamour televisivo. Cuatro años antes de ver a la diva del mediodía en la cancha de Matute, allí mismo, en el gramado de juego, el país fue testigo del doloroso momento de ver los cuerpos del equipo de los “potrillos” y el cuerpo técnico aliancistas, víctimas de la caída del avión Fokker, ese 8 de diciembre de 1987. Fue una Navidad triste la de ese año.

El escenario de la final de la Liga 1 de mañana domingo, entre Alianza Lima y Binacional, tiene, pues, una larga historia aun por contarse en detalle.