La ruta del maíz
Uno de los productos más emblemáticos de nuestro país es el maíz, a tal punto que ha sido retratado en las esculturas y cerámicas de las civilizaciones precolombinas. Hoy en día, no puede faltar en la mesa de ningún restaurante, ya sea como canchita o como chicha.
Sin embargo, a diferencia de la papa, el maíz no se originó en el Perú. Lo hizo a miles de kilómetros de distancia, en el valle del río Balsas, al oeste de México, a partir de una planta muy similar —pero que no produce mazorcas— llamada teosinte. Este suceso ocurrió hace unos 9000 años. Desde entonces, se ha diseminado por todo el continente americano, aportando las calorías necesarias para sostener importantes civilizaciones como los Olmec y Maya en México; las culturas Valdivia y Chorrera en Ecuador; Chavín, Moche, Nazca, Tiwanaco e Inca en Perú; hasta los Aconcagua y Diaguita en Chile y Argentina.
La diseminación del maíz hacia distintas partes del mundo está ligada, necesariamente, a la dinámica de las migraciones de las poblaciones humanas. Es así que la llegada de los españoles al continente americano a fines del siglo XV fue un punto de quiebre para este cultivo. En el 2013, un grupo internacional de investigadores analizó la diversidad genética de 800 cultivares de maíz de distintas partes del mundo, lo que les permitió reconstruir las principales rutas de diseminación de este cultivo desde su centro de origen.
Los primeros maíces que cruzaron el charco fueron los cultivares del Caribe, que fueron transportados por Cristóbal Colón a su regresó a España, en 1493. Luego se diseminaron por el norte de África hasta alcanzar el Oriente Medio. En 1534, los exploradores portugueses llevaron cultivares de maíz colombianos hacia el África subsahariana. Por esa misma época, exploradores españoles y franceses diseminaron cultivares de maíz norteamericanos por toda Europa.
El maíz no solo cruzó el Atlántico durante el siglo XVI, sino también el Pacífico, llegando hasta Indonesia y Filipinas. Gracias a su gran poder de adaptación, el maíz conquistó el mundo en tan solo un siglo.
A pesar de ello, los maíces andinos permanecieron confinados dentro del continente americano. Esto se debe a su aislamiento de las principales rutas comerciales del siglo XVI y a que estaban mejor adaptados a las condiciones ambientales extremas de la Cordillera de los Andes, haciéndolos menos productivos fuera de sus nichos ecológicos.
Aunque no lo crean, se conoce mejor la diseminación del maíz en África, Europa y Asia que dentro de nuestro propio continente. La historia del maíz en los registros arqueológicos es incompleta; tanto así que existen serias discrepancias con relación a la presencia temprana de este cultivo en la región andina, especialmente, en nuestro país.
El Perú posee la mayor diversidad genética de maíz después de México. Se estima que tenemos unas 55 razas distribuidas en los 24 departamentos —en unos más que en otros. Un estudio publicado a inicios del 2012 reportó el hallazgo de restos de maíz de más de 6700 años de antigüedad en el complejo arqueológico de Paredones y Huaca Prieta, en el valle del río Chicama (La Libertad). Esto indicaba que el maíz ya era usado como alimento en esta parte del continente unos 3000 años antes de lo que se pensaba.
El estudio también reveló notables diferencias entre los maíces hallados en Paredones y Huaca Prieta y sus contemporáneos hallados en la cueva Guilá Naquitz (Oaxaca, México). Esto se debería a que el maíz dejó de cruzarse con el teosinte —su antecesor— cuando abandonó el territorio mexicano, mejorando así su productividad y facilitando su selección.
Con el fin de conocer más sobre la historia evolutiva del maíz en nuestro continente, investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) realizaron un análisis genético de 194 cultivares de maíz obtenidos de 23 países de Latinoamérica y el Caribe. Los resultados mostraron tres grupos diferenciados: i) México (norte y centro) – Sur de los Andes (zonas bajas de Chile y Argentina), ii) tierras bajas de Mesoamérica (sur de México, Centroamérica y el Caribe) y iii) región andina de Sudamérica (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile). Asimismo, se evidenció una amplia separación temporal entre las razas antiguas de maíces mexicanos y sudamericanos.
El análisis genético revela la posible llegada temprana del maíz hacia la región andina, transportado por antiguos navegantes, a través de rutas marinas. Todavía no está claro cuándo se dio este suceso. No se ha encontrado relación directa entre los maíces andinos, que se desarrollan a una altitud promedio de 2400 metros, con los maíces de las tierras altas de Mesoamérica (México y Guatemala), cuya altura promedio no supera los 2000 metros.
Nuevas evidencias arqueológicas podrían apoyar la existencia de razas muy primitivas de maíz en la región andina que hoy estarían extintas. Esto abre la interesante posibilidad de que el maíz pudo haber llegado a esta parte del continente semidomesticado y fueron los antiguos pobladores peruanos quienes culminaron este proceso.
Lo que quedaría descartado es que el maíz andino haya llegado desde Centroamérica a través de Colombia. Las densas junglas y las altas montañas del territorio colombiano ponen una barrera geográfica muy difícil de superar para este cultivo, más aún si consideramos que el maíz no puede adaptarse rápidamente a los cambios abruptos de elevación.
A la fecha, sigue existiendo muchos problemas para identificar el origen de maíz andino. El registro fósil y arqueológico es incompleto. Asimismo, falta estudiar la diversidad genética (a nivel molecular) de las razas de maíces peruanos con el fin de determinar sus relaciones evolutivas respecto a las otras razas de maíz del continente.
No hay dudas que el maíz forma parte importante de nuestra historia por lo que se deben destinar recursos para conservar y utilizar su diversidad genética; ya que en ella, podemos encontrar características interesantes (resistencia a plagas y enfermedades, a las sequías y heladas, entre otras) que podrían mejorar la productividad de las variedades comerciales.
Fuente:
Bedoya CA, Dreisigacker S, Hearne S, Franco J, Mir C, et al. (2017) Genetic diversity and population structure of native maize populations in Latin America and the Caribbean. PLOS ONE 12(4): e0173488.