Descentralización y regionalización, ¿para qué?
Desde que Javier Pulgar Vidal se opuso a la tradicional división territorial del país en tres regiones naturales (costa, sierra y selva) y postuló que hay ocho, se iniciaron las nuevas bases para la descentralización y consecuente regionalización de nuestro país. Si nos remontamos a la historia, ya desde la Colonia hubo un proceso a partir de 1569 en que se crearon los corregimientos y duró hasta 1784 en la época de la rebelión tupacamarista, en la cual se fundaron las intendencias que fueron divididas en partidos.
En la República tenemos un federalismo fallido (1821-1873). San Martín transformó las intendencias en departamentos y los partidos en provincias. Pero fue en la Constitución de 1823 que se empezó a perfilar la idea de un gobierno regional y se crearon las juntas departamentales con un sistema de poder compuesto por prefectos, intendentes y gobernadores. De aquí en adelante se puede hablar de un conjunto de propuestas, como la civilista (1873-1920), la leguiísta (1920-1933). La Constitución de 1933 volvió a consagrar las juntas departamentales.
Tampoco podemos olvidar los debates que se produjeron por aquella época, en los cuales participaron José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre y Víctor Andrés Belaunde, quien propone desde una visión económica e histórica la formación de siete regiones, luego en el debate del Congreso Constituyente, en 1931, Belaunde agrega otras dos regiones.
La propuesta de Pulgar Vidal no tuvo resonancia inmediata, pero empezó a adquirir fuerza a partir de los años 60. Precisamente fue Fernando Belaunde quien en su primer gobierno promovió las juntas departamentales. Incluso el gobierno militar que depuso a Belaunde en 1975 promulgó un proyecto de regionalización en el cual deberían funcionar doce regiones.
Sin embargo, fue la Constitución de 1979 que introduce el término región y le reconoce autonomía económica y administrativa. Para cumplir con este mandato constitucional, Belaunde creó la Comisión Nacional de Regionalización bajo la presidencia del jefe del Instituto Nacional de Planificación. Fundó la Corporación de Desarrollo (Corde) en el ámbito departamental y como órgano descentralizado del Ejecutivo.
No obstante, fue recién en 1987, durante el primer gobierno de Alan García, que se aprobó la Ley de Bases de la Descentralización (24650). Se formaron once regiones y un área metropolitana Lima-Callao. De acuerdo con esta norma las asambleas regionales fueron integradas por 558 miembros, 222 elegidos, 171 alcaldes provinciales y 165 delegados institucionales. Estas regiones constituyeron el nivel intermedio del gobierno, con autonomía económica y administrativa.
Este primer intento moderno de descentralización y regionalización se frustró por el golpe de Fujimori que retornó al centralismo, a pesar de que la Constitución de 1993 mantuvo la descentralización.
Cuando concluye la dictadura fujimontesinista, durante el gobierno de Toledo el Congreso aprobó una Ley de Descentralización, promulgada por este presidente. Esta ley convirtió los 25 departamentos en regiones y a Lima le reconoce un régimen especial.
Esta es la realidad, que debe cambiar porque tenemos que descentralizar y regionalizar bajo los criterios científicos que propuso Pulgar Vidal, lo cual a mi parecer contribuirá a una auténtica democratización regional, para superar el caciquismo y el clientelismo de ese híbrido departamento-región que tenemos ahora.
La descentralización y regionalización deben obedecer a unidades territoriales vinculadas, a interacciones socioculturales, al principio de solidaridad económica, a la desconcentración del poder político, al empoderamiento de la sociedad civil regional y a las ya conocidas autonomías políticas, económicas y administrativas. Quizá para graficar esta idea, que nadie se quede sin mar, que nadie se quede sin cordillera y que nadie se quede sin selva.