Café Femenino: una marca que empodera
Hoy se festeja el Día Internacional del Café. Para conmemorar esta fecha, la Organización Internacional del Café (OIC) escogió que este año las celebraciones destaquen el importante papel que cumple la mujer en la cadena de valor del café. Se estima que, en todo el mundo, entre el 25% y el 35% de los fundos de café están encabezados por mujeres. Por lo general, este duro trabajo en el campo se combina con el cumplimiento del rol tradicional de la mujer como madre y ama de casa.
Pero, como sucede en otros sectores productivos, las mujeres que trabajan en el café enfrentan barreras aún mayores que sus homólogos masculinos. “Las productoras de café tienen menores rendimientos y menores ingresos que sus pares masculinos, como resultado de un menor acceso a la propiedad de la tierra, crédito, mercados, tecnología, semillas, agua, información y educación y otros servicios”, precisa la OIC.
Es indispensable cerrar esta brecha de género, afirma la OIC, porque esto conllevará mayores beneficios económicos en las zonas productoras y bienestar para las comunidades. Hace 8 años, Isabel Uriarte Latorre, gerente de la Promotora de la Agricultura Sustentable (Proassa), me explicó lo mismo. Nos conocimos en una visita que hice al caserío de Agua Azul, en Cajamarca, que forma parte de las áreas de cultivo que abastecen a Café Femenino, una marca de café orgánico que producen mujeres del nororiente (Cajamarca, Amazonas, San Martin y Lambayeque).
El proyecto se inició en el 2004. Isabel buscaba mejorar la calidad del café que acopiaba en el nororiente, pero se dio cuenta que ello no pasaría si esto no era parte de un proyecto integral que no solo requería crear canales de comercialización, mercado y certificaciones. Se necesitaba, además, fortalecer a las organizaciones de productores y mejorar los índices de salud y educación de la población.
Para lograr este objetivo, era necesario que las mujeres caficultoras pudieran generar mayores ingresos propios ya que suelen destinarlos en la salud y la educación de sus hijos. Así surgió la idea de la marca que hoy agrupa a 803 mujeres de la Central de Cafetaleros del Nororiente (Cecanor), cuya producción se exporta a EE.UU., Canadá, Australia, Inglaterra y Europa. El 98% de su café se consume en el exterior y el resto se puede conseguir en ferias y tiendas en Chiclayo y Lima.
Según Isabel, la marca Café Femenino va de la mano con un mayor acceso a la educación e indicadores positivos en la salud de niños y adolescentes. Esto genera, además, hogares donde hay mayor comunicación y respeto, lo que reduce los índices de violencia física y sexual en las zonas de extrema pobreza. Dichos resultados forman parte del mensaje que los compradores de la marca valoran ya que sienten que están contribuyendo al bienestar de familias caficultoras.
Aunque la zona del nororiente también ha sido atacada brutalmente por la roya y los precios del café hoy en día son muy bajos, Café Femenino da batalla gracias a que se exporta con certificación orgánica y de comercio justo. Esto permite que las productoras accedan a premios que se destinan a la sostenibilidad de su organización, así como a materiales que mejoren su sistema de beneficio húmedo, rumbo a un café de especialidad. Actualmente, Café Femenino tiene 84 puntos en taza. Nada mal.
Hace ocho años, antes de conocer la historia de Café Femenino y a Isabel Uriarte, no era consciente de la importancia de mejorar la calidad de vida de los productores para lograr una buena taza de café (y viceversa). Después de ese viaje, que dicho sea de paso me permitió conocer una de las zonas productoras de café más bonitas que he visto en el Perú por sus riachuelos y plantas de bambú que remiten a una suerte de spa al aire libre, mi visión como consumidora de café cambió.
Aquel día solo entrevisté a quien era presidenta de la organización de mujeres para un artículo, pero conversé con varias de ellas que me comentaron las dificultades que enfrentaron al inicio de la marca. Desde el machismo en las organizaciones y en sus propias casas. Sin embargo, ellas persistieron no solo para cambiar su destino sino, principalmente, el de sus hijas. Si ellas tenían ingresos podía costear los estudios de sus hijas que en esos momentos (quiero pensar que esto ya cambió) solo accedían al nivel primario si es que en casa había hijos varones. Ellos tenían la prioridad de hacer la secundaria y seguir estudios superiores.
Pasaron ocho años y, más allá de un par de llamadas de consulta periodística, no volví a saber de Isabel. La contacté expresamente para este post y para este día porque quería saber de ella y que al final de este artículo supiera cuánto de su visión sobre la importancia de la equidad de género en la producción de café caló en mí. En buena cuenta, la idea de este blog surgió ese día. Se me ocurrió contar las historias de las mujeres del sector cafetero para visibilizar sus luchas y logros. Tuvieron que pasar ocho años para poder concretar este proyecto. Quizás me demoré mucho, pero eso no importa. Lo importante es empezar.
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