El lado oscuro de la ciudad
“The Promise”, flamante ‘box set’ que incluye dos DVD, un álbum doble con temas inéditos y la versión remasterizada de “Darkness on the Edge of Town”, nos vuelve a poner frente a la placa que marcó un antes y un después en la carrera de Bruce Springsteen.
Un disco liderando las listas de ventas. Salas de conciertos repletas a ambos lados del Atlántico. Su nombre y silueta en la portada de la revista Time. Era 1975 y Bruce Springsteen se había convertido en una estrella de rock. Algunos dicen que todo se lo debía a un álbum llamado “Born to Run”.
La placa en cuestión narraba historias en las que ‘el jefe’ encarnaba al héroe suburbano definitivo. Un joven bohemio y romántico que lograba alzarse sobre las calles en las que había crecido al soñar que cualquier cosa era posible si uno creía en ella con todas sus fuerzas.
Quizás por eso “Darkness on the Edge of Town” cayó como un balde de agua fría sobre sus seguidores.
Foto: Reuters
Solo habían pasado tres años desde la edición de “Born to Run” y Springsteen parecía haber envejecido décadas. Sus canciones no se construían sobre las cabalgatas épicas que caracterizan temas como “Thunder Road” sino sobre tiempos lentos, atmósferas opresivas y quiebres inesperados que no llevaban a ninguna parte. Por si esto fuera poco, las letras parecían llegar desde el lado oscuro de la ciudad. Ahí donde los sueños se estrellan con la realidad y la realidad acaba devorándolo todo.
Hay imágenes que son inapelables en su rabia y su sombría resignación. El escupitajo sobre el rostro de las tierras malas en “Badlands”. El padre que vaga por las habitaciones de la casa que edificó buscando alguien a quien culpar en “Adam Raised a Cain”. El joven que aparece en “Something in the Night” conduciendo su automóvil con el volumen de la radio al tope para evitar pensar en su vida. La mirada llena de odio de la mujer que creció para ver sus sueños destrozarse en la escena final de “Racing in the Street”. Y ese magistral perfil obrero (¡digno de Raymond Carver!) que Springsteen hace de su propio padre en “Factory”:
Cada mañana al sonar de la campana
El hombre se levanta para vestirse
El hombre recoge su lonchera y sale a la luz del día
Es la vida del hombre que trabaja, que trabaja, que trabaja.
Frente a las mansiones del terror, a las mansiones del dolor
Veo a mi padre entrar a la fábrica bajo la lluvia
La fábrica lo escucha, la fábrica lo obliga a seguir
Es la vida del hombre que trabaja, que trabaja, que trabaja.
Al final del día, cuando aúlla la campana
El hombre sale de la fábrica con muerte en sus ojos
Y es mejor que lo sepas, niño, alguien va a ser golpeado esta noche
Es la vida del hombre que trabaja, que trabaja, que trabaja.
El único momento en que el disco se acerca a algo parecido a la redención llega con “The Promised Land”, que empieza con una nota de cruda decepción y violencia:
He hecho todo para vivir de acuerdo a la ley
Me levanto todos los días para ir a trabajar
Pero tus ojos se ciegan y tu sangre se enfría
A veces siento como si estuviera a punto de explotar
De explotar y destruir esta ciudad
De tomar un cuchillo y arrancar el dolor que hay en mi corazón
De encontrar a alguien con ganas de volver a empezar
La única salida que Springsteen encuentra a las calles enrejadas que cercan con frialdad y desprecio a los personajes de este disco es enfrentarse a la realidad y mirarla directamente a los ojos para arrancarle la verdad. Como si en el acto de desenmascarar aquello que pretende engañarnos volviéramos a encontrar la dignidad y la razón suficiente para seguir andando. Casi un ideal por el cual vivir. Cierro este artículo con esas líneas:
Hay una nube oscura levantándose en el desierto
Con la maleta en la mano me dirijo hacia el centro de la tormenta
Se aproxima un tornado que lo destruye todo
Todo lo que no tiene fe para seguir en pie
Destruye los sueños que te hicieron daño
Destruye los sueños que te quebraron en dos
Destruye las mentiras que no te dejaron nada, nada excepto dolor en el corazón.
“The Promised Land”