Aristócrata de nacimiento, desde joven destacó por su facilidad como inventor y su inclinación por la física. Estudió en el Instituto Físico de la Academia de Ciencias. Allí se doctoró y luego participó en la elaboración de las armas termonucleares.
Creó el dispositivo de fusión, elemento clave para la elaboración de la primera Bomba de Hidrógeno, que la URSS detonó en 1953. Fue laureado con centenares de galardones, incluyendo los premios “Lenin” y “Stalin”.
Pese a ello, no perdió la conciencia del poder destructivo de estos artefactos, y a principio de los sesenta reorientó su participación en la sociedad comunista soviética impulsando el uso pacífico de la energía nuclear.
Al observar las injusticias del régimen comunista, no tardó en extender su labor pacifista a una lucha directa por las libertades civiles. Incluso, en 1970 fundó la Comisión de Derechos Humanos en Moscú. Su valiente y abierta disidencia le costó en 1980 el destierro de Moscú a la lejana ciudad de Gorki.
Así tituló El Comercio en su portada del 23 de enero de 1980. “Las autoridades soviéticas detuvieron al disidente Andrei Sajarov y le hicieron abordar un avión rumbo a la ciudad de Gorki, sobre el río Volga, donde será confinado a exilio interno dentro de la Unión Soviética”, señalaba la nota del decano.
La llegada de Mijaíl Gorbachov al poder y las transformaciones políticas subsiguientes le permitieron abandonar su exilio en 1986. El activista y científico nuclear fallece el 14 de diciembre de 1989 dejando, sin embargo, un legado de sabiduría y humanismo.
Desde 1988 el Parlamento Europeo entrega el Premio Sajarov para la Libertad de Conciencia a las personas que se erigen en baluarte de las libertades individuales y los derechos humanos.
Ese galardón ha sido recibido entre otros por Nadia Murad, defensora de la comunidad yazidi en Irak (2016) y Julio Borges, presidente del parlamento venezolano (2017).
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