¡Feliz día David!
El camaleón del rock cumplió 64 años el sábado pasado. Hace algunas semanas celebró también el aniversario de uno de sus mejores discos: “Station to Station”, lanzando una edición de lujo largamente anticipada.
Foto: AP
“No son los efectos colaterales de la cocaína,” dice David Bowie en la primera canción de “Station to Station”, un álbum grabado a finales de 1975 en circunstancias tan extrañas y oscuras que el propio músico prefiere no recordarlas. Como dijo alguna vez en una entrevista: “Se que fue grabado en Los Angeles, porque leí que así fue”.
La misteriosa placa fue lanzada al mercado el 23 de junio de 1976 y no fue celebrada por los fans de Bowie en ese entonces. Afortunadamente, el paso del tiempo ha puesto las cosas en su sitio y ahora es vista como el profético prólogo a esos tres álbumes que constituyen la cima de la discografía del inglés: “Low”, “Heroes” y “Lodger”.“En todos mis discos hay una canción que anticipa la música que vendrá con el siguiente,” dijo Bowie refiriéndose a las sugerentes texturas que trabajó con el guitarrista Earl Slick para la introducción de “Station to Station”. Pero no solo el amor por las texturas y las atmósferas fueron un anticipo de lo que sería su siguiente etapa. La letra de “Station to Station” constituye un claro ruego de Bowie por dejar Estados Unidos y volver a Europa, luego de dos años de exilio voluntario: “Es demasiado tarde para llegar tarde otra vez/el canon europeo está aquí.”
Desde su llegada a Estados Unidos la fama, la desmesurada vida que llevaba entre las díscolas celebridades de Los Angeles y una galopante adicción a la cocaína habían quebrado la personalidad de Bowie. Hay varias anécdotas que confirman la demencia en la que vivía esos días, como por ejemplo la llamada que hizo a su mujer asegurando que un grupo de brujas lo tenía prisionero en su casa de Bel Air y que planeaban congelar su esperma. O las frases que soltaba mientras lo entrevistaban: “Debo cerrar las cortinas, acabo de ver caer un cuerpo.”
Como cabía esperar, la creatividad del Bowie también se vio deteriorada: “A fines de 1975 podía trabajar durante días en una canción para luego darme cuenta que sólo había estado reescribiendo los primeros dos compases.” Quizás por eso resulta admirable que “Station to Station” haya visto la luz, a diferencia de “The Visitor”, un disco que Bowie estaba escribiendo al mismo tiempo y que jamás llegó a terminar.
Las seis canciones que lograron grabarse fueron “Station to Station”, un tema dividido en tres partes cuya duración supera los 10 minutos. “Golden Years”, un distante canto de elegante y fría devoción elaborado sobre un riff funk creado por el guitarrista puertorriqueño Carlos Alomar. “Word on a Wing”, una balada en la que Bowie entona una de sus melodías más conmovedoras, nuevamente sobre congas, piano y una sinuosa guitarra distorsionada. “TVC15” es una canción que recrea una vieja melodía de los Yardbirds para que un hombre discuta con un televisor que acaba de comerse a su novia. “Stay” es otro riff funk de Alomar tocado con la rapidez y la dureza del rock de mediados de los 70s, pero con una sensualidad robótica de tono amenazante que ningún otro grupo de esos días logró hacer funcionar. El disco se cierra con otra balada: “Wild is the Wind”, en la que Bowie llega a la cúspide de su emotividad vocal. Aunque los arreglos musicales sugieran un cómodo abandono urbano la interpretación de Bowie delata el desmoronamiento de su mundo y sus ganas de cambiar de vida.
Basta de palabras. Ahora, solo por un momento, dejen sus viejas copias de “Ziggy Stardust” y “Space Oddity” y sumérjanse en la seductora oscuridad de “Station to Station”. Una vez que la prueben no tardarán en volver otra vez.
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