El periodismo y la crónica "literaria"
Suena a contradicción. El Periodismo se dirige a la captura de hechos sobre los que debe informar. La literatura inventa los hechos y miente con advertencia, pero con visos de veracidad. Existe una frontera interesante para todo periodista que se apasione por la literatura sin renunciar a su lealtad con lo real. En ese territorio el periodismo se vale de las técnicas narrativas para expresar la verdad. Es el llamado “Nuevo periodismo”. Sumemos en el género a Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer, Hunter S. Thompson, Gay Talese o Tomás Eloy Martínez y a otros más.
Al decir verdad, el periodismo que desee “contar” podrá utilizar las técnicas de la ficción, pero su objeto no es novelar, es apelar al punto de vista, la omnisciencia, los saltos en el tiempo, la linealidad, etc para afirmar que un hecho ocurrió. Mientras más complejo es el hecho mayor es la necesidad de la crónica, pues una simple ocurrencia cabe en la más elemental de las notas.
Con “A sangre fría” Truman Capote nos obsequió una de las obras mayores del llamado “nuevo periodismo”, un reporte de la realidad administrado desde la narrativa.
Pero ¿Puede interesar más al periodista la realidad de la crónica periodística que la ficción narrativa? Seguro que sí, pues es dentro de ella más que en las fantasías de los escritores donde habitan los seres más complejos y tortuosos que podríamos imaginar. La inquieta señora Bovary, el torturado Raskolnikov o el ambicioso Julian Sorel no superarán jamás la profundidad y gravedad de los tormentos, las crispaciones y los arrebatos de los seres reales que pueblan las páginas policiales de los diarios.
Por eso a Capote le interesó más un hecho policial y los sujetos involucrados en él. Bajo el objeto de capturar la realidad radical hendió su cuchillo sobre un caso oficial para conocer la psicología de los perpetradores de un hecho criminal. Ellos, sin razón, habían asesinado ferozmente a una familia (los Clutter) en las altas llanuras de Holcomb, al oeste de Kansas. Así, con “A sangre fría”, el escritor rompió con la pura sustancia ficcional, para ahondar en los contenidos de aquella noticia publicada por el New York Times el 16 de noviembre de 1959: “Agricultor y tres miembros de su familia son asesinados”.
Capote se centró en una sencilla nota en la página de un diario para investigar, profundizar, complejizar y construir la realidad como a un rompecabezas. Las escuetas notas periodísticas pueden prestar la síntesis, pero la realidad detrás de ella es más rica y completa, más compleja y honda. El periodismo cabal abarca todo el fenómeno para entenderlo más y para ese fin se toma su tiempo ¿Acaso una noticia de 300 palabras puede alcanzar cada recoveco del hecho real, las psicologías, los actos, los antecedentes y las motivaciones ocultas? Solo una crónica perfecta perfila la noticia perfecta, que es la noticia completa sobre la que se asienta el periodismo que aspira a ver el bosque y no solo el árbol y la maleza.
Siete años después la investigación de Capote daría sus frutos en un libro que se mantuvo por más de un año como el primero en ventas. Sus observaciones no fueron producto de su imaginación sino de una vocación “realista” que se valió de archivos oficiales y entrevistas con los personajes involucrados. Capote quiso hacer una crónica, llevarnos a creer más en la verdad que en la invención.
Con la profundización de la búsqueda, Capote logró bocetar el perfil del mal, que aún nos deja perplejos por carecer de motivación. Los autores del delito, Dick Hickcock y Perry Smith conjugaban esa maldad cínica con una inconmovible frialdad. Por tal razón la Justicia los condenó a la horca. Con la condena Capote se derrumbó, fue el principio de su fin. Vivió la realidad desde sus fibras, tal como en el ejercicio del más genuino periodismo, aquel que combina la razón con el alma, la gelidez del dato con el dolor.
Capote no crea un nuevo plano desde los juegos de la invención, su misión no es fabricar ficciones sino revelar la realidad de los objetos y las percepciones. Norman Mailer decía que “A sangre fría” era acaso un fracaso de la imaginación.
Bajo las luminiscencias de la obra mayor de Capote, muchos periodistas pretenden ensayar, como señala Tom Wolfe, una nueva forma de hacer periodismo. Destacar en la profesión les implica seguir la senda de retratar la realidad en todas sus aristas. Wolfe lo descubrió cuando llegó a la redacción del New Herald Tribune.
Capote no buscó un nuevo género periodístico sino uno literario, pero lo cierto es que líndó con un novedoso género periodístico de tal técnica y alcance que se mofa a toda luz de quienes consideran al periodismo como la mal llamada “literatura menor”.