Por Valeria Moscoso
El psicoanalista Julio Hevia camina por su casa mientras mira las paredes decoradas por él mismo y su esposa Pamela. Si bien esta casona barranquina conserva la misma fachada que en décadas anteriores, los cambios en su interior le han regalado una nueva oportunidad de ser admirada. “Mi esposa siempre tuvo el sueño de vivir en Barranco y un día nos topamos con esta casa. Su dueño no podía venderla como terreno por ser patrimonio cultural, y los únicos locos que querían comprarla éramos nosotros”, cuenta Hevia. Las grandes columnas que se lucen desde el exterior anuncian que, por dentro, esta vivienda depara muchas sorpresas.
Una puerta tras otra, de vidrio y bordes de madera, dejan ver los grandes ambientes consecutivos. El comedor luce una mesa Canziani de madera maciza, que originalmente podía recibir a casi 20 personas; pero hoy lo hace para 10 luego de haber sido recortada. Una imagen sacada de un cómic, del artista serbio Enki Bilal, se convierte en un enorme cuadro que cubre la pared principal, y se vuelve el objeto que acapara más miradas. La calidez del shihuahuaco en los pisos se siente por toda la casa y las grandes luminarias se lucen, gracias a los techos altos, y parecen devolverle el espíritu clásico que quizá tuvo en algún momento.
ESTILO EN LIBERTAD
“Nuestros amigos me preguntan si hemos recurrido a algún diseñador o si recibimos asesoría; lo cierto es que hemos ido armando esto paso a paso, consiguiendo cosas e incorporándolas. No quisimos esclavizarnos con un solo estilo, pues eso significaba hacer una inversión más grande”, afirma Hevia.
La sala principal, al igual que toda la casa, tiene un aire ecléctico; sin embargo, la atracción hacia lo vintage es algo que no se puede ocultar. Una mesa de centro hecha de las rejas rotas, de la misma casa, se sostiene por cuatro troncos de un árbol; un gran piano de cedro luce sus más de 90 años en una esquina, se ve brillante, intacto, con marcas nostálgicas de candelabros y, sobre todo, afinado. “La gente se vuelve loca con la casa, veo el brillo en los ojos de nuestros amigos, uno de ellos dijo que era la casa soñada; así que sentimos que tenemos una aprobación masiva”, dice Julio desde su gran biblioteca, que se diseñó inspirándose en la foto de una revista: se construyó de madera recuperada y se le dio un acabado wash muy al estilo shabby chic. El detalle final lo pone un escritorio de apariencia clásica hecho de madera reciclada.
La cocina, con paredes anaranjadas, tiene como punto de atracción la gran campana extractora de bronce. Los muebles altos y bajos extienden su madera para ser parte también de una pequeña barra, que no pasa inadvertida en el ambiente. “Nos gusta mucho este material, ya que juega con esta casa y siempre he tenido la idea de que hay que atreverse a combinar cosas y colores”.
Los tres dormitorios de sus hijos tienen un detalle en común, un altillo a manera de living que se aprovecha de los techos altos para crear un ambiente aparte dentro del mismo dormitorio. Así como las ventanas y pisos de madera, este espacio utiliza el mismo material en las escaleras y piso superior. Las barandas de hierro aportan un toque moderno en este espacio juvenil decorado, según los gustos personales de sus ocupantes.
ESPACIO PARA TODOS
A medida que fue creciendo, la familia requirió más sitio para sus integrantes. Hoy, con un hogar de 800 m2 , se puede decir que todos han encontrado su lugar. “Ahora hay ambientes para todos; incluidos el perro, el gato y la tortuga. Este lugar no solo nos agrada a nosotros, sino también a todo el que llega de visita”, concluye Hevia mientras cierra la puerta principal de esta casa con historia, en la que finalmente puede sentir las ganas de quedarse para siempre.