Trastornos mentales en transportistas de Lima
De lunes a viernes, a las 7:30 a.m. —minutos más o minutos menos—, llego al paradero de la Universidad de Lima a tomar el bus que me lleve hasta San Isidro. Personalmente, prefiero “la Daiwo” o “la JV” porque son más grandes y llegan rápido a mi destino. Los otros, en cambio, se estacionan en cada paradero el tiempo que sea necesario para llenarse (como si ése paradero fuera el único donde hubieran pasajeros), provocando la airada reacción de los usuarios que tan sólo exigen que el chofer haga su trabajo.
“¡Oiga (payaso), avance! “, “¡¿Qué esperas?!”, “¡Ya estás lleno (misherable)!”
La mayoría de los choferes ni se inmutan. Como si vivieran dentro de una burbuja, siguen estacionados hasta que el inspector le pida por las malas que avance. Otros se ponen malcriados y responden: “¡chapa tu taxi!” o “¡todos quieren viajar!”. Y cuando al fin se dignan a avanzar, le gritan al cobrador que cierre la puerta sabiendo que es imposible hacerlo.
Lo más irónico es que después de haber estado parados por diez minutos en un paradero, te apuran cuando te toca bajar en otro. “¡Baja rápido pe’ chochera!”. Incluso cierran el paso a la competencia sin importar si la venerable anciana ya terminó de bajar. Frenan en seco o aceleran entre cada semáforo. Los faros y espejos rotos están a la orden del día. Te cobran el pasaje al menos cinco veces durante el trayecto y, a partir de las 8:00 p.m., sólo llegan hasta Aviación o el Jockey.
Esto nos hace pensar si, en realidad, los transportistas de Lima sufren de algún tipo de trastorno mental que propicie ese comportamiento. Creemos que sí pero no teníamos forma de demostrarlo. Hasta ahora…
Un reciente estudio publicado esta semana en PLOS ONE revela que es común ciertos trastornos mentales como el abuso del alcohol, episodios depresivos, síntomas de ansiedad y síndrome de Burnout, en los choferes de transporte público de Lima.
El estudio
Entre enero y junio del 2010, un grupo de investigadores liderados por el Dr. Paulo Ruiz-Grosso y la Dra. Mariana Ramos de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, colectaron información sobre el estado de salud mental de 505 choferes (278 de bus y 227 de mototaxis) de 25 empresas de transporte público de Lima, tanto de San Juan de Miraflores como de Carabayllo, a través de cuatro cuestionarios diseñados para evidenciar diferentes trastornos mentales, tales como: depresión, alcoholismo, ansiedad y síndrome de Burnout. Adicionalmente, complementaron el estudio con información sociodemográfica de los participantes.
Los datos mostraron que las 3/4 partes de los encuestados presentaban problemas de alcohol, muy superior al 22% de prevalencia en la población limeña hallado en el 2002. Incluso, este porcentaje es mayor que en los transportistas de otros países en vías de desarrollo como Brasil y la India. Sin embargo, el porcentaje de choferes con problemas de alcohol variaba dependiendo de la compañía a la que pertenecían.
El 13,7% de los transportistas sufría de episodios depresivos: el doble de lo esperado en la población limeña pero similar a lo hallado en los choferes de camiones de Brasil. Asimismo, la cuarta parte sufría de problemas de ansiedad y el 14% del síndrome de Burnout.
En todos los casos, la prevalencia de trastornos mentales en los transportistas fue superior a lo que uno esperaría encontrar en la población limeña.
Reforma del transporte
Un dato interesante que mostraron los investigadores fue que los choferes que trabajaban en compañías ilegales presentaban un peor estado de salud mental debido a los bajos estándares laborales, por ejemplo, más horas manejando vehículos inadecuados y el estrés intrínseco de realizar un trabajo ilegal.
Uno de los problemas que se percibe es la forma como actúan la mayoría de empresas de transporte público de Lima: o bien le alquilan el vehículo al chofer a una tarifa diaria o bien los transportistas son dueños de la unidad y sólo le pagan a la empresa por usar la ruta que le fue autorizada. Es así que sus ingresos dependerá del número de pasajeros que suban a su vehículo. Si a esto le sumamos que las unidades de transporte público son principalmente combis y custers, cuya capacidad es muy limitada (20 y 40 pasajeros, respectivamente, cuando están llenos), y que, además, los choferes deben subcontratar a un “especialista en convocatoria de usuarios y recaudación de tasas por uso de servicio”, también conocido como cobrador, sus ingresos diarios son bajos, a menos que hagan varias rutas al día (más horas manejando) y que consigan la mayor cantidad de pasajeros posibles, incluso acortando ilegalmente sus rutas.
Hay empresas donde esto no ocurre (sin contar al Metropolitano), en las cuales los conductores están en planilla, las unidades de trabajo —que además son buses grandes— son proporcionadas por la misma empresa, no requieren de cobrador, llevan un control adecuado —a través de los boletos— de los pasajeros que suben y el precio que pagan según la distancia que recorren y cumplen con sus rutas autorizadas. Lamentablemente, estas empresas son escasas pero se nota claramente la diferencia en el comportamiento de los choferes.
De por sí, conducir en Lima es estresante para cualquier persona. Pero los choferes de transporte público están sometidos a este estrés por muchas horas al día, por lo que sus problemas de conducta y, por qué no, algunos de los trastornos mentales que presentan, sean a causa esto.
Esperemos que la reforma del transporte propuesto por la Municipalidad de Lima, permitan reducir la problemas encontrados en este estudio, el cual servirá como línea de base para un posterior análisis y ver si la prevalencia de trastornos mentales encontrados en los transportistas actualmente logre reducirse.
Referencia:
Ruiz-Grosso P, Ramos M, Samalvides F, Vega-Dienstmaier J, Kruger H (2014) Common Mental Disorders in Public Transportation Drivers in Lima, Peru. PLoS ONE 9(6): e101066. doi: 10.1371/journal.pone.0101066