Las poéticas transversales
El poema es el que el poeta escribió y aquel que el lector interpretó y que los críticos desentrañan . A veces los versos solo comulgan con la información que el autor conoce y otras veces las letras responden a lo que el lector necesita.
Javier Sologuren le escribió a su hija un poema sobre el transcurso del tiempo, que solo se puede entender desde el contexto y las fibras sentimentales del poeta.
Porque cogí la mariposa
no en el jardín
sino en el sueño
porque en mi almohada
oí cantar al río
al crepúsculo orar
porque el cielo breve
de la flor
me llevó lejos
porque el niño aún
(que fui y que a veces soy)
despierta y ve la mariposa
volar en el jardín
que ya no sueño.
Un lector enamorado puede interpretar sobre la base de sus sentimientos, lejos de los significados del poeta y está bien. La poesía, una vez publicada, ya no es solo de su autor, es propiedad de quien la lee y bien la digiere. Quizás para el ávido o el descorazonado, la mariposa es la amada que habita el sueño y que, al despertar, se torna en realidad palpitante. Una entidad fija que la vigilia no llega a destruir. Dándole de vueltas al cuento de Monterroso: “Cuando desperté ella seguía allí”.
Esa es la magia de la poesía, un artilugio del ánimo, materia dúctil y útil desde la perspectiva del corazón de quien la lee.