Hoy debió ser el fin del mundo

Para el profesor Porta la alineación de seis planetas haría que se formen manchas solares y por ende la tierra sería devastada por un cataclismo.
Para el profesor Porta la alineación de seis planetas haría que se formen manchas solares y por ende la tierra sería devastada por un cataclismo.
Lilia Córdova Tábori

“El 17 de diciembre habrá una conjunción de seis planetas que formarán enormes manchas en el sol produciendo así un cataclismo estupendo, desquiciando a la Tierra de sus cimientos y haciéndola desaparecer del espacio”. Aterrador, ¿verdad? Alberto Porta, meteorólogo y profesor italiano, pronosticó el fin del mundo para el 17 de diciembre de 1919, exactamente hace 100 años. Estados Unidos sería el epicentro del cataclismo. El miedo se extendió a Canadá, Europa y parte de Latinoamérica. Erupciones de lava, vientos huracanados y lluvias torrenciales eran algunos de los desastres naturales que destruirían la vida en el planeta azul. A medida que se acercaba la fatal fecha, muchas personas se congregaban en las iglesias buscando un milagro. Otros tantos lloraban en las calles. Los mineros se negaron a trabajar por miedo a derrumbes. Incluso algunas personas se suicidaron.

En Lima y Callao la noticia causó expectativa, pero no se reportaron incidentes hasta que llegó el temido 17 de diciembre. La capital amaneció con un sol radiante, típico para los días previos al inicio del verano. Por la tarde el calor era insoportable. Sin embargo, al caer la noche empezaron las anomalías y las predicciones de Porta comenzaron a tener sentido. Una inusual neblina se apoderó de Lima y Callao. Las personas alarmadas caminaban por las calles comentando entre ellas sobre el radical cambio de clima: mañana calurosa y noche fría sumado a fuertes vientos. Decenas de lectores llamaron por teléfono a la imprenta de El Comercio para preguntar si era cierto el rumor que un telegrama había llegado a la capital anunciando un fenómeno sísmico para el 17. Un caballero, al parecer extranjero, se acercó a nuestra mesa de redacción para decir que se había salido el mar en el Callao, cosa que, por supuesto resultó falsa. Pero sí cayó una copiosa lluvia que causó un apagón en el primer puerto. Algunos postes se incendiaron. Los ‘chalacos’ comenzaron a rezar.

Los ‘fake news’ se habían apoderado de Lima y los periodistas del Decano querían demostrar que no habían motivos para preocuparse. Salieron a las calles y efectivamente constataron un cambio brusco del clima. Para llegar a la verdad, como titularon al día siguiente, hay que acordarse de la ciencia. Es así que fueron a la biblioteca de El Comercio para consultar un ejemplar sobre las observaciones del clima en Lima, realizados en el observatorio Unanue por Felix Remy, “persona de competencia reconocida en asuntos metereológicos”.

La biblioteca de El Comercio era una de las fuentes de investigación que consultaban los periodistas en el siglo XIX. Aquí encontraron el respaldo científico para desenmascarar al meteorólogo farsante. Foto: Archivo Histórico de El Comercio
La biblioteca de El Comercio era una de las fuentes de investigación que consultaban los periodistas en el siglo XIX. Aquí encontraron el respaldo científico para desenmascarar al meteorólogo farsante. Foto: Archivo Histórico de El Comercio
/ EL COMERCIO

Comparando las condiciones climáticas de años anteriores en la costa limeña, llegaron a la conclusión que la neblina y los vientos eran fenómenos normales para el mes de diciembre. En la nota, publicada el 18 de diciembre, recuerdan que a principios de mes también hubo neblina y nadie se alarmó, pues no se conocían las apocalípticas predicciones del profesor Porta.

“No hay el menor motivo para alarmarse por la neblina de anoche. Los lectores de El Comercio pueden estar tranquilos porque el mundo no se ha acabado el 17, ni se acabará por ahora. Este por ahora significa muchos miles de años”, afirmaba el Decano.

¿Cómo llegó Alberto Porta a ponerle fecha de defunción a la tierra?

Antes de ser un reconocido meteorólogo, Alberto Francisco Porta estudió en la universidad de Turín (Italia) arquitectura e ingeniería civil. En 1894 se mudó con su familia a Guatemala para ayudar a la congregación jesuita en la reconstrucción de iglesias dañadas por los terremotos. Sin embargo, recién se interesaría por la meteorología cuando enseñaba ingeniería civil en el colegio jesuita de Santa Clara, en San Francisco (EE.UU). Allí tenían un observatorio donde los alumnos estudiaban el sistema solar.

En 1913 Alberto Porta trabajó en el observatorio gracias a su facilidad para hacer cálculos matemáticos relacionados a las conexiones electromagnéticas entre los planetas y el sol. Su mentor fue Jerome Ricard, conocido como “el padre de las lluvias”. El reverendo ganó muy buena reputación por sus publicaciones mensuales sobre el clima. En dos años Porta se convirtió en el sucesor de Ricard al crear su propio servicio de predicción del clima y terremotos. Se apartó del observatorio y comenzó a publicar las predicciones climáticas en periódicos de Estados Unidos. El padre Ricard poco pudo hacer para desenmascarar a su ex alumno. De nada sirvió explicar que Porta ni siquiera sabía usar un telescopio. Para 1919 el profesor Porta ya era un ‘influencer’ del clima. Sus predicciones eran muy populares en cada región de Estados Unidos. Así que su anuncio del fin del mundo fue considerado como cierto.

Sin embargo, sus lectores desconocían que Porta utilizaba un almanaque anual que publicaba los movimientos de la tierra, el sol, la luna y las estrellas. Allí encontró que el 17 de diciembre la Tierra, Mercurio, Venus, Marte, Jupiter y Saturno se alinearían y, según su creencia, se producirían las temidas manchas solares. Como un efecto en cadena, la tierra soportaría terremotos, tornados, etc. Con este respaldo científico se aventuró a pronosticar y difundir el fin del mundo.

La posición de El Comercio fue enfática y realista: “el miércoles 17 no se acabará el mundo”. Para demostrarlo Óscar Miró Quesada de la Guerra, Racso, publicó un extenso artículo donde refutaba punto por punto las teorías fatalistas de Porta.

“Si hubiera la menor posibilidad de catástrofe semejante ¡qué distintas serían las cosas! Todos los centros científicos del globo se habrían reunido en sesión permanente; los periódicos del mundo no se ocuparían de otro asunto y de todas partes lloverían telegramas hablando de la catástrofe final de esta bola de barro, que ha producido unos bichos conscientes y mortales que aman locamente a la vida. Pero como no hay nada de eso, los aliados siguen ocupándose de la paz con Alemania, de la Liga de las Naciones y de otros problemas internacionales. No; el mundo no se acabará el 17, el astrónomo Porta vivirá muchos años más para convencerse de su error”.

El Comercio publicó en su primera plana de ese apocalíptico 17 un artículo donde detallaba el comportamiento normal del Sol en los primeros días de diciembre de 1919. Por supuesto nada ocurrió. La tierra continuó girando. Pero la reputación de Alberto Porta quedó destruida tal como aseguró que quedaría el planeta. Muchos periódicos dejaron de publicar sus predicciones. El profesor murió a los 70 años.

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