Curas milagrosas del cáncer
Un furioso enfrentamiento social está ocurriendo en Brasil en los últimos meses entre el rígido sistema científico que solo cree en las evidencias demostradas a través de estudios controlados y la desesperación de pacientes con cáncer que están dispuestos a probar “cualquier cosa” que pueda curar su enfermedad. Tal es la repercusión de este hecho que la prestigiosa revista científica “Nature” ha publicado la semana pasada un artículo y un editorial al respecto, mostrando su preocupación por decisiones judiciales que ignorando la ciencia, autorizan el uso de sustancias sin efecto comprobado.
Etapas de investigación para el desarrollo de medicinas
Antes de describir la situación brasileña, es importante saber como se desarrollan los medicamentos que usted, estimado lector, consume por indicación de su médico.
Un medicamento se desarrolla en cinco etapas: 1. La etapa preclínica, en la que la sustancia se estudia “in vitro” con células cancerosas aisladas humanas o de animales (vitro significa vidrio y se refiere al uso de platitos de vidrio para los experimentos en el laboratorio). Esta fase demora aproximadamente 3 años. 2. La fase I, en la que la sustancia se administra en 20 a 80 seres humanos para averiguar contra que tipo de cáncer es mas activa. Aquí se averigua también su dosis mínima y máxima, como se absorbe, como se distribuye, como se metaboliza o destruye, como se elimina del organismo y que efectos indeseables puede tener. Esta fase dura un año. 3. La fase II, en la que la sustancia se usa en 100 a 300 voluntarios con el tipo de cáncer mas sensible averiguado en la fase 1. Aquí se estudian las dosis optimas del medicamento y se afinan los estudios de tolerancia y toxicidad. Esta fase dura 2 años. 4. La fase III en la que la sustancia se usa en 1.000 a 3.000 voluntarios con el tipo de cáncer mas sensible al medicamento. En esta fase se enfrenta la nueva sustancia con el tratamiento mas efectivo que se dispone al momento con la intención de saber si se le puede mejorar. Esta fase dura por lo menos 3 años.
Es recién después de que se completa la fase III que el laboratorio puede enviar una solicitud de aprobación del medicamento al órgano correspondiente, que en los Estados Unidos es la Administración de Medicinas y Alimentos (FDA). Los estudios de aprobación demoran aproximadamente 3 años.
Como hemos visto, desde que se inician los estudios preclínicos hasta que se logra su aprobación, pasan por lo menos 12 años, calculándose que de cada 5.000 sustancias químicas que inician un estudio preclínico, solo cinco pasan a ser probadas en un ser humano, y de estas, solo una logra aprobación. En otras palabras, solo una de cada 5.000 sustancias que demuestran algún tipo de actividad anticancerosa “in vitro” es usada por el ser humano.
Ahora si estamos listos para entender el caso brasileño.
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La fosfoetanolamina
La fosfoetanolamina es una sustancia natural, precursora de los fosfolípidos, sustancias componentes de las membranas celulares. La fosfoetanolamina cumple también funciones en el sistema de comunicación celular.
Durante la década de los 90, el Dr. Gilberto Orivaldo Chierice un químico brasileño (ahora retirado) del Departamento de Química Analítica y Tecnología de Polímeros de la Universidad de San Pablo (USP) en San Carlos, sintetizó la fosfoetanolamina y postuló que podía curar el cáncer. Durante la década pasada, el Dr. Chierice y sus colegas de la USP empezaron a investigar con más seriedad y condujeron los primeros estudios preclínicos “in vitro” con la fosfoetanolamina.
Los resultados fueron alentadores, y en estudios publicados a partir del 2012, la sustancia demostró actividad “in vitro” contra células aisladas de leucemia, de mama, de melanoma de ratones, y postularon que ese efecto era producido por su acción sobre el sistema de energía de las células (mitocondrias) y por inducción del fenómeno de muerte celular o apoptosis.
Hasta allí, todo bien, se habían completado los estudios preclínicos y la sustancia estaba lista para pasar a la fase I. Pero aquí es donde empieza el problema porque a pesar de que la fosfoetanolamina nunca llegó a las fases I, II, o III, muchos pacientes con cáncer lograron acceso a la fosfoetanolamina y algunos de ellos empezaron a hablar de “milagros” y a aparecer en videos de You Tube corriendo la voz de que la fosfoetanolamina curaba el cáncer.
