La increíble historia del sobreviviente de las batallas de San Juan y Miraflores que se convirtió en compositor tras recibir un balazo en el cuello

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Lucha por su país

Era la mañana del miércoles 1 de mayo de 1963, cuando El Comercio publicó una entrevista con Manuel Antonio Quevedo Gonza, quien cumplía 100 años de edad y era uno de los pocos sobrevivientes de las batallas de San Juan y Miraflores. En la conversación, el longevo soldado contó que nació en Ayabaca, Piura, el 1 de mayo de 1863. Meses después que estalló la Guerra con Chile (1879), decidió venir a Lima con un grupo de jóvenes de su provincia para “defender a la patria del invasor”.

Quevedo confesó que solo ochenta de ellos formaron parte del batallón Piura. Para ese entonces, el norteño se había convertido en sargento 1° del grupo con tan solo 19 años de edad. Es así como su escuadrón luchó en las batallas de San Juan y Miraflores con temperamento y coraje. No les importó tener menos armas que el enemigo. Tras perder el último combate, los sobrevivientes de la compañía regresaron, a pie, a sus casas el 17 de enero de 1881. Los soldados recién llegaron a su destino en octubre de ese año.

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Escenario desolador

Manuel narró que tuvo que regresar a Piura con una herida de bala en el cuello ocasionada en la batalla de Miraflores. Cerca de Huarmey, los sobrevivientes piuranos vieron un pozo con agua y se acercaron para beberla. Al llegar, encontraron a un hombre y una mujer muertos al pie del pequeño lago. En el pecho de la joven, un bebé recién nacido intentaba succionar su leche para alimentarse. La escena era desoladora. La tristeza inundó sus corazones.

Sin probar el agua, cogieron a la criatura y la llevaron hasta Huarmey, en donde la entregaron a las autoridades. Años después de aquel suceso, Quevedo se casó y se convirtió en músico y compositor. El sobreviviente compuso varios valses, pasillos, marineras y boleros. Todas estas creaciones las guardó su hijo mayor, Rubén, en su natal Ayabaca. Años después, se volvió profesor de música en esa ciudad piurana y en Ecuador. En el país norteño, fue maestro de capilla en una parroquia, tocó el pistón y tuvo su propia banda musical.

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Pedido de ayuda

Manuel Quevedo tuvo 18 hijos, de los cuales solo quedaron vivos seis. En la entrevista, el soldado reveló que se quedó a vivir en la casa de su hija Edelmira cuando ella enviudó. También contó que su esposa, Rosa Timoteo, de 90 años de edad, llevaba cuatro años postrada en una cama producto de una parálisis. El valiente guerrero ya estaba casi sordo y había perdido parte de la vista.

Aunque todavía caminaba, conversaba fluido y se atendía solo en casa, el longevo combatiente pidió que el Estado peruano le aumentara la pensión para poder apoyar económicamente a su familia. Quevedo solo recibía 300 soles mensuales producto de una Resolución Suprema sacada el 7 de abril de 1954. Ese documento aún lo conservaba en su poder. Con este pedido, finalizó la conversación con uno de los sobrevivientes de las batallas de San Juan y Miraflores que se convirtió en compositor y profesor de música tras recibir un balazo en el cuello hace más de 100 años.

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