Cuando la moda del overol conmovió Lima hace 100 años
Un año antes de las celebraciones por el centenario de la independencia, en 1920, Lima vivió una moda súbita pero entendible: el uso del “overall” para todas las edades en hombres y mujeres.
La pieza de vestir provenía de una Europa en crisis, alicaída, golpeada, arrinconada por las consecuencias de la “Gran Guerra” que acababa de finalizar (1914-1918), y de Estados Unidos que la adoptó también como una prenda práctica y barata. En el Perú, fueron los jóvenes limeños los que empezaron a usarla por su comodidad y precio accesible.
Hacia mayo de 1920, los estudiantes dieron el aviso del uso que pronto sería un fenómeno masivo entre los limeños. A ellos se sumaron los empleados, especialmente los de correos, quienes encontraron en esta vestimenta una alternativa económica para el gasto que significaba la variedad de prendas durante la semana.
Fue un cambio que implicaba sentirse más libres y frescos, y gastar menos dinero en ropa. El sector obrero no se quedó atrás, pues en reuniones extraordinarias acordaron como “obligatorio” el uso del overol para el obrero debido a lo económico de la tela comparada con otras.
Un caso especial fueron los estudiantes universitarios. El Comercio del 14 de mayo de 1920 informaba que la Federación de Estudiantes del Perú (FEP) acordó que, por pedido expreso de los alumnos del quinto año de Jurisprudencia, podía usarse el “overall” en lo sucesivo y, además, recomendó “el uso del vestido de mecánico” a todos los estudiantes.
En otros centros de estudios, como los de ingeniería y agronomía los alumnos también empezaron a vestir la útil y práctica prenda, y ya no era extraño ver a chicos y chicas entrar a sus clases con esa vestimenta. La propia Asociación de Estudiantes de Ingeniería adoptó el aclamado overol. Asimismo, hubo por esos días manifestaciones de los empleados de bancos con los famosos trajes, convirtiendo la calle en la pasarela popular del nuevo uniforme.
En el sector público, el 13 de mayo de 1920 el diario decano había informado de una solicitud de los empleados del Ministerio de Fomento para usar también la prenda. Se supo días después que una respuesta afirmativa no tardaría en venir desde el reciente gobierno de Augusto B. Leguía, instalado en 1919.
Las calles limeñas eran testigos de ese cambio. Hasta los niños vestían las curiosas prendas de tela gruesa. Y era tanta la novedad del asunto que las tiendas o casas que vendían el “overall” mostraban o, mejor dicho, exhibían la tela con la que se confeccionaba la pieza y también la mostraban ya hechas para que el público se animara a adquirirlas.
Cierto aire exhibicionista inundó el comportamiento limeño, pues la noche anterior un grupo de empleados de la Casa Comoro del Callao llegaron a Lima ataviados con el overol y con sus gorros de trabajador, causando entre asombro y curiosidad entre los capitalinos. “Estos jóvenes pasearon por las calles de la ciudad y volvieron después al Callao”, decía el diario decano del 13 de mayo de 1920.
EL “OVERALL” TAMBIÉN FUE ASUMIDO POR LAS MUJERES
La mujer obrera también asumió una decisión al respecto. Las operarias de varias fábricas se reunirían en los siguientes días para determinar cómo usarían la prenda, que no era exclusivamente masculina. Comodidad y economía fueron los factores que tomaron en cuenta las mujeres trabajadoras para vestir también en clave overol.
En ese trajín, en que faltaban en el mercado varios tipos de telas, los que salieron beneficiados fue el sector de los sastres, quienes se encargaron en buena medida de confeccionar el overol. “Ni telas ricas ni adornos costosos”, decía El Comercio el 16 de mayo de 1920. En una economía de posguerra (como en una de pospandemia también) los recursos debían ahorrarse al extremo y así lo entendía el diario decano en esos años difíciles.
“La vida sencilla va a llevarse rigurosamente. Las circunstancias lo mandan y es menester acatar sus designios. Entre nosotros el ‘overall’ ya está en auge”, decía el diario de entonces. Un día antes de estas palabras ponderadas, habían llegado al periódico un grupo de jóvenes, en casi una manifestación estudiantil, para expresar su decisión de lucir estas prendas mientras se mantenía una “carestía horrenda de las telas”.
Se indicó además que, al oriente del continente, hasta el presidente de la “República Oriental del Uruguay (así denominada oficialmente desde el año anterior, 1919), Baltasar Brum, del Partido Colorado, en su afán de promover su uso, regaló overoles a un grupo numeroso de estudiantes. Era, sin duda, una moda internacional.
Se destacó, por supuesto, el uso masivo del overol entre las mujeres. Ni sedas ni terciopelos, sino una tela fuerte para ellas. Una imagen que empezaría a ser cada día más usual en un Perú que iba cambiando.