Eran días de algarabía en setiembre de 1969. Aún se festejaba la clasificación peruana al Mundial de México 70, obtenida el 31 de agosto ante Argentina en ‘La Bombonera’ y había expectativa por la participación nacional en la cita mundialista. Sin embargo, el 21 de ese mes, un homicidio pasional estremeció a todos los peruanos. Luis Schambaher Cahuas fue encontrado muerto en su casa de la urbanización Roma, en el Cercado de Lima.
El asedio de la muerte
El hombre de 36 años estaba casado con Adela Céspedes, con quien tenía tres hijos. Sus amigos lo describían como “una persona retraída pero muy amable”. No asistía a fiestas ni reuniones sociales. Llevaba ya un año como supervisor de tráfico de Aerolíneas Argentinas y recién había regresado de Arequipa de unas vacaciones familiares. La última vez que lo vieron fue la mañana del domingo 21 de setiembre, cuando fue a trabajar al aeropuerto internacional Jorge Chávez. Esa misma noche, dijeron los testigos, se le escuchó tocar el piano, algo que hacía con frecuencia.
Al día siguiente, no llegó a su trabajo y su automóvil quedó estacionado en la puerta de su casa. Algo raro debía estar pasando, pensaron los vecinos. Más aun cuando uno de los trabajadores de la empresa aérea lo fue a buscar, tocó su puerta y nadie le dio respuesta. Entonces, avisó a su hermano Alfredo Schambaher, quien decidió ir a verlo horas más tarde a su casa de la urbanización Roma.
La mañana del 23 de setiembre, su hermano, un banquero limeño, se enfrentó a una de las escenas más escalofriantes de su vida: encontrar el cadáver de su hermano Luis, desnudo y estrangulado por su propio pantalón de pijama. El cuerpo estaba escondido debajo de la cama de uno de sus hijos. La casa era un completo desorden y había vasos de whisky a medio consumir. Faltaba dinero, joyas, ropa y un televisor Silvertone. Por esa escena, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) determinó que el “caso del pijama” se trataba de un homicidio.
Sin pistas del crimen
El 24 de setiembre de 1969, el diario “El Comercio” dio la noticia: “Hallan a funcionario de línea aérea ahorcado con su pijama”, fue el titular en portada. En una página de interiores, se indicaba que la autopsia de ley se realizaría horas más tarde y que sólo se conocería el monto de lo robado cuando la viuda Adela Céspedes regresara de Arequipa.
Tras la inspección ocular, la PIP empezó su investigación citando a los dos hermanos de la víctima. También llamó a algunos amigos y compañeros de trabajo para conocer sus actividades y conseguir más información que ayude en el caso. Aunque ya se presumía que la muerte del agente aéreo se había dado luego de una pelea, algo que confirmó la autopsia: “Muerte por estrangulamiento a lazo por mano ajena”.
El 25 de setiembre, el cuerpo de Luis Schambaher fue enterrado en el cementerio “El Ángel”, luego de que su esposa llegara de Arequipa. Al día siguiente, “El Comercio” anunció el hallazgo de “huellas de lápiz labial” en la casa de la víctima, lo que hizo pensar a la Policía en que una mujer había estado en casa de Schambaher, horas antes del crimen, descartándose así la hipótesis del robo. Sin embargo, días después se reveló que dos hombres habían visitado al funcionario de Aerolíneas Argentinas antes de su muerte. Era una pista revelada por los testigos que vieron a dos obreros de una fábrica vecina a la casa de la víctima, merodear por la zona horas antes del crimen.
Aún con pocas pistas, Homicidios de la Policía siguió con su interrogatorio, llamando a más de diez personas, entre extranjeros y peruanos. Incluso tomó la declaración de la propia viuda de la víctima, quien aclaró qué objetos faltaban en la casa. Pero nadie daba pistas del paradero de los dos sujetos sospechosos de asesinato.
El 9 de octubre de 1969, la Policía detuvo a José Potereyco y Máximo Marina, señalados como sospechosos del homicidio del funcionario. Luego de ser interrogados, fueron puestos a disposición del Juez Instructor de Turno. Días después salieron en libertad al no comprobar su culpabilidad.
La caída del asesino
Con el Apolo 12 en marcha hacia la Luna, “El Comercio Gráfico” anunció la captura del asesino de Luis Schambaher. “Cayó el asesino del supervisor” tituló el vespertino del Decano en su portada del 15 de noviembre de 1969. Se trataba de Jorge Manrique Valderrama, un arequipeño de 22 años, que había sido detenido la noche anterior en su casa del jirón Renovación, en La Victoria. Allí le encontraron los objetos robados de la casa del supervisor de tráfico. Además, contó que vio a Schambaher en el Lawn Tennis, donde trabajaba como empleado. Luego, confesó ser el asesino.
Horas más tarde, en el interrogatorio policial, Manrique contó paso a paso cómo lo asesinó. “El Comercio” relató la versión del asesino. Según este, la misma noche del 21 de setiembre, después de dejar a un amigo en el paradero de colectivos de Lima-Callao, en la avenida Nicolás de Piérola, Manrique avanzaba por la puerta del cine San Martín, cuando fue interceptado por Schambaher que le invitó a beber y luego le propuso continuar la reunión en su domicilio. Así llegaron a la urbanización Roma, donde la víctima le ofreció dinero a cambio de sexo.
Según el diario Decano, el criminal terminó de confesarlo todo: “Fue entonces que subimos al dormitorio, en la segunda planta, donde nos desnudamos (…)”. Recién en esos momentos, descubrió que Schambaher también era un homosexual activo como él. Pelearon y, finalmente lo estranguló con el pantalón del pijama, hasta matarlo.
Luego le quitó su reloj de oro. Se llevó algunas prendas de vestir, un televisor y las llaves de su casa y automóvil. Tomó un taxi para ir a su casa en La Victoria, donde se encontró con su hermano menor. A él le dijo que todo se lo habían dado a guardar y que el televisor lo había comprado por un bajo precio. Dos meses después, su hermano, ingenuamente, se puso una casaca de corduroy azul con cuello de peluche del supervisor aéreo y, estando por La Colmena, en el Centro de Lima, fue detenido por la Policía que reconoció la prenda robada de la víctima.
Jorge Manrique fue capturado de inmediato. El caso fue el de una noche de placer que terminó en tragedia. Un acto criminal que se resolvió por una prenda de vestir, la pista que hizo que la Policía diera con el ‘asesino del pijama’.