Quince cuadras constituyen una de las más importantes avenidas de Miraflores. Pero antes era un hermoso paseo que asumió el nombre del ex presidente civilista, José Pardo y Barreda, dos veces en el poder (1904-1908 y 1915-1919), con seguridad el primer gobernante en darle forma de alameda a ese antiguo camino hacia el mar.
A mediados del “oncenio” de Augusto B. Leguía (1919-1930), en plena década de 1920, el proceso de modernización de la ciudad de Lima llegó a ese balneario tranquilo que era entonces Miraflores. Así, el gobierno promovió el asfaltado de muchas calles y avenidas, entre ellas la de Pardo, conocida en el siglo XIX y comienzos del XX como el “Callejón de Surquillo”.
El tranquilo camino, con acequia a un lado, que partía del centro del distrito y llegaba casi frente al mar, mereció en 1925 la atención de las autoridades. Y es que la construcción de residencias en la zona era cada vez más notorio o, en todo caso, ya había espacios debidamente señalizados para el levantamiento de las futuras casas. La mayoría de estas serían ranchos de madera de unos 400 metros cuadrados cada uno, con un patio anterior y un jardincillo lleno de flores.
El “vecino pueblo de Miraflores”, como lo describe El Comercio del 19 de octubre de 1925, era destacado como un lugar de residencia alternativo para familias acomodadas que vivían aun en el centro de Lima. En esa medida, la tarea de construir un lugar agradable para residir era el objetivo de los encargados de hacer de ese balneario un distrito moderno.
La construcción de “centenares y pintorescos chalets” iba en aumento. La alameda Pardo vivía entonces un resurgimiento que buscaba no solo embellecerla sino hacerla parte del nuevo casco urbano de Lima. Por esos días, grupos ordenados de obreros y personal técnico, con máquinas mezcladoras en plena acción buscaban darle su primer asfaltado a la avenida. Era su primera “pista de concreto asfaltada”, tarea ejecutada por la empresa The Foundation Company.
La iniciativa no fue del gobierno de Leguía sino de los mismos propietarios. El entusiasmo de estos hizo que las autoridades gubernamentales emitieran una resolución, con fecha del 24 de abril de 1925, para dar las facilidades a la empresa constructora encargada. El gobierno asumió el 50% del gasto y el otro 50% fue cubierto por los propios vecinos.
Esa primera pista para la avenida José Pardo, en Miraflores, tenía una serie de características físicas: sería de concreto, con un espesor de cinco pulgadas, a lo que se debía sumar una capa de asfalto de dos pulgadas. El ancho de esa pista sería de 4 metros. Se trabajó completamente con “cemento nacional”, remarcaba El Comercio.
El comité de propietarios que puso todas las ganas para avanzar en esta obra estaba formado por los señores: Agustín Gutiérrez, Salvador Gutiérrez, Domingo Rey A.C., Alberto Cazorla y Víctor G. Amézaga. Los vecinos colaboraron (salvo excepciones) y pagaron las dos cuotas que eran necesarias para completar la mitad de la inversión total. Algunos incluso cancelaron las dos cuotas en un solo aporte. El Comercio informaba así:
“La pista de que nos ocupamos se construye en una extensión de 3,800 metros, circunvalando tanto la avenida Pardo como la antigua alameda, que hoy se la incorpora. Corresponden 600 metros a esta última y 3,200 metros a la primera”.
Para tener una idea clara de los tramos que cubriría el asfaltado, el diario decano señalaba que el trabajo en la pista empezaría en la estación del tranvía eléctrico (en lo que hoy es el óvalo) y el segundo óvalo. De esta manera, se empalmaba con la avenida del Ejército, “que conduce a la Magdalena del Mar”.
Como el proyecto de asfaltado era ambicioso, se informó que este proceso de modernización de pista de la Foundation Company incluiría la avenida del Ejército, siempre y cuando se llegara a un acuerdo entre vecinos propietarios y el Estado.
El asfaltado completo de Pardo terminó en el verano de 1926, y se cerró con la inauguración de un busto en bronce en homenaje a José Pardo. La pieza fue hecha por el escultor peruano David Lozano. La ceremonia de inauguración fue el 16 de febrero de 1926. La ofrenda a Pardo se ubicó en la intersección de las avenidas Pardo y Espinar. Lamentablemente el busto sería robado en 1966 y reemplazado por una palmera.
La obra vial de la avenida Pardo fue una entre otras que se hicieron a fines de esa década de 1920. Por ello, a partir de esos años el balneario de Miraflores dejó de ser un simpático “pueblo”, para convertirse “en un futuro próximo”, como decía El Comercio, “en el más atrayente lugar de los existentes a inmediaciones de la capital”.
Tras acabar con esa etapa, los vecinos de la avenida Pardo se interesarían también en “el arreglo de las pistas centrales para peatones”, que tendría a los lados árboles de ficus, bancas con farolas y jardines. Asimismo, se cambiarían los postes eléctricos, de muy baja potencia entonces. Hay muchos testimonios de gente que vivió de niño a comienzos de los años 30, y lo que más recuerdan de esa alameda eran sus árboles altos y frondosos, y el eterno susurro de las tórtolas y las palomas cuculíes.
Para la década de 1930, Miraflores se encaminó a tener nuevas pistas; así mejoró el desplazamiento de los autos particulares; pero también del servicio de ómnibus, el cual empezaría a funcionar partiendo de la antigua “estación Ricardo Palma”, pasando justamente por toda la alameda José Pardo, hasta el cruce con la calle Comandante Espinar.