Ante la escasez de fosfoetanolamina, centenares de pacientes con cáncer empezaron a protestar y un grupo de ellos enjuició a la Universidad de San Pablo exigiendo acceso al medicamento. El 9 de octubre pasado el juez José Nalini, presidente del Tribunal Supremo de San Pablo falló a favor de los pacientes y obligó a la USP que provea el medicamento. La USP se negó a cumplir y apeló el fallo, por lo que el 11 de noviembre pasado, el ministro del Tribunal Supremo Federal de San Pablo Edson Fachin, anuló el fallo anterior y ordenó que la comunidad científica aconseje a los tribunales en los pasos a seguir.
Finalmente, la semana pasada, el gobierno brasileño otorgó una partida de dos millones de reales para que se completen los estudios preclínicos y se inicien los estudios de fase I, los cuales esperan ser completados en un año.
Mientras tanto, la sociedad brasileña esta agitada por debates dirigidos por grupos que favorecen las terapias alternativas y que creen que el gobierno, en alianza con las compañías farmacéuticas, está negándole al paciente con cáncer la posibilidad de curar su enfermedad. Según ellos, “ya no hay necesidad de estudiar mas a la fosfoetanolamina” y quieren saltearse las fases científicas de estudio, pasando directamente de estudios “in vitro” al ser humano. Y para eso, cuentan con un poderoso aliado: la desesperación de los enfermos de cáncer y sus familias. Hasta el gobernador de San Pablo ha entrado en la controversia, pidiendo que los enfermos con cáncer terminales tengan acceso a la medicina.
Por su parte la Universidad de San Pablo y el Ministerio de Salud han fundamentado su oposición diciendo que es imposible usar en seres humanos una sustancia que no ha completado ninguna de las fases de investigación que requiere todo nuevo medicamento.
Todos sabemos la desesperación de los pacientes y sus familias cuando el cáncer ataca, y sobre todo cuando llega la etapa final de la enfermedad, mas aun cuando los médicos no saben comunicar adecuadamente la gravedad de la situación. Si alguien por allí dice que el cáncer se puede curar comiendo 100 zanahorias al día, muchos pacientes sin duda lo harán. La esperanza es lo último que se pierde afirman.
Por coincidencia, la semana pasada tuve ocasión de conversar con un amigo que con profundo dolor me contaba como su adorada esposa de 41 años de edad, acababa de morir de un cáncer de la mama en Lima. Pero sus lágrimas mas sentidas las derramaba al quejarse del “nutricionista” que la había convencido de que rechace todo tipo de tratamiento “químico” y que se someta a sus prácticas de severas dietas de “alcalinización de la sangre”, que según su teoría, le iba a curar el cáncer. Solo seis semanas después de haber iniciado ese “tratamiento”, su esposa murió entre gritos de dolor y el “nutricionista” y su ayudante desaparecieron del mapa sin dar explicación alguna de lo que pasó. Esta era la queja mas dolorosa de mi amigo, el de que su amada esposa haya sido convencida de ser tratada y luego abandonada cuando las cosas se pusieron feas.
Corolario
Debemos aclarar que este fenómeno no es nuevo pues se ha dado desde que surgió la medicina científica moderna, la cual puso en un rincón las prácticas empíricas hasta ese momento aceptadas. Lamentablemente, debido a que el cáncer es muchas veces incurable, cada día salen mas métodos no comprobados para el tratamiento del cáncer. Dada la necesidad, esos tratamientos circulan de boca en boca y a través del Internet, medio que se ha convertido en el equivalente de los vendedores de aceite de culebra del siglo antepasado.
En esa lista esta el agua de Grecia, la uña de gato, el laetrile, los antineoplastones del Dr. Burzynski, los factores de transferencia, las dietas sin carne, las dietas sin leche, las dietas alcalinizantes, el bicarbonato de sodio, el cartílago de tiburón, los ayunos prolongados, la coenzima Q10, la homeopatía, la orinoterapia (tomarse la propia orina), la quelacion, el tratamiento de Gerson, el noni, la terapia celular y los venenos de animales como el veneno del alacrán azul de Cuba.
Viendo que el paciente se pone cada día mas enfermo y que el médico no sabe o no quiere comunicar la verdad de una muerte inminente, los pacientes desesperados buscan “alternativas” y se encuentran con comerciantes que están siempre dispuestos a dar el alivio que la ciencia formal no puede dar. Total, les dicen, la esperanza es lo ultimo que se pierde. Hemos visto familiares que venden todo para llevar su enfermo a Cuba u otro lugar “afamado” de tratamientos alternativos para que les salven la vida. Al ocurrir el inevitable fatal desenlace, la familia se consuela diciendo “por lo menos lo tratamos, pero no se pudo”.
Aquí el asunto es entender que toda esa angustia y falsa esperanza pudo haberse evitado aceptando que la medicina tiene sus limites y que la intervención mas valiosa que podemos hacer con nuestros enfermos graves es darles calidad de vida y calidad de muerte.