Mapas revelan efecto del consumismo sobre la biodiversidad
Cada vez que comas un pollo a la brasa, recuerda que esa ave se alimentó de piensos elaborados a base de maíz y soya, los cuales fueron cultivados en Brasil o Argentina. Estas inmensas zonas agrícolas, hasta hace unos años, eran bosques naturales donde habitaban diversas especies. Hoy albergan solo una —aquella que es cultivada. Algo similar ocurre cuando te tomas un delicioso café de Villa Rica por la mañana cerca de tu centro laboral. Las zonas cafeteras de la selva central fueron —en algún momento— ambientes silvestres donde había una gran biodiversidad.
Con una economía cada vez más globalizada, cada bien y servicio que consumimos acelera la degradación de los hábitats naturales lejos del lugar donde vivimos. Es por esta razón que, al menos, un tercio de las amenazas a la biodiversidad en el planeta están vinculadas con la producción para el comercio internacional.
¿A qué amenazas nos referimos? Pues a la deforestación, la sobrepesca, la caza excesiva y el cambio climático. Muchas de ellas son consecuencia de la incursión humana en los ecosistemas naturales en busca de recursos y alimentos. Por ello, es importante localizar los puntos críticos (hotspots) donde la biodiversidad es amenazada debido a la demanda de bienes por parte de los grandes consumidores, con el fin de dirigir mejor las acciones de conservación.
Daniel Morán, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, y Keiichiro Kanemoto, de la Universidad Shinshu de Japón, han rastreado el origen de las mercancías producidas por unas 15 000 industrias a nivel mundial hasta su destino final en 187 países, utilizando un modelo de comercio global.
Obviamente, países pequeños o en vías de desarrollo como el nuestro no ejercen una gran presión sobre los hábitats naturales, pero ¿un gran consumidor como Estados Unidos, China, Japón o los de la Unión Europea?
El primer mapa muestra los puntos críticos donde las especies están amenazadas debido al consumo de los estadounidenses. Las zonas más oscuras representan los lugares donde el efecto es mayor.
Si analizamos con mayor detalle los mapas, vemos que el mayor efecto del consumo en Estados Unidos se da sobre Latinoamérica, principalmente, en México y Centroamérica; seguido por las planicies brasileñas y bolivianas, donde hay una agricultura y ganadería extensiva. También se observa que el efecto es mayor en la Amazonía peruana que en la brasileña. Asimismo, existe una fuere presión sobre las especies marinas de los mares de Nicaragua, Panamá y en la desembocadura del río Orinoco.
Por su parte, el consumo en los países de la Unión Europea tienen un fuerte impacto sobre Marruecos, Etiopía y Madagascar; mientras que las exportaciones hacia Japón está amenazando la biodiversidad en el sudeste asiático, debido principalmente al cultivo de palma aceitera.
Estos mapas van a permitir acelerar las acciones correctivas ya que se podrá localizar de manera mucho más específica las amenazas a los ambientes naturales. Lamentablemente, la identificación de estos puntos críticos está muy limitada por la resolución de los datos. Se necesitan modelos y mapas mejorados que gracias a iniciativas y proyectos como AquaMaps, el Programa Global de Evaluación de Mamíferos y el de Anfibios se están consiguiendo.
Este tipo de mapas pueden convertirse en una poderosa herramienta para encontrar formas más eficientes de proteger los hábitats naturales de mayor importancia, especialmente, aquellos donde habitan las especies en situación de vulnerabilidad o amenaza.
Es importante considerar que la biodiversidad no está distribuida equitativamente entre los países. Por ello, los puntos críticos de conservación, que es donde se deben destinar los mayores recursos y esfuerzos, deben ser priorizados. Si bien una de las metas de Aichi establece que, para el 2020, al menos el 17% de las zonas terrestres y aguas interiores, y el 10% de las zonas marinas y costeras, de importancia para la biodiversidad, deben estar dentro de un sistema de áreas protegidas; esto no quiere decir que todos los países destinen esos mismos porcentajes de su territorio a la conservación. Habrá países donde la proporción debe ser mayor.
Finalmente, estos mapas nos permitirán saber si los puntos críticos de amenaza a la biodiversidad están o no ubicados dentro de la jurisdicción de un área natural protegida. De esta manera se podrá hacer un uso más eficiente de los recursos destinados a la conservación.
Referencia:
Moran, D., & Kanemoto, K. (2017). Identifying species threat hotspots from global supply chains Nature Ecology & Evolution, 1 (1) DOI: 10.1038/s41559-016-0023