El 9 de noviembre de 1983 la sección Policiales de El Comercio daba cuenta de dos actos terroristas en Ayacucho: el bloqueo de la carretera Los Libertadores y la emboscada de una camioneta de la Guardia Republicana en Huanta. Entre otras noticias, que encabezaban la sección, figuraba la huelga indefinida de cuatro mil trabajadores del Poder Judicial y la intensa búsqueda del empresario José Onrubia Romero secuestrado el 7 de ese mes.
El drama vivido por el ex presidente de la Asociación Nacional de Criadores y Propietarios de Caballos de Paso y gerente del Banco de Crédito de Miraflores, José Onrubia se iniciaría a las 7:45 p.m.
Aquella noche José Onrubia salía del local de dicha asociación, ubicado en Miraflores, cuando fue interceptado por seis delincuentes que, según un testigo, habían llegado minutos antes en una camioneta color crema.
Sorprendido por la emboscada, Onrubia forcejeó con sus captores y fue herido en la cabeza. En cuestión de segundos su chofer Víctor García trató de liberarlo pero los secuestradores le dispararon en el tórax y murió a las pocas horas. En la escena del crimen la PIP encontró un revólver, una cacerina y balas.
Aunque la policía elaboró identikits de tres de los secuestradores, no lograban tener información del paradero del empresario y sus captores. La familia Onrubia mantuvo un silencio hermético.
A los pocos días del secuestro, las embajadas de Estados Unidos y Honduras fueron atacadas con petardos de dinamita. Ocho profesores fueron asesinados en Ayacucho por terroristas de Sendero Luminoso. Así transcurrirían las últimas semanas del año 1983 con torres de alta tensión destruidas y familias llorando a sus muertos.
Misterioso retorno
Las semanas se hicieron meses y no había rastro del empresario español que llegó al Perú cuando tenía tan solo 10 años. Cuando ya se cumplían cinco meses del secuestro, José Onrubia regresó sano y salvo a su casa al bordear de la medianoche del 09 de abril de 1984. El empresario fue abandonado en un lugar no especificado. Aun dopado por el efecto de los calmantes, Onrubia buscó ayuda tocando la puerta de una casa. Los dueños avisaron a las autoridades.
Por recomendaciones médicas, el empresario no brindó declaraciones a la prensa. Las demostraciones de júbilo de familiares y amigos llegaron en forma de arreglos florales. La policía no confirmó la versión del pago de rescate ni la negociación que la familia habría hecho dos meses antes.
Más adelante se conocería que José Onrubia pasó su cautiverio en un contenedor de un 1.20 metro de alto. Sus secuestradores solo lo dejaban salir para comer. Además le proporcionaban revistas y diarios. Sin embargo, la mayor parte del tiempo José Onrubia permaneció sedado.
Días antes la policía había capturado a uno de los sospechosos, precipitando así la liberación de José Onrubia. Las investigaciones policiales concluyeron que un prontuariado delincuente colombiano, Fernando Toro Álvarez estaba involucrado en el secuestro. A pesar de tener un identikit de su rostro, la policía no daba con su paradero. Según informaciones de la época, este secuestro habría sido el primero ocurrido en el Perú.
Además en el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación se indica que el primer secuestro por un grupo terrorista fue justamente el del empresario José Onrubia. A partir de ese hecho, entre 1983 hasta 1992, se incrementaron los secuestros a políticos y empresarios por parte del MRTA. Sus víctimas eran recluidas en las inhumanas ‘cárceles del pueblo’.