El ‘Monstruo’ de Año Nuevo

Ilustración de Teodoro Villanueva, homicida del menor de 4 años (Crédito: Víctor Aguilar Rúa)
Ilustración de Teodoro Villanueva, homicida del menor de 4 años (Crédito: Víctor Aguilar Rúa)
/ Víctor Aguilar Rúa
Karla Kennedy García

“Cifra récord de 5 crímenes se registró el 1° de enero”, indicaba la primera plana de El Comercio el 3 de enero de 1971. La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) anunció a la prensa que, en Miraflores, Chorrillos, San Juan de Miraflores y El Agustino, habían sido apuñalados mortalmente dos banqueros, un carnicero y una madre de familia. Pero el crimen más repudiable fue el quinto, el ataque contra un niño de 4 años que desapareció y al día siguiente fue hallado muerto cerca de su casa, ubicada en el límite de Jesús María y el Cercado de Lima.

Desapareció por un chocolate

El menor Jesús Martínez había llegado a su casa en la mañana del viernes 1 de enero junto con su abuelita. Su madre Aidé Robles le contó que el 31 de diciembre ella estuvo en una fiesta, en el Centro de Lima, mientras que su madre y su pequeño hijo se habían dirigido a Comas para visitar a unos familiares. Media hora después de llegar, el pequeño Jesús en un descuido salió a la calle a jugar con unos niños del pasaje donde vivía.

El menor habría seguido caminando por los alrededores de su casa hasta encontrarse con un vecino de la zona a quien pidió un sol para comprarse un chocolate. La madre se percató que su hijo no se encontraba en casa y se lo contó a su medio hermano Gilberto Echevarría. Ya eran las 11 de la mañana de ese primer día del año. Gilberto buscó a su sobrino por los alrededores y llegó hasta el Campo de Marte sin ningún resultado. Luego, junto a Aída hicieron la denuncia en la comisaría del sector.

Gilberto Echevarría, tío de la víctima, señala el lugar donde fue encontrado el cadáver, el 2 de enero de 1971. (Foto: Humberto Artadi / Archivo Hístorico El Comercio)
Gilberto Echevarría, tío de la víctima, señala el lugar donde fue encontrado el cadáver, el 2 de enero de 1971. (Foto: Humberto Artadi / Archivo Hístorico El Comercio)
/ HUMBERTO ARTADI

La madrugada del sábado 2 de enero, un patrullero que hacía una ronda encontró en un pasaje, muy cerca de la casa del menor, un pequeño cuerpo con la cabeza inclinada hacia la pista. Era el niño. Este vestía pantalón rojo, chompa blanca y zapatos marones y fue reconocido por sus familiares. El cuerpo que fue llevado a la morgue no presentaba huellas de violencia, informó al principio la PIP.

Inicio de las pesquisas

El Comercio describió en sus páginas, el 3 de enero, los resultados de la autopsia que certificó que el menor había sido ahorcado y violado. La División de Delitos contra la Vida detuvo a varios sospechosos, entre ellos Carreño Linares, alias “Virolo”, un conocido depravado sexual de la época, pero fue liberado pocas horas después.

La única pista de los policías era la de un automóvil color oscuro (negro o verde), tipo “europeo”, visto salir a las 3 de la madrugada a gran velocidad del escenario del crimen, justo minutos antes del descubrimiento del cadáver. El testigo fue un Guardia Civil de servicio por la zona. La madre también dio su testimonio, así como varios vecinos y familiares del pequeño Jesús.

Aída Robles, madre de la víctima, da su testimonio en las oficinas del Departamento de Homicidios de la Policía. ( Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
Aída Robles, madre de la víctima, da su testimonio en las oficinas del Departamento de Homicidios de la Policía. ( Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
/ LORENZO NAVARRO

Días después, un equipo especial integrado por 30 detectives “peinó” la zona donde vivía el menor. Los agentes sospechaban que el asesino y violador era un conocido de los vecinos, así lo confirmó el director general de la PIP, Hércules Marthans Garro, en una conferencia de prensa. Solicitó la colaboración de los vecinos, al tiempo que mostraba la ropa de la víctima.

La Policía detuvo a decenas de personas, tras registrar casa por casa en un perímetro de cuatro “manzanas” a la redonda de donde vivía la víctima. Los investigadores que participaron se dividieron en cuatro equipos, a los cuales se les asignó una misión: buscaban especialmente a los sujetos que vivían solos. Esta labor fue ejecutada por el inspector superior Eduardo Ipince Rebata, quien había ayudado a la identificación del “Monstruo de Armendáriz” en los años 50.

