Monseñor Luis Bambarén y la historia de su detención tras oficiar una misa en Pamplona Alta en 1971
La noche del 10 de mayo de 1971, monseñor Luis Bambarén fue detenido y llevado al penal El Sexto, ubicado en el centro de la ciudad. El religioso era acusado de alterar el orden público por oficiar una misa en un descampado de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores. La celebración litúrgica fue dirigida a cientos de familias que invadieron un terreno cercano a Ciudad de Dios.
Eran los primeros meses de 1971, cuando una extraña noticia sorprendió a todos los peruanos. El monseñor Luis Bambarén, que era obispo auxiliar de Lima, había sido detenido y llevado al penal El Sexto, ubicado en el centro de la ciudad. El religioso era acusado de alterar el orden público por oficiar una misa en un descampado de Pamplona Alta, en San Juan de Miraflores. La celebración litúrgica fue dirigida a cientos de familias que invadieron un terreno cercano a Ciudad de Dios.
Su detención fue ordenada por el ministro del Interior, Armando Artola. Junto al obispo, también fue arrestado un sacerdote norteamericano. Más adelante, el arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts, se reunió con el presidente Juan Velasco Alvarado en Palacio de Gobierno. Ambos solucionaron el problema. Sin embargo, el tema causó revuelo en la prensa nacional. Esto haría que los invasores fueran trasladados a un nuevo lugar denominado “Villa El Salvador”.
Inicio del conflicto
La mañana del 28 de abril de 1971, doscientas familias invadieron un terreno en Pamplona Alta, al sur de Lima, en San Juan de Miraflores. Esta ilegal ocupación hizo que hasta el descampado llegaran miles de policías y Guardias Civiles (GC). La idea de los agentes era evitar que más personas se instalaran en el lugar. Días después, más de 500 familias se apoderaron de la zona. Una fuerte batalla estaba a punto de empezar.
La madrugada del 3 de mayo, la policía intentó desalojarlos lanzándoles bombas lacrimógenas. Los ataques no lograron que los ocupantes huyeran. Horas después, los invasores buscaron al padre Pedro Ruggere en la parroquia de Ciudad de Dios. El sacerdote les sugirió que enviaran una comisión al Ministerio de Vivienda. Dicha comitiva consiguió una cita con el ministro de esa cartera al día siguiente.
La madrugada del 4 de mayo, los policías nuevamente intentaron desalojar a las cientos de familias que habían ocupado la zona. Esta vez utilizaron bombas lacrimógenas y un vehículo rompemanifestaciones. Los ataques cesaron al enterarse que una comisión de los invasores se reuniría con el ministro de Vivienda. En la reunión, se les ofreció empadronarlos para poder reubicarlos en otro lugar. Esa tarde, la comitiva también conversó con miembros de la asistencia social para encontrar una solución al problema.
Al día siguiente, el 5 de mayo, las fuerzas policiales intentaron por tercera vez desalojar a los invasores. En la pelea, falleció una persona y hubo cientos de heridos. Esa noche, el consejo parroquial de Cuidad de Dios redactó una carta al presidente de la República. En ella, protestaron por la actuación de los agentes. También explicaron que harían una misa de solidaridad por las víctimas de los enfrentamientos.
La celebración litúrgica se realizó el domingo 9 de mayo. En ella, participaron más de 400 personas. La misa fue oficiada por 6 sacerdotes, entre los que había tres extranjeros. Entre los clérigos, estuvo el obispo auxiliar de Lima, monseñor Luis Bambarén. Él dio la homilía. Un discurso que tuvo una fuerte repercusión en algunos medios nacionales. El sermón causaría su detención.
Sorpresivo arresto
La mañana del 10 de mayo de 1971, monseñor Bambarén acudió a la prefectura de Lima para ser interrogado por su discurso en la misa. El obispo auxiliar de la cuidad era acusado de alterar el orden público tras haber dado la homilía a los invasores. Su detención había sido ordenada por el ministro del Interior, Armando Artola. El general del Ejército peruano consideraba al religioso como “un agitador con sotana”.
Tras declarar más de dos horas, Bambarén fue puesto a disposición de la División de Asuntos Sociales de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP). En el lugar, estuvo hasta las 6 de la tarde. Una hora después, fue trasladado a una carceleta del Palacio de Justicia. Ahí habló para los periodistas. “No sé si estoy detenido. Más tarde hablaremos”, dijo el religioso.
A las 8 de la noche, el obispo católico jesuita fue conducido al Penal El Sexto. Allí el director general de la PIP dijo que estaba detenido tras ser acusado de agitador por el ministro del Interior. También explicó que el sacerdote estadounidense, Carmelo de la Mazza, iba a ser expulsado del país. Esta detención fue confirmada por el propio ministro en dos conferencias de prensa ofrecidas desde Palacio de Gobierno: “Vuelvo a repetir que considero a Monseñor Bambarén como agitador; nadie puede tener impunidad en este país para hacer lo que le viene en gana por deseos de figuración. Esto es lo que pienso”.
Apoyo de la iglesia
Días después, el 13 de mayo de 1971, el arzobispo de Lima, Juan Landázuri, se reunió con el presidente Juan Velasco Alvarado en Palacio de Gobierno. Tras la reunión, el cardenal ofreció una conferencia de prensa en el lugar. Ahí dijo que “el mismo presidente de la República en declaraciones ha dicho que supo del caso muy entrada la tarde y que inmediatamente, al tener conocimiento de eso, dio orden que se pusiese en libertad a Monseñor Bambarén”. También reveló que el ministro del Interior lamentaba su accionar a través de una carta dirigida al monseñor. El obispo auxiliar de la ciudad había aceptado las disculpas.
Asimismo, explicó que había muchas personas que trataban de sacar provecho a estos problemas. Sin embargo, era necesario tener más conciencia social. Antes de finalizar la entrevista, Landázuri lamentó que la prensa nacional distorsionara la figura del sacerdote católico jesuita. “En Pamplona es distorsionar los hechos objetivos y poner a Monseñor Bambarén, una figura que absolutamente no corresponde a la realidad, intención y querer de Monseñor Bambarén. Por eso, aprovecho la circunstancia para protestar por ciertos editoriales y ciertas cartas y escritos que pintan a Monseñor Bambarén como un agitador, como un propiciador de invasiones, lo cual es absolutamente falso a la verdad, a la realidad y a la actuación de Monseñor Bambarén”.
Ese día, el Arzobispado de Lima emitió un comunicado en el que explicaba cómo sucedieron los hechos cronológicamente. Al día siguiente, El Comercio publicó una nota enviada por Bambarén, en donde dejaba claro que no guardaba rencor por lo sucedido. Además pedía evitar las peleas entre los peruanos y expresaba su deseo de seguir ayudando a los más necesitados del país: “No guardo resentimientos para con nadie, deseo que se olviden las equivocadas imputaciones de que he sido objeto y que iremos siempre adelante, unidos patrióticamente e identificados con el Perú, con sus problemas y procesos de cambio. (…) Vivamos convencidos de que solo podemos ser felices haciendo felices a los demás”. Es así como en los siguientes días, los invasores fueron trasladados a otro lugar. Una nueva zona denominada “Villa El Salvador”.
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