“Hitler acosó a una atleta olímpica estadounidense”
Luciano Wernicke
Periodista y escritor
Nací hace 46 años en Buenos Aires. Trabajé en la agencia DyN,
la revista “El Gráfico” y fui columnista de “Olé”. He escrito libros sobre la Copa Libertadores, historias insólitas del fútbol, una biografía de James Rodríguez, y la autobiografía de Carlos Bilardo.
Por: Renzo Giner Vásquez
Hoy se inauguran los XXXI Juegos Olímpicos y junto a ellos renacen viejas historias y anécdotas gestadas a lo largo de más de 160 años. Como cuando la delegación de Brasil tuvo que viajar a Los Ángeles 1932 en un barco prestado por el gobierno que, además, ante la falta de dinero, le dio miles de sacos de café para que los vendieran en el camino y pagaran el combustible. Ese dato, entre muchos más, forma parte de un libro escrito por Luciano Wernicke.
— Cuénteme algo curioso de los Juegos…
En San Luis 1904 un maratonista sudafricano iba corriendo como 30 kilómetros y al costado del camino –porque iban en medio del campo– apareció un perro enorme que lo quería morder. El tipo corrió en sentido contrario, al borde del desfallecimiento, como 1 o 2 kilómetros hasta perder al perro. Recién entonces pudo volver a la carrera [risas]. Y eso que tengo más…
— Continúe…
Un velocista francés que en Londres 1908 tenía el mejor tiempo en las eliminatorias terminó la última carrera antes de la final y decidió tomarse una cervecita. Fue a un bar, tomó una, dos, tres cervezas, se emborrachó y como buen francés empezó a discutir con los ingleses. Se agarraron a trompadas, rompieron todo, terminó preso y mientras se desarrollaba la final él seguía preso. Después tienes los más conocidos, como los de Hitler en Berlín o el atentado en Múnich 1972. Pero yo tengo historias desconocidas sobre Hitler en los JJ.OO. de 1936.
— ¿Como cuál?
Él acosó sexualmente a la ganadora de los 100 metros planos femeninos, era una estadounidense llamada Helen Stephens. Se sabe que no quiso darle la mano a Jesse Owens, pero no que a Stephens la invitó a su palco para felicitarla por haber ganado, le pellizcó la cola, la acorraló y la invitó a pasar unos días en un castillo, ella rechazó todo. Tampoco es muy conocido que Hitler odiaba el fútbol y el único partido que fue a ver fue el que Noruega le ganó por 2 a 0 a Alemania.
— Y sobre las ceremonias de apertura, ¿tiene alguno?
[Piensa] Sí. Paavo Nurmi fue un velocista finlandés invitado a encender el pebetero olímpico en Finlandia 1952. Para eso fue corriendo al estadio, en pantalones cortos, la ropa que usan para correr. Llegó al estadio y le pidieron su entrada pero él no la tenía. ¡No lo quisieron dejar entrar! Era la máxima estrella pero el portero no lo reconoció. Finalmente, un dirigente le franqueó el acceso. Es como si hoy no dejaran entrar a Pelé al Maracaná.
— ¿Cuáles son sus Juegos Olímpicos favoritos?
El de Berlín 1936 y no solo por Hitler y Jesse Owens. Hay hechos muy curiosos como que el básquet se jugó al aire libre, en una cancha de tierra y horas antes de la final entre EE.UU. y Canadá llovió un montón. El partido terminó 19 a 8, no se hicieron nada. Además, ahí se dio el primer ‘replay’ en una carrera de ciclismo, un competidor pensó que otro había hecho trampa y al final vieron que fue su compatriota. Otra más, Hitler no quiso que participaran deportistas judíos, presionó a EE.UU. para que hiciera lo mismo y resultaba que la mejor saltadora alemana era judía. ¿Cuál fue la solución nazi? Un travesti. Le pusieron una peluca a un chico y lo hicieron competir. Menos mal quedó cuarto.
— ¿Cómo nació su afición por buscar estos datos?
No soy un periodista deportivo. Es más, antes trabajaba como periodista y editor de política y economía. Pero escribí unos libros de fútbol porque me gustaba, comenzó como un hobby. Un par de años antes del Mundial de Sudáfrica, Ignacio Iraola asumió como director de editorial Planeta Argentina y me convocó porque es muy futbolero y tenía mis libros. Quería hacer un proyecto, así que le propuse hacer un libro para el Mundial pero algo diferente a lo que siempre se publicaba. Había autobiografías o biografías, estadísticas, pero no había un libro de lo que ustedes llaman ‘las caletas’. Así que me puse a investigar las cosas que llamaron la atención en el terreno de juego pero también en el contexto, como los estadios, los vestuarios, las concentraciones. El libro se publicó y fue ‘best seller’ en México, Colombia, Uruguay y Chile. Así que después de eso vino el libro sobre Londres 2012.
— ¿Cuánto tiempo toma recolectar la información necesaria?
Puede llevar hasta un año cuando tienes otro trabajo. Tengo una minibiblioteca y al menos la mitad es de libros deportivos. Los compro en viajes, por Internet, en inglés, francés o español. Me proveo de una base sólida con información interesante y luego trabajo con hemerotecas. Ahora es increíble porque puedes acceder a la hemeroteca del “The New York Times” o al “Mundo Deportivo” de Barcelona y acá en Argentina tengo un montón de papel. Pero no siempre es suficiente eso.
— ¿Qué hace en esos casos?
He ido hasta la Biblioteca Nacional de Montevideo para buscar datos de 1950 y 1954 porque Argentina no participó y acá no cubrieron ni una línea de esos mundiales. Aproveché un viaje a Roma para ir a la biblioteca, vi los diarios de la época de Mussolini y me encontré una sorpresa gigante…
— ¿Cuál?
Cuando Italia salió campeona del mundo en 1934, un titular al día siguiente era más o menos así: “Italia campeón del mundo gracias a Mussolini”. ¡Una cosa increíble! Todo ese material lo sumo al contacto con deportistas que participaron en los JJ.OO. y también están los colegas.
— ¿Qué espera de Río 2016?
Que Argentina le gane la medalla de fútbol a Brasil. Es lo que anhelan los brasileños y sería hermoso arruinárselo [risas]. También quiero ver a Usain Bolt y el papel de Argentina. Le tengo fe al remo.
— ¿Sobre qué será su siguiente libro?
Sobre misterios del fútbol. Por qué se juega 11 contra 11, por qué están los arbitros, cómo hacer un gol sin pisar la cancha. Cosas así.