Captura y confesión

“Confesó el depravado que ultrajó y asfixió al niño Jesús Martínez el día 1ro”, sorprendía la portada de El Comercio, el 7 de enero de 1971. Un gasfitero de 39 años, Teodoro Villanueva Fernández, inquilino de una renovadora de calzado y conocido de los familiares de la víctima, fue el asesino. Días antes de su captura, Villanueva estuvo en el velorio del niño, donde presentó sus condolencias a la sufrida madre. La conocía hacía diez años por haber vivido en el mismo pasaje hasta hace seis meses.

El 6 de enero de 1971 se capturó al homicida Teodoro Villanueva Fernández. (Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
El 6 de enero de 1971 se capturó al homicida Teodoro Villanueva Fernández. (Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
/ LORENZO NAVARRO

El “Monstruo” fue detenido el martes 5 de enero, en la tarde, cuando se disponía a huir fuera de Lima. Lo condujeron a la División de Delitos Contra la Vida y fue sometido a hábiles interrogatorios. Sin embargo, con una asombrosa tranquilidad este negaba su delito explicando que el día de los hechos estuvo en otro lugar. No obstante, vencido por las pruebas, Villanueva terminó por confesar al mediodía del 6 de enero que él había secuestrado, violado y asesinado al niño.

“Estaba muy embriagado. La víspera de Año Nuevo estuve en varias cantinas tomando licor con amigos. Al pasar por el jirón Ramón Zavala, el niño me pidió un sol. Yo le dije que tenía juguetes para él, juguetes y más plata”, contó el criminal a uno de los reporteros de El Comercio.

El "Monstruo" es llevado al lugar donde cometió el crimen para la reconstrucción de los hechos. (Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
El "Monstruo" es llevado al lugar donde cometió el crimen para la reconstrucción de los hechos. (Foto: Lorenzo Navarro / Archivo Histórico El Comercio)
/ LORENZO NAVARRO

Reconstrucción del crimen

Con pasmosa tranquilidad, Teodoro Villanueva Fernández reconstruyó paso a paso el crimen. El proceso se llevó adelante en la tarde de Bajada de Reyes, el 6 de enero de 1971, con presencia del director de la PIP. En una camioneta policial, el asesino fue conducido hacia su renovadora de calzado. Allí relató cómo hizo pasar al niño dentro del local y cómo abusó de él. ¿Usted lo ingresó a la fuerza?, preguntó uno de los agentes, a lo que él, con cinismo, contestó: “No, señor, me pidió un sol y yo le dije que ingresara al local. Por su propio gusto entró”.

Para completar la reconstrucción de los hechos, la PIP confeccionó un muñeco con las mismas características de la víctima y con ello Villanueva demostró a la Policía su delito. Diez minutos después concluyeron las pesquisas en la renovadora y el llamado “Monstruo”, rodeado de los policías, se dirigió lentamente hasta la esquina del jirón Misti, donde dejó el muñeco, como lo hizo el día del crimen, al borde de la vereda. Después regresó a su casa donde -según sus propias declaraciones- siguió durmiendo hasta el día siguiente. La reconstrucción se realizó bajo las protestas y los gritos de justicia de los vecinos de la víctima. “Asesino, que lo maten, no debe haber perdón”, gritaban todos.

El gasfitero enseña a los policías con un muñeco como modelo cómo dejó el cuerpo de la víctima sobre la pista, el 6 de enero de 1971. (Foto: Dario Médico / Archivo Histórico El Comercio)
El gasfitero enseña a los policías con un muñeco como modelo cómo dejó el cuerpo de la víctima sobre la pista, el 6 de enero de 1971. (Foto: Dario Médico / Archivo Histórico El Comercio)
/ DARIO MEDICO

Seis días después de su confesión, Villanueva fue llevado al Juzgado. Allí dio su declaración al juez de turno, con el apoyo de su abogado Manuel Ángel del Pomar, el mismo sujeto que luego sería diputado aprista entre 1985 y 1990 y vinculado a varios procesos judiciales por narcotráfico en los años 90.

El ‘Monstruo’ Teodoro Villanueva Fernández fue enviado al penal El Sexto, donde aislado pasó la noche en una celda bajo estricta vigilancia, esperando que terminaran las investigaciones para ver si merecía la pena de muerte, la cual estuvo vigente en el Perú para los peores criminales hasta 1979.